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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Las declaraciones de Juan Rosell

En relación con las declaraciones de Juan Rosell, presidente de la patronal CEOE, que su periódico publicaba ayer en su sección de Economía, me gustaría hacer, desde mi condición de empleado público desde hace más de 20 años, algunas reflexiones.

Un señor que representa a un colectivo tan importante como los empresarios españoles no puede caer en estas pobres generalizaciones. Los ciudadanos de este país no nos merecemos a individuos que sin ningún tipo de datos, ni de argumentos mínimamente serios, se dedique a descalificar a un colectivo importante. ¿Somos parásitos sociales los funcionarios? ¿Solo consumimos y no producimos nada? ¿Nuestra labor es hacer leyes que compliquen la vida a los ciudadanos? No, los funcionarios no hacen leyes, su obligación es aplicarlas con el objetivo del bien común. Las leyes las hacen los políticos.

Es fácil culpabilizar a estos “privilegiados” y desviar la atención de otros asuntos, como por ejemplo la vida y gestión intachable de su antecesor en el cargo, al cual él se abrazaba no hace mucho tiempo. Una gestión modélica que puso a miles de sus empleados en las listas de ese desempleo que Rosell, de forma miserable, trata de minimizar, esa vida plena de moralidad que hizo desviar millones de euros a Suiza.

Los empleados públicos a lo que nos dedicamos es a velar por la seguridad de los ciudadanos, de su salud, de su educación, de la gestión de las prestaciones sociales y de los servicios públicos. Creo que quien se tiene que ir a su casa es el señor Rosell para no gastar la credibilidad y honorabilidad de un colectivo tan importante como los empresarios decentes de este país.— Luis Pemau Gonzalo. Madrid.

Sin acritud, a la CEOE: si yo fuera un empresario, ayer, escuchando al señor Rosell, se me habría revuelto el estómago. Si yo fuera un empresario, pequeño, mediano o incluso grande, de los que se levantan cada mañana con el afán de sacar adelante a una empresa digna y útil para la sociedad, estaría avergonzado. Si yo fuera un empresario responsable, de los que se ocupan de su negocio, de lo que saben hacer, y que reconocen a “sus” trabajadores como personas, estaría avergonzado y disgustado.

Díaz Ferrán, Rosell, Fernández, ya sabemos lo que piensan, pero... señores de la CEOE, ¿es que no hay nadie más? ¿Reflejan el sentir del empresariado en España? Si yo fuera empresario, llevaría muchos meses avergonzado.— Elena Anadón Santafé. Zaragoza.

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