Corruptores y corruptos
Una carta que se publicó en esta misma sección decía que los ciudadanos queremos creer y confiar en nuestra clase política, pero cada día que pasa parece más difícil. Y no es que queramos, es que es necesario poder confiar en nuestros políticos. Es necesario porque la democracia es, por ahora, el único régimen aceptable, aunque solo sea el menos malo de los posibles.
Después de las últimas noticias sobre el caso Bárcenas, se han desarrollado infinidad de controversias sobre el caso, tanto entre PP y la oposición como entre los distintos medios de comunicación y tertulias en radio y televisión. En todos los foros se habla de los corruptos y más que en pedir responsabilidades o aceptarlas, según de quien trate, la polémica se centra en negarlo gratuitamente o en discutir quién es más o menos corrupto.
Es evidente que hay corruptos y corruptores. El problema más acuciante es eliminar a los primeros. Es muy difícil porque es patente la amplia implicación existente y a los altos niveles que ha llegado. Confiemos en que sea posible.
Pero pienso que son más inquietantes los corruptores —son el origen del problema— y a estos no veo que se les preste mucha atención. ¿Reparamos en la capacidad para corromper y comprar voluntades de las grandes y menos grandes empresas y grupos financieros? A ellos también hay que pedir responsabilidades y reclamar un control claro de su actividad. Esta tarea solamente la puede llevar a cabo un Estado fuerte y eficaz, y para ello los políticos tienen que ser competentes, honestos y creíbles.— Francisco Plaza Pastor. Madrid
Si yo fuese de natural corrupto, con ansias de dinero fácil y abundante; si mi familia y mi colegio público, incluso mis vecinos, no me hubiesen educado en la responsabilidad y en la honradez, si yo no hubiese estudiado Veterinaria y después hubiera preparado unas oposiciones y me hubiera sentido orgulloso de trabajar para la salud pública, pues seguramente me habría afiliado a algún partido.
Por favor, que no nos digan que existen corruptos en todos sitios, que quizá sea verdad, pero la “profesión” política es un imán que atrae a muchos indeseables. Existe mucha más corrupción en la vida política que en el resto de la sociedad.
Necesitamos leyes que controlen con lupa toda la actividad de los políticos, la pública y la privada. Y si los responsables de elaborar dichas leyes no lo hacen, están siendo también culpables de la desconfianza de la sociedad hacia la política. Ojalá se aprovechen las circunstancias actuales para hacer de la política una profesión digna.— Antonio Aranda. Sevilla.
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