Políticas de Estado
Concluía Edmund Burke, hace más de dos siglos, que lo único que capacita a una persona para gobernar es la virtud y la sabiduría frente al político comprometido únicamente con el poder, como Fouché. Aplicándonos tal lección de la historia, a pesar de los sensacionales embustes con los que el complejo separatista-mediático está intentando arrumbar nuestra democracia, hay que hacer lo que sea necesario para preservar España como garantía de libertad desde el carácter conciliador que corresponde a las políticas de Estado y lejos de la beligerancia de los políticos interesados.
El ámbito económico ya era la estrella de la agenda pública, pero la reforma constitucional de 2011 lo ha convertido en el eje vertebrador de toda la política, por encima de discrepancias ideológicas. Adelgazar la burocracia, dotar de mayor transparencia al sector público y apoyar a las pymes y los autónomos han sido los ejes complementarios de la agenda centrada en la estabilidad presupuestaria y la recuperación del empleo; a salvo las pensiones y las prestaciones por desempleo. La pequeña empresa es la protagonista de incentivación de la creación de empleo desde el final de la IX legislatura. También entonces comenzaron las políticas de Estado forzadas por la crisis en el sector financiero, siendo la recuperación del crédito a empresas y familias el objeto de la reforma financiera que se aborda en la nueva legislatura. Pero si hay una reforma que contribuye a preservar España como garantía de libertad de los españoles, esa es de la Administración pública, tanto en lo que se refiere a la reducción de la burocracia como en la tipificación de conductas negativas de los administradores públicos y cargos políticos.— Ángel Argüelles López de Maturana.
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