Bocadillo de diseño italiano

FOTO: Alberto Rossi 

La interiorista Sandra Tarruella desembarca en Milán dando un bocado a la historia del mejor diseño italiano. Su trabajo en el nuevo restaurante que la firma Panino Giusto ha abierto en la avenida Porta Ticinese mira hacia atrás como estrategia para asentar el negocio en los nuevos tiempos. También como estrategia de diseño.

Así, Tarruella asegura que, cromáticamente, el local combina el verde de la fachada del edificio de Caccia Dominioni en Via Ippolito Nievo; el rojo de las ventanas del barrio que Aldo Rossi y Carlo Aymonino levantaron en el barrio de Gallaratese, o la combinación de colores de los edificios en Piazzale Aquileia firmados por Vico Magistretti, unos edificios que, curiosamente, aparecen en la mayoría de los libros de historia de la arquitectura en blanco y negro. A la inspiración de las fachadas Tarruella ha unido la del mobiliario: los taburetes del local son los Mezzadro que Achile Castiglioni ideó en 1957 y las lámparas en la pared sobre los bancos en latón y lacadas en verde son una reinterpretación de una lámpara de Gio Ponti. Finalmente, la gran estantería de la entrada está inspirada en la librería Infinito que la empresa Cassina le produjo a Franco Albini en 1956.

La pregunta de si se puede mirar hacia atrás para, combinando de nuevo los mismos ingredientes, obtener diseño de futuro tiene respuesta en este trabajo de la interiorista catalana: se puede y se debe.

El local busca destacar la relevancia de la calidad de la materia prima con la que trabaja la cadena exponiendo la mercancía y mostrando su preparación. Pero a su vez, esa idea de mostrar calidad queda subrayada con la nobleza de los materiales empleados: la materia prima de la intervención en el interiorismo. Así, el roble, el nogal, el mármol, el hierro o el latón se hacen aquí eco del jamón, la lechuga, el queso y los panes. Sin embargo, si los materiales explican la calidad y los colores remiten a la historia, es en la arquitectura donde todo se unirá para que el local llegue para quedarse. En ese ámbito, Tarruella ha trabajado con Giuseppe Leida y Cecilia Moret. Y juntos han decidido abrir las ventanas que dan al exterior con el sistema de gillotina, recuperando también una característica, que confería calidad a la estancia en los antiguos cafés.

Ofrecer diversas maneras de sentarse a un público que es variado (en taburetes mirando hacia fuera para quien llega solo y quiere distraerse o leer el periódico, en mesas comunitarias para quienes buscan hablar o en bancos con cojines para quienes pueden quedarse a charlar) es un clásico en el hacer de Tarruella. También la iluminación cuidada y puntual es parte de su manera de trabajar que más que tener un estilo tiene una manera de, con decisión y naturalidad, llevar vida a un local.