El antepasado baobab
El baobab es nuestro primer antepasado o el antepasado vivo de los antepasados muertos. Eso dice Jean-Bosco Botsho. "Tiene tantos sentidos que es imposible explicarlos todos, es el árbol de la vida que puede ver pasado, presente y futuro", afirma tranquilamente, concentrando en la figura estrambótica de ese árbol africano todos los misterios del Universo.
Un baobab
Ése es el motivo por el que este congoleño de 57 años, que colgó los hábitos religiosos y se radicó en Barcelona hace casi veinte años, lo incluye en su libro Lugares sagrados de África. La cuna de la Humanidad, un magnífico texto que acaba de salir del "horno" de la editorial Océano-Ámbar en ese año 2012 recién expirado. El viaje de Jean-Bosco Botsho por el patrimonio espiritual africano arranca en la mezquita de Hassan II, en Marruecos, y llega a Richtersveld, en Sudáfrica. Por el camino, Botsho nos emociona con visiones del Monte Sinaí, el Valle de los Reyes, Touba, Tombuctú, Bandiagara o Lalibela y nos transmite una deliciosa invitación a salir del África muerta que nos presentan los medios de comunicación y a dejar de pensar en agonías. Jean-Bosco Botsho nos recuerda que lo sagrado es vida y que hay que soñar ese África que vibra, exultante y vital, porque todos somos africanos. "Todos venimos del mismo vientre", sentencia. Para él, todos portamos costumbres y sentimientos africanos en nuestro corazón, aunque lo podamos haber olvidado.
Jean-Bosco Botsho es presidente de la Asociación Africana y Catalana de Cooperación, AFRICAT. Licenciado en Ciencias Políticas en Lovaina (Bélgica) y en Derecho en Estrasburgo (Francia), trabajó en el Centro Interreligioso del Ayuntamiento de Barcelona y en el Centro Unesco de Cataluña. Docente en programas de posgrado de las universidades Autónoma de Barcelona y Pompeu Fabra, es ponente habitual en conferencias y ciclos sobre cosmologías tradicionales africanas. Ha publicado sobre conflictos, religiones tradicicionales o culturas dentro del continente africano, entre otros temas. Ahora aborda el patrimonio espiritual africano porque piensa que no se habla lo suficiente de ese África con tantas raíces religiosas. "Quizás tengamos la culpa los propios africanos, porque no entendemos bien lo espiritual o lo tratamos de manera muy superficial", aventura. "O quizás porque la imagen que se presenta de la religión, con noticias como el terrorismo de Boko Haram, por ejemplo, hace que no hablemos de lo profundo de la religión".
Para abrir boca, Botsho recomienda la lectura de John Mbiti y su libro Entre Dios y el tiempo. Religiones tradicionales africanas si queremos comprender algo más de la espiritualidad africana. Sobre todo, de las raíces tradicionales africanas, tachadas de paganas por los misioneros, pero que han sobrevivido a las diferentes colonizaciones religiosas y forman parte del día a día de muchos africanos y africanas.
Según dice, la diferencia fundamental que encuentra entre su sociedad de acogida y su sociedad de origen es la ubicuidad visible de lo espiritual en el segundo caso. "Cuando era pequeño, me sorprendía la facilidad con la que la gente hablaba de Dios y de lo espiritual. En África no es infrecuente conocer a alguien que dice que habla con los muertos y nadie se escandaliza. Para los africanos, muertos y vivos están en el mismo mundo. La religión no es un paréntesis en domingo, cuando vamos a misa. Es parte de la educación, de las charlas con los amigos, de la familia, de todo". De ahí su extrañeza al llegar a Occidente, donde para hablar de religión se pasa a otra página y se intenta no pensar demasiado en lo inevitable de nuestro propio fallecimiento. "Somos muertos" -apunta Botsho, con naturalidad y casi con alegría- "Los africanos lo sabemos. En mi grupo étnico (y en muchos otros grupos étnicos bantúes), no existe el apellido común tal y como se entiende en España. Aunque, con la colonización, muchos están copiando el sistema franco-belga de atribuir a todos sus hijos y hijas únicamente el apellido del padre. Esta práctica franco-belga está copiada incluso en grupos étnicos matrilineales. Sin embargo, en el caso de mi grupo étnico, lo tradicional es que cada niño tenga su propio apellido, que viene de otra persona que puede estar viva o que ya ha muerto. Yo tengo nueve hermanos y soy el único Botsho. Viene del padre de mi madre. Se considera que el recién nacido puede ser la continuación o el regreso de los muertos. Cuando morimos pasamos a otro mundo, a vivir de otra manera, así que la muerte no provoca miedo".
Botsho también lanza una peculiar mirada sobre la magia y habla de las misas negras, que se ofician utilizando a veces el cuerpo desnudo de una mujer como altar incluso en las ciudades europeas más modernas, y de los supuestos magos africanos que se anuncian en los periódicos de nuestro país. "La magia africana no es africana, es humana, universal. Es una ciencia, en realidad, pero no cartesiana. Quizás es una ciencia que se da en una dimensión superior a la ciencia normal, con herramientas superiores. El ser humano utiliza muy poco esa capacidad, pero hay personas que tienen ese don y saben cómo usarlo. Un signo de que no estás frente a un charlatán es que nunca te pedirá dinero. Es la prueba de esa "magia". Las personas que pueden ver el mundo espiritual son gente muy pobre". Y enlaza con la historia de un sabio que conoció en el año 1975, cuando se instruía como novicio en una pequeña ciudad del interior de su país, al lado de un río. "Visitamos el bosque y allí conocimos a un curandero que trataba a locos violentos. Era el hombre más pobre que he visto en mi vida. Su ropa estaba hecha con sacos de harina. Estaba a 300 kilómetros de Kinshasa y tenía casi 70 años. Cuando supieron de él en la Facultad de la Medicina, le pidieron que fuera a verles porque era el único capaz de curar a esas personas. Pero dijo que no saldría del bosque ni abandonaría a sus pacientes. Su abuela le enseñó su don a cambio de no aceptar jamás dinero ni salir del bosque. Quería morir pobre y ayudando a los demás".
Nada que ver con el marabut de Alá no está obligado, de Kourouma, o con el de Fatou Diome en su novela En un lugar del Atlántico, ni con los populares pastores evangelistas que hacen ostentación de su opulencia, arquetipos que reflejan la realidad de un personaje mentiroso y aprovechado que, por desgracia y sobre todo en momentos de crisis, prolifera en el continente en todas las confesiones.
Botsho explica, a continuación, que la madre es el puente que une a los hijos con los dioses y espíritus, la tradición, la comunidad. La mujer es la base de la sociedad en los países africanos, aunque se la suela condenar al silencio público y la sumisión aparente en el hogar. Por eso, remacha, el signo evidente de que África agoniza son las violaciones en la República Democrática del Congo o cualquier momento en que un soldado o guerrillero africano no puede ver en ellas a la madre o la hija a la que ama y la aparta con un gesto de su arma para violarla en un campo. "Los africanos hablamos poco de nuestros padres y mucho de nuestras madres. Las madres son sagradas, son pontífices". Y recuerda que en las colinas de Matobo, en Zimbabue, las mujeres son todavía hoy oráculos, intermediarias que interpretan lo que Dios (Mwari) dice a los hombres. "Hay algo muy bueno, una falta de dualidad en la filosofía africana. No vive de la tensión, si no de la simbiosis y de la ósmosis. En nuestra cosmología profunda, hombre y mujer son la misma cosa. El hombre es mujer y viceversa, así que todos somos todo".
Satisfecho, se ríe quedo al otro lado de la línea telefónica antes de repetir que todos venimos del mismo vientre de mujer africana y que, además, todos somos mujeres africanas en lo más profundo de nuestro ser. Y empieza otra historia sobre el arca de la alianza que se esconde en Etiopía o los muertos que se entierran en las alturas de los acantilados del país dogón para que protejan a los vivos. Y es capaz de arrastrar a cualquier oyente por desiertos libios, pirámides egipcias y prácticas ancestrales de vudú. Todo con el mismo cálido respeto en la voz de cocodrilo sabio que ha visto pasar muchas cosas por el río de la vida: es capaz de reconocer lo malo pero siempre conserva un optimismo amable para mirar a troncos muertos, al sol que se oculta tras los mangles, a los hombres que cruzan en barcaza y a otros cocodrilos.
Lugares sagrados de África. La cuna de la Humanidad, de Jean Bosco Botscho, está editado en Oceáno Ámbar. En un próximo artículo publicaremos su texto sobre Tombuctú, la universidad del Sáhara.
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