La ostentación de los altos cargos
Excesivo y tremendo le parece a Gonzalo Moliner, actual presidente del Consejo General del Poder Judicial, tener que viajar en clase turista en el AVE. Según él, no es porque personalmente eche de menos las gollerías a que se tiene derecho en la clase business, sino porque entiende que el cargo que ostenta lo necesita, necesita la ostentación y el boato de lo mejor para que el cargo —que no él— goce del reconocimiento debido a un presidente del CGPJ.
Yo creo que lo esencial para que ese cargo tenga reconocimiento lo debe lograr el propio señor Moliner, realizando el trabajo que de él como juez se espera. Lo accesorio —y prescindible— es la categoría del asiento en que viaje en el AVE que, por cierto, es suficientemente digno, ¿o no cree que la austeridad por parte de cargos de responsabilidad es obligada —por ejemplarizante— en los tiempos que corren?— Luis José Herrero López. Collado Mediano, Madrid.
Por razones profesionales el año pasado subí a 67 aviones. Las 67 veces viajé en clase turista. Pagar turista o business es una decisión mía. Intento ser responsable en el gasto. Por eso creo que mi obligación es volar en turista. Una copita de champán, un asiento libre al lado y un periódico gratis no justifica pagar 200 euros más en un viaje de una hora.
Pero leo que hay quienes consideran importante viajar SIEMPRE en business. Han dicho que es por una cuestión de estatus. Eso es que piensan que son mejores que yo. Si no no querrían marcar la diferencia. Ellos y ellas, tan ministros, tan diputados o tan jueces acaban de decidir que vuelan en business, siempre. Aunque vayan de Barcelona a Mallorca.
Y a mí que me da mucha rabia, porque pienso que no, que no son mejores que yo ni que mucha gente normal que mira de hacer las cosas lo mejor que puede, y que valora con prudencia lo que tiene o le es dado. Pero nuestros prohombres y promujeres han decidido viajar en business porque son mejores que nosotros. No reparan en gastos porque se lo merecen. Y porque el dinero que gastan es el nuestro. Y a mí que me da mucha rabia, porque no quiero que esa clase de personas regule mi vida. ¿No hay nadie en su entorno con un poco de cordura que les diga que piensen un poquito en la responsabilidad que tienen y la imagen que transmiten, para que bajen de una puñetera vez a la vida real?— Luis Ruiz Avila. Barcelona
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