_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Nostalgia de Boyer

La idea de que la derecha gestiona mejor la economía que la izquierda se ha desmoronado este año

Joaquín Estefanía

Fue largocaballerista en 1978 (su figura se entrevé en el cementerio civil, cuando traen a Madrid el cuerpo del Lenin español) y solo cuatro años después representó el papel del socialismo más liberal en el primer Gabinete de Felipe González (abominó del experimento nacionalizador de Mitterrand); entró en la FAES de Aznar y luego dimitió públicamente del think tank más conservador que existe en España; fue un cruzado del euro y luego uno de sus críticos más incisivos... Así son algunos de los contrastes de la vida pública de Miguel Boyer, el primer ministro de Economía de la larga etapa socialista en el gobierno, que con su acción y su filosofía ha impregnado la política económica de este país. Hace poco reapareció en el homenaje a Felipe González, 30 años después de la primera victoria del PSOE, rodeado de sus compañeros de Gabinete y del partido. Seguramente el lugar intelectual y afectivo más cómodo para él.

 En 1982, los socialistas también tiraron a la basura el programa con el que habían ganado las elecciones, de matiz claramente keynesiano, y lo sustituyeron por “el ajuste para una década”

Ahora que se discute mucho sobre la calidad de la gestión de los políticos de Mariano Rajoy (en general muy mala, con alguna notable excepción) es oportuno recordar la figura de Boyer como responsable de Economía en otro momento también muy difícil para la economía española. Cuando el PSOE llega a La Moncloa en 1982, la economía estaba casi estancada; la inflación era del 14%; el paro, del 17%, y el déficit público, el 5,5% del PIB. No existían los teléfonos móviles ni los ordenadores y solo había una televisión, la oficial.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

El 4 de diciembre de ese año, solo tres días después de tomar posesión —lo que indica que conocía muy bien la situación—, Boyer anuncia la devaluación de la peseta un 8%. Tres días después, en el primer Consejo de Ministros, eleva el precio de la gasolina en 15 pesetas por litro. Poco después comienza a aplicar el Programa económico a medio plazo 1983-1986 (42 páginas), basado en el ajuste del tipo de cambio (para contener la demanda interna y estimular la externa), la elevación de la presión fiscal (frenar el déficit), el endurecimiento de la política monetaria (reducir la inflación), la repercusión de las alzas de los precios del petróleo al resto de los productos, y orientaciones sobre la elevación de los salarios. Estas bases acompañaron ya a los primeros Presupuestos socialistas.

Hay analogías y diferencias entre lo sucedido entonces y la política de hoy. En 1982, los socialistas también tiraron a la basura el programa con el que habían ganado las elecciones, de matiz claramente keynesiano, y lo sustituyeron por “el ajuste para una década”. La principal diferencia estriba en que tenían desde el inicio una idea clara de dónde querían ir, practicaron la pedagogía con los ciudadanos (no hubo grandes manifestaciones en contra del ajuste, salvo en el sector de la reconversión industrial) y una disminución de la desigualdad en la distribución de los sacrificios, que ha sido una de sus señas de identidad. Ello se debió, en buena parte, a la política de Miguel Boyer.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_