Negociación del fin del conflicto en Colombia ¿y las víctimas?
Esta entrada ha sido escrita porAlejandro Matos, Director de Intermón en Colombia
En la actualidad el Estado colombiano y las FARC-EP inician un proceso de negociación que podría conducir al fin del conflicto, aunque no necesariamente al establecimiento de una paz duradera. Tal y como están planteadas las negociaciones, sus actores y su agenda, el resultado podría fructificar en una de las prácticas más preocupantes de la inequidad: la impunidad.
A la mesa se sientan los capaces de poner fin al conflicto armado tal y como lo entiende el derecho internacional, pero no los que han de generar las condiciones para un desarrollo humano base de una paz estable. Sin embargo, si en esa mesa son ignorados los derechos a la verdad, la justicia y la reparación de más de cinco millones de colombianos/as y se embadurna la paz con la amnistía real o encubierta para los victimarios, se podrían ahondar las causas de la guerra.
La hoja de ruta que guiará las negociaciones establece cuatro primeros puntos que son de posible solución entre las partes. Sin embargo, es difícil de aceptar la competencia de las partes en el quinto punto titulado “Víctimas”: en primer lugar, porque las víctimas han sido causadas precisamente por las partes y, en segundo lugar, porque dicho apartado menciona la verdad pero no la justicia.
Numerosas voces sostienen que los comandantes de las Farc-EP no van a sentarse a una mesa para luego ir a la cárcel. Lo mismo dicen de los altos mandos militares y policiales, así como de los empresarios y políticos. Para acolchonar la dureza de las afirmaciones, estas voces afirman que a cambio de la justicia hay que exigirles el máximo grado de verdad.
Ante estas posiciones, otras voces se preguntan, ¿por qué se supone que van a decir toda la verdad si no quieren nada de justicia? ¿Qué les motivaría a confesar la verdad de los miles de crímenes de guerra y lesa humanidad que han cometido en los últimos 50 años? No parece creíble esta férrea resistencia a la justicia a cambio de toda la verdad cuando es de sobra que conocido que cuando falta la justicia, la verdad se niega compulsivamente.
Otros, queriéndose anclar en un hipotético justo medio, dicen que claro que habrá justicia: se abrirán investigaciones, de desarrollarán juicios y se emitirán sentencias… que no se ejecutarán porque no pasarán un día en la cárcel. El fin de dichos juicios sin justicia sería demostrar a la Corte Penal Internacional que sí ha habido justicia evitando así que ésta intervenga en Colombia. En las purgas stalinistas no había ni investigación ni juicios serios pero sí sentencias que se ejecutaban. En lo que se parecen ambos procedimientos es en su carácter de farsa.
Es difícil imaginar que Colombia pueda alcanzar una paz duradera si cerca del 10% de su población quedará como víctimas sin justicia y con olvido, y unos cuantos miles de victimarios sin castigo y con reconocimiento, pues algunos seguirán en las esferas del poder y otros serán introducidos en ellas.
Una paz sin justicia solo sería factible en una sociedad que opte, por contradictorio que parezca, por abonar las raíces de la guerra. Pero en Colombia todo es posible porque como le espetó José Arcadio Buendía a don Apolinar Moscote “en Macondo somos tan pacíficos que ni siquiera nos hemos muerto de muerte natural“.
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