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Leyendo a Dostoievski

El monumento que la falta a la Fe de Errores en periodismo sería el monumento al Soldado Desconocido

Juan Cruz

Cuando Artur Mas ganó perdiendo, o perdió ganando, que no sé muy bien cómo fue ese galimatías, se produjo en su entorno un desconcierto que la literatura llamaría kafkiano y la psiquiatría compararía con los argumentos de Dostoievski. Fueron muchos los afectados, desde dentro y desde fuera de ese entorno que se concentraba en el Majestic; había tal maremágnum que parecía una marejada y un tsunami al mismo tiempo. Marejada fue cuando lo explicaron, pero tsunami era para cualquiera que viera los resultados, tan alejados, ay, de la mayoría excepcional que el propio Mas buscaba.

Fueron tan afectados unos y otros, los que estaban dentro y los que quisieron estar dentro, que luego, en la interpretación de los sueños y de la realidad, escuchamos y leímos tales cosas como para creer que lo que sucedió no pasó, y si acaso pasó fue por culpa de..., y en la línea de puntos pongan ustedes lo que les dé la gana. Comentaristas de buena pluma desconsideraron los hechos y se pasaron a la interpretación de los errores ajenos para minimizar los daños propios. Hubo, también, algún rasgo de autocrítica, que el oficio debe agradecer poniendo el monumento que le falta a la Fe de Errores, que en periodismo sería algo así como el Monumento al Soldado Desconocido. Pero hubo alguna rectificación: algún comentarista aconsejó mirar hacia fuera y no tanto hacia dentro, más a lo que se dice en la calle y menos a lo que dicen los políticos que van en caravana a los micrófonos a ver si confirman sus aspiraciones antes de que se pronuncien las urnas.

Pero así es la vida desde los tiempos del cuento de la lechera. Pero de todísimo lo que se dijo, lo que más me maravilló y me llamó la atención es lo que dijo Oriol Pujol, hijo del expresident Jordi Pujol, enseguida que se supieron los resultados y Artur Mas supo que su apellido había sido ya objeto del chiste más famoso, y más manido, de todos los tiempos de la política catalana. Él, en concreto, fue a menos. Lo que dijo Pujol júnior fue que Mas no podía hablar en ese momento histórico porque “está reflexionando”. Tiene derecho a reflexionar, cómo no; le están asistiendo (a favor y en contra) los que le animaron y los que le advirtieron.

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Pujol junior dijo que Mas no podía hablar en ese momento histórico porque estaba reflexionando

Esa expresión de Oriol Pujol me hizo recordar una anécdota, quizá apócrifa, según la cual la familia de un afamado escritor había intentado que el hermano menor se adiestrara también en el arte de inventar. Lo había retirado de los juegos adolescentes y lo había encerrado a leer libros que le permitieran hacer la carrera que había acometido el vástago que le aventajaba en edad y en méritos. Una de esas tardes en que él leía para ser como el hermano mayor fueron a buscarle a su casa unos antiguos compañeros de juegos en el barrio. Quien salió a la puerta a abrir supo de la intención de los otros adolescentes y respondió con esta sentencia:

—No puede, el señorito está leyendo a Dostoievski.

Después de reflexionar, como si hubiera estado leyendo a Dostoievski, Mas no dio de sí una obra de arte, ni una enorme declaración política. Probablemente fue porque no reflexionó demasiado, tampoco ahora, después de la excepcional batalla que dio por la mayoría excepcional. O

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