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Columna
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Cobardes con la inmigración

El miedo se azuza para que creamos que quienes nos roban y empeoran los servicios públicos son esos que acaban de aterrizar y no la derecha con la privatización

Inmigrantes y refugiados, en una manifestación en Atenas contra la política de la UE en materia de migración.
Inmigrantes y refugiados, en una manifestación en Atenas contra la política de la UE en materia de migración.Maria Chourdari (NurPhoto/ Getty Images)
Najat El Hachmi

Siete de cada 10 europeos, según la encuesta a la que hacía referencia Francisco Peregil en este periódico, creen que hay demasiados inmigrantes. Y aunque existen diferencias sustanciales entre países, ya es algo habitual que los datos arrojen la percepción generalizada de que aquí sobra gente. Siete de cada 10 europeos han olvidado sus raíces porque es probable que alguno sea descendiente de extranjeros, pero también sufren una amnesia selectiva con respecto a la historia traumática de este continente que tantos éxodos provocó no hace tanto. En este sentido, hay que reconocer la victoria moral de la derecha (extrema o no) al haber conseguido convertir al inmigrante pobre (valga la redundancia) en chivo expiatorio culpable de todos los males. Rishi Sunak, por ejemplo, está deportando a seres humanos inocentes por un elevadísimo coste mientras su partido pierde en las urnas. Desplazar la atención y crear un estado de opinión alarmista respecto de la inmigración es una estrategia de cobardes incapaces de defender públicamente sus medidas neoliberales. Esos millones que van a costar las deportaciones bien podrían destinarse a la sanidad británica que hace aguas por todas partes pero eso impediría el objetivo de desmantelar las estructuras del Estado. Así que el miedo a la inmigración se azuza para que creamos que quienes nos roban y empeoran los servicios públicos son esos hombres y mujeres jóvenes acabados de aterrizar y no la derecha que tiene en sus principios fundamentales la privatización generalizada de esos servicios.

Frente a esta estigmatización tampoco es que haya una clara contestación por parte de la izquierda. Quienes vemos de cerca la segregación urbanística y escolar y toda suerte de dificultades para la integración estamos hartos de escuchar palabrería vacía sobre derechos y libertades sin presupuesto alguno que la acompañe y cansados de la condescendencia que nos pinta como buenos salvajes encerrados en esencias culturales, identitarias y religiosas. La izquierda que saca pecho como defensora de los inmigrantes casi nunca los conoce de verdad ni se interesa por la complejidad del asunto. Sin sonrojase ni un poquito no es raro que eche mano de la instrumentalización utilitarista (es que vienen a cuidar a nuestros mayores y a limpiar nuestras casas). No han conseguido ganar a la derecha en este asunto porque no parece que lo tengan claro y evitan siempre la autocrítica honesta. Encima se dedican a regañar a la clase trabajadora por “votar mal” cuando escoge la extrema derecha.

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