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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Consúltese al príncipe Carlos

Batalla del Gobierno británico para que no se conozcan las intervenciones políticas del heredero de la Corona

SOLEDAD CALÉS

Al borde de cumplir los 64 años, Carlos de Inglaterra ya debería encontrarse suficientemente preparado para sus responsabilidades como futuro rey. Hay quien opina que todo lo que hace forma parte de esas prácticas. A eso parece acogerse el fiscal general de Inglaterra y Gales cuando veta la difusión de 27 cartas enviadas por el príncipe Carlos a siete ministros del Gobierno británico, en 2004 y 2005. El fiscal ha bloqueado un veredicto judicial favorable a la difusión de esos documentos, alegando que forman parte de la “preparación para reinar” del heredero. Las cartas contienen puntos de vista “particularmente francos” y, según el fiscal, es necesario mantener la confidencialidad a fin de evitar inconvenientes al futuro monarca.

La tenacidad de los Gobiernos británicos para mantener el secreto solo es comparable a la insistencia de otros en levantarlo. Al diario The Guardian le había costado años obtener el veredicto que iba a darle acceso a las cartas, aunque de momento seguirá quedándose con las ganas de que la libertad de información prevalezca sobre el secreto. Tras el veto del fiscal, le queda el recurso.

Se sabe mucho del activismo del príncipe para echar abajo proyectos arquitectónicos de corte moderno, que no le gustan, pero se conoce menos la costumbre consuetudinaria de que el Gobierno consulte a la reina y al heredero cualquier disposición legal que pueda afectar a sus intereses privados. Según investigaciones periodísticas, a Carlos de Inglaterra se le ha pedido su consentimiento para una docena de proyectos de ley, en materias de desarrollo económico y construcción, accesos marinos, energía o vivienda, porque podrían afectar a las propiedades de que dispone en Cornualles, al suroeste de Inglaterra, que le proporcionan unos ingresos privados de 17 millones de libras anuales (casi 20 millones de euros).

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El heredero del trono británico mantuvo durante muchos años en secreto su amor por Camila Parker-Bowles, incluso al precio de poner en riesgo su acceso futuro al trono. Pero podría resultarle aún más peligroso insistir en la costumbre de interferir en asuntos políticos.

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