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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Inflación recesiva

El aumento del IPC erosiona gravemente la capacidad adquisitiva de las rentas más bajas

Contra todas las previsiones, la inflación ha registrado un importante repunte el pasado septiembre y contribuye así a agravar el ya deteriorado cuadro económico español. La repercusión a los precios finales del incremento del IVA que decidió el Gobierno ha sido muy superior a la estimada inicialmente. El resultado es una tasa de variación del índice de precios al consumo (IPC) hasta el 3,4% anual, desconocido desde hace años. Las consecuencias de un repunte inflacionista son tanto más adversas por cuanto coexisten con un creciente deterioro de la renta disponible de las familias, un ascenso del desempleo y una próxima corrección de las pensiones, con el fin de garantizar su poder adquisitivo.

Incrementos en precios como los farmacéuticos, tras la introducción del copago, y anteriormente los carburantes, han contribuido de forma determinante a ese repunte. Pero no exclusivamente. La presunción de que el aumento generalizado del IVA no repercutiría completamente en los precios finales de los bienes y servicios afectados no se ha cumplido.

El resultado es una erosión muy significativa en la capacidad adquisitiva de las rentas que afecta de forma diferencial, como es lógico, a las más bajas. La coexistencia de esa tasa de inflación con el alto nivel de desempleo ilustra el impacto mayor de la crisis sobre quienes menos contribuyeron a desencadenarla. A partir de ahí, conviene no poner en marcha la máquina de cometer errores. La definición de un índice de precios que excluyera la traslación de los efectos sobre los precios de los impuestos que se han aumentado, dos meses antes de la fecha comprometida de revisión de las pensiones, por ejemplo, sería inadmisible. En su lugar, el Gobierno español haría bien en aprovechar el argumentario del FMI, contrario al mantenimiento de objetivos de reducción del déficit público tan poco verosímiles como contractivos sobre el crecimiento económico y el empleo, para reorientar las políticas económicas de la eurozona hacia la satisfacción del principal objetivo: la recuperación del crecimiento.

Avanzar por la vía hasta ahora dominante no produce otros resultados que el aumento de ese índice de miseria —la agregación de las tasas de paro e inflación—, que tampoco contribuye a satisfacer el otro objetivo: el saneamiento de las finanzas públicas.

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