Isabel Pantoja, una esfinge en el banquillo
La tonadillera se envuelve en el silencio para afrontar el juicio por blanqueo de capitales
La escalinata de acceso a la Ciudad de la Justicia de Málaga se ha convertido estos días en una especie de santuario folclórico-mediático con un punto genuinamente friki. Cada lunes y martes, alrededor de las ocho y media de la mañana, minuto arriba minuto abajo, el coche de Isabel Pantoja, una berlina gris de lujo, se detiene ante la puerta del edificio judicial. Cerremos el plano en este instante sobre el vehículo: una docena de cámaras, la mayoría de programas del corazón, se lanza sobre las ventanillas para tomar las primeras imágenes de la cantante. En el interior del coche, antes de apearse, Isabel Pantoja, más delgada que nunca y con gafas de sol, besa lo que parece un rosario.
En un segundo anillo alrededor de los periodistas, un puñado de mujeres da saltitos y jalea a la tonadillera con los gritos habituales de “¡guapa, guapa!”, que sirven tanto para piropear a una artista como a una virgen dolorosa, o un no muy original “la Panto, la Panto, la Panto es cojonuda, como la Panto no hay ninguna”. En el momento de enfilar el pasillo de vallas que conduce al edificio, el autodenominado Mocito Feliz, un malagueño que emplea su vida y su hacienda en el noble hobby de intentar salir en televisión detrás de los famosos, entrega a Pantoja un ramo de flores. La cantante lo acepta con una sonrisa.
En la sala, Pantoja ahorra los gestos y trata de no cruzar la mirada con Julián Muñoz. Sin embargo, sí le saludó educadamente en la primera sesión
La escena, que dura escasos segundos, hasta que el enorme inmueble engulle a la artista, sucede en el lateral derecho de la escalinata. Si abrimos el foco al resto del acceso al edificio, la normalidad de abogados, procuradores y funcionarios impera en los accesos al edificio. “Con el glamour que se ve en la tele, y lo poco que tiene aquí”, comenta una mujer, ajena al bullicio.
Desde el pasado 1 de octubre hasta el próximo 16 de abril, la Audiencia de Málaga acogerá las 45 sesiones del (mal) llamado caso Pantoja, la causa por blanqueo de capitales derivado del caso Malaya –la gran trama de corrupción en Marbella (Málaga)–. En la causa están procesadas 10 personas, aunque de ellas solo tres, Isabel Pantoja, su expareja y exalcalde marbellí Julián Muñoz y la exesposa de este, Mayte Zaldívar, merecen la atención de los medios.
Muñoz da la vuelta a la historia
En el banquillo de los acusados, por el que ha pasado ya al menos seis veces en los últimos siete años, el exalcalde de Marbella Julián Muñoz tiende a mostrarse desafiante y chulesco, como cuando ostentaba el bastón de mando municipal. En esta ocasión no ha sido una excepción. La Fiscalía considera que Julián Muñoz utilizó el entramado de sociedades de Isabel Pantoja para ocultar fondos de origen ilícito mediante imposiciones en sus cuentas corrientes o a través de inversiones que iban desde lo inmobiliario hasta lo ganadero. El exregidor se esforzó durante su interrogatorio en dar la imagen opuesta: según él, tras su salida del ayuntamiento, era un hombre arruinado al que la “señora Pantoja” –su entonces compañera sentimental– le tenía que dar dinero “hasta para tomar café”. Muñoz se desvinculó tanto de la compra del chalé marbellí de La Pera como de la adquisición de un apartamento en el famoso Hotel Guadalpín. “De los temas económicos de la señora Pantoja no conozco absolutamente ninguno”, afirmó.
El ex regidor mantiene agrios debates con fiscales y jueces, que muchas veces tienen que llamarle al orden. La última vez fue el pasado martes. Muñoz fue el primer procesado en someterse al interrogatorio de la fiscal María del Mar López Herrero, especialista en delitos económicos. Cuando la representante del ministerio público le preguntó cómo, si teóricamente no tenía dinero, compraba sociedades limitadas, él contestó: “[Lo hice] porque quería, como hacen muchos españoles”. En ese momento, el presidente del tribunal, Federico Morales, no pudo evitar amonestarle: “Usted divague por si, no en nombre de los españoles, por respeto del momento que estamos viviendo y sufriendo, no extienda su conducta al resto de los españoles”.
Traspasado el umbral del edificio, Isabel Pantoja pierde su indudable aura de artista y se convierte en una esfinge que aguanta las tediosas sesiones despojada de las gafas de sol –el presidente del tribunal, Federico Morales, le obligó a quitárselas en las dos sesiones iniciales celebradas en junio–. De hecho, la cantante se ha preparado para el duro trance envolviéndose en un manto de silencio mediático y artístico: ni entrevistas exclusivas, ni galas. El mutismo –solo roto por su entorno en algunos platós y en las redes sociales– contrasta con su febril actividad anterior. En los meses previos a la vista oral, la artista sevillana multiplicó sus apariciones televisivas y sobre el escenario, lo que le permitió hacer una notable caja, quizá un colchón en caso de que el tribunal le condene a pagar los 3,68 millones de euros de multa que le reclama el fiscal.
Para estar cerca de Málaga y alejarse de Madrid, Pantoja se ha refugiado en las últimas semanas en su finca La Cantora, entre Barbate y Medina Sidonia (Cádiz), herencia de su fallecido esposo, el torero Francisco Rivera, Paquirri. Esta decisión le ha traído un primer disgusto: el pasado miércoles, unos ladrones entraron en su chalé de la urbanización madrileña de La Moraleja aprovechando su ausencia.
Pantoja ha tratado en todo momento de cultivar un perfil bajo y de proteger a su familia del impacto mediático del juicio. La cantante está a punto de ser abuela y ha sido vista comprando ropa con Jessica Bueno, la pareja de su hijo Kiko. Además, este año, según ha publicado la revista Lecturas, la tonadillera ha enviado a su hija Chabelita, de 16 años, a un internado de la provincia de Cádiz. El traslado de la menor coincide con la publicación de unas imágenes en las que se veía a esta junto a un chico mayor de edad y la periodista Chelo García Cortés, amiga de Pantoja, en una terraza.
Mientras, en la sala, Pantoja ahorra los gestos y trata de no cruzar la mirada con Julián Muñoz –al que, sin embargo, saludó educadamente en la primera sesión–, su hijo Kiko lanzó en Twitter el gesto más elocuente de apoyo. El joven publicó en la red social una fotografía del día de su nacimiento en la que Paquirri besa a Isabel Pantoja, que tiene a Kiko recién nacido en el regazo. El texto del mensaje era el siguiente: “Hoy los dos estamos contigo, Mamá”. El siguiente mensaje, destinado a los programas rosas, tenía como imagen adjunta un gorila haciendo la peineta. Toda una declaración.
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