¿Sobreproteger o enseñar a pasear?
FOTOS: Xoán Piñón
Son muchas las intervenciones recientes que reivindican las posibilidades del puerto como lugar de relación. Más allá de límite de la ciudad, y de espacio para el comercio y el transporte, el puerto ofrece el espectáculo de las vistas y de su actividad de pesca y tráfico de barcos. Sus escaleras, rampas, diques y rompeolas se convierten en miradores incluso en puertos como el de Malpica (en A Coruña) con forma de arco y levantado junto a un acantilado. Allí, la intervención de los arquitectos Juan Creus y Covadonga Carrasco ha conseguido hacer habitable un acantilado apoyando un paseo de prefabricados de hormigón en resaltes y coronaciones.
Así, Malpica cuenta hoy con un puerto a capas, paseable, un recorrido con vistas que se visita como un parque en el que las atracciones, brisa, vistas, olores y movimientos de barcos y personas, son sutiles. El nuevo espacio estaba allí, pero nadie lo había ordenado. Ni explotado. “De la nada aparece ante los ciudadanos el espacio de los escaladores, de los nidos de gaviota, de las rocas ocultas, un lugar intermedio que contempla, sin interferir, la actividad portuaria”, explican los proyectistas. Con su intervención, el suelo de la dársena se ha puesto a la misma altura que el muelle de la compuerta. Así, el puerto ha crecido y también se ha ordenado (enterrando bajo un metro de relleno la conducción de saneamiento que recorría, a la vista, la fachada marítima). Por eso, la intervención tiene mucho de recuperación. No solo se ha salvado la fachada de un pueblo, también ha resurgido la topografía. En los muros sobre los que se asientan las casas, muchos de ellos de piedra, ahora puede leerse el acantilado.
Los arquitectos explican que pocos lugares en el litoral gallego admiten la tábula rasa y eso invita a ser cuidadosos. Tanteando la topografía del lugar ha sido el modo en que ellos consiguieron sus respuestas, “de una belleza distinta, quizás cubista” pero reflejo de intenciones claras y de objetivos populares.
Pero más allá de recuperar y rescatar, el nuevo paseo es una escuela urbana. Parte del puerto, el mirador del Murallón es un lugar importante en la memoria de este pueblo pesquero. Ahora es más amplio y se ha separado del tránsito de vehículos. Por eso, el nuevo recorrido por el puerto, con zonas de acantilado cubiertas con hormigón es, en realidad, un mirador de más de 13.000 metros cuadrados que tiene muy pocas verjas. Mediante un pliegue en el remate de las losas de hormigón, los arquitectos han logrado evitar el uso de barreras protectoras que exige la normativa de espacios públicos. No se trata solo de evitar perder las vistas y convertir una zona de recreo en una jaula, la falta de barreras tradicional de los puertos ha sido siempre una escuela de civismo: uno debe responsabilizarse de los pasos que da, debe ser consciente de vigilar por dónde anda sin que nadie –madre o autoridad portuaria- tenga que llevarlo toda la vida cogido de la manita.
En la memoria de esta intervención en Malpica están los muros y los muelles de piedra, las plataformas inclinadas, verticales y horizontales, planas, lisas, sufridas y rozadas por los barcos. Sin embargo, en la creación de nuevos espacios está la utilización de un elemento y sistema constructivo contemporáneo: el prefabricado de hormigón que permite pliegues limpios que evitan las barreras y confían en la educación cívica.
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