Empezar la casa por el baño
Mujeres de Malawi se reunen para debatir cómo construir un barrio mejor.
“En lugares donde no hay muchos recursos hay que echarle ingenio, y las mujeres son muy buenas en eso”. Una de las cosas que más le ha sorprendido a la arquitecta chilena Joan MacDonald en sus viajes por Latinoamérica, África y Asia es que son las féminas las que lideran los procesos de transformación de los tugurios (poblados pobres de chabolas en las ciudades) para convertirlos en barrios habitables y dignos. Y todo empieza por el baño. En ciertos países como la India, Pakistán o algunas zonas de Bolivia los habitantes del suburbio hacen sus necesidades en la calle, las vías del tren o a campo abierto. “Para las mujeres es muy duro hacer sus necesidades así, es peligroso y no tienen intimidad”, dice la especialista en programas de asentamientos humanos que está en España para impartir un curso sobre vivienda y pobreza en la Universidad Menéndez Pelayo.
Así que las mujeres empiezan por diseñar baños para sus viviendas o comunitarios. “Y tienen buenas ideas”, explica MacDonald. En una visita a uno de los proyectos en un campo de refugiados en Nepal, en el que está implicado el Servicio Latinoamericano, Africano y Asiático de Vivienda Popular (SELAVIP), que preside la arquitecta, eran ellas las que pedían la construcción de aseos en las escuelas para que las niñas no dejaran de ir.
“Hace un par de años en la India”, recuerda MacDonald, “conocí a tres señoras de un tugurio que empezaron a reclamar la construcción de unos baños en el barrio”. Pero no se quedaron ahí, aquellas mujeres empezaron a hacer sugerencias, como que hubiera una sección de niños “para que se acostumbraran a usarlos”. Y aun más: una vez levantados montaron una sala de fiestas sobre el techo de la edificación. “Un arquitecto no hubiera pensado en eso”, apunta. Pero aquellas señoras sabían lo que hacían. “Con lo que recaudaban de alquilar el local podían sufragar el mantenimiento de los aseos”, alaba MacDonald. De la necesidad de un retrete surgió un proyecto más amplio que beneficiaba a toda la comunidad: ahora los vecinos tienen dónde celebrar las bodas y cumpleaños.
Aquellas mujeres son hoy las jefas de un gran proyecto de renovación del tugurio. “Tienen una oficina con muchas personas a su cargo y están cambiándole el rostro a ese barrio”, cuenta MacDonald, que las visitó hace unos meses. La explicación que la arquitecta ha encontrado a este fenómeno, que ha comprobado sobre el terreno, es que las féminas están dispuestas a invertir sus ahorros y su tiempo en sus hijos, su hogar y, por extensión, en su ciudad. Lo ha visto en Bolivia donde las mujeres no se quedaron satisfechas cuando les construyeron baños en sus casas, después empezaron a reclamar un sistema de alumbrado, escuelas, pavimento… “Son necesidades sentidas y están todo el tiempo molestando a los alcaldes”, cuenta Mac Donald. “Un hombre se hubiera conformado”, zanja.
“A las mujeres este esfuerzo les ha costado mucho en términos familiares”, explica MacDonald. ¿El siguiente paso sería empezar a compartir tareas domésticas? “Sí”, responde rotunda. Pero para eso queda mucho recorrido. Otras pequeñas batallas tienen prioridad. Una de ellas es que se reconozca a las mujeres la propiedad de las viviendas que construyen. Una vez mejoradas las casas, los hombres pretendían venderlas. “Nos encontramos con ese problema en Pakistán. Fue un gran logro que estuvieran a nombre de los dos”, rememora. Esto sucede con frecuencia en Ásia y Áfica –“en Latinoamérica está más avanzado”, dice-, por eso unas de las líneas de trabajo de la organización que preside MacDonald es que se hagan cartas o documentos informales que impidan a los hombres vender la vivienda sin el consentimiento de las mujeres de la casa, que al fin y al cabo son las que han luchado por remodelarlas.
Tras horas de conversación sobre cómo las féminas impulsan a sus comunidades a salir de la pobreza, se organizan, son sensibles a los problemas de los demás, se sobrecargan de responsabilidades, molestan a los políticos, piden créditos para invertir en la mejora de su barrio… todo queda reducido a una frase: “Las mujeres son bravas”.
Imágenes facilitadas por Joan MacDonald.
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