A la caza del periodista somalí
El pasado 12 de agosto fue un día aciago para los periodistas somalíes: dos de ellos fueron asesinados en las calles de Mogadiscio. En lo que llevamos de año, nueve periodistas han sido asesinados en Somalia. Desde 2005, el total sería 37 periodistas asesinados, si añadimos estos dos al recuento que ha hecho Reporteros Sin Fronteras (RSF).
En el primer siniestro del pasado día 12, Yusuf Ali Osman, conocido como Farey, fue asesinado a disparos por un grupo de desconocidos que iban vestidos con uniformes de instituto. Farey había sido director de Radio Mogadiscio y en la actualidad trabajaba para el Ministerio de Información somalí y daba charlas en el Club de Periodistas de Somalia (Somalia Journalists Club, SJC).
Más tarde, se supo que otro periodista, Mohamud Ali Buneyste, murió tras recibir varios disparos mientras hacía fotos en la escena de un accidente de tráfico, según la Asociación de Periodistas Somalíes Exiliados (Somali Exiled Journalists Association, SEJASS), que atribuyó esta información a testigos presenciales. Buneyste trabajaba para la radio Voz de la Democracia (Voice of Democracy, VOD), y también era el webmaster del medio online Horyaal Media, había vuelto hacía poco a Mogadiscio tras pasar varios años en el exilio.
Mogadiscio ha recobrado una paz relativa pero la ciudad está en gran parte destruida y personas desplazadas se instalan donde pueden (Foto: Goran Tomasevic / Reuters)
Sin embargo, Al Shabab aún controla importantes partes del país y mantiene una cierta capacidad para realizar atentados en Mogadiscico. Fuerzas de seguridad, políticos y periodistas se cuentan entre sus objetivos.
"Es doloroso y nos rompe el corazón perder a un gran periodista cada mes", dijo el mismo día 12 en un comunicado Mohamed Osman Hussein, presidente de la SEJASS, con sede en Nairobi. "El Gobierno de Somalia debe mostrarse capaz y llevar a cabo una investigación incansable para identificar la conspiración detrás de estos asesinatos y llevar ante la justicia a los responsables de éste y de los crímenes anteriores".
Hace unos días, el 31 de julio, también fue asesinado Abdi Jeylani Malaq, conocido como Marshale, un cómico somalí muy popular que participaba en varios medios de comunicación, al que un grupo de asaltantes también mató a disparos. Marshale era conocido por hacer bromas y chistes sobre Al Shabab. Esta milicia ya había amenazado con matar al cómico, lo que en el pasado le obligó a esconderse en la región independentista de Somaliland.
Si se confirma que Farey, Buneyste y Marshale han sido asesinados por hacer su trabajo, por el momento habrán sido nueve los periodistas somalíes muertos en 2012 por este motivo. Nadie ha sido arrestado ni llevado a juicio por estos crímenes.
"Esta cultura de impunidad debe acabar. No podemos permitir que quienes usan la violencia para sus propios objetivos pongan en peligro las libertades fundamentales representadas por la libertad de prensa. Éste es un momento decisivo en el proceso político y el trabajo de los medios de comunicación ha de ser protegido para que el pueblo somalí esté completamente informado", dijo también en un comunicado el día 13 Augustine Mahiga, representante especial de la ONU para Somalia.
Según las cifras del Comité para la Protección de los Periodistas (Committee to Protect Journalists, CPJ), que aún no incluye a las tres últimas víctimas somalíes, Somalia es el segundo país en el que más periodistas han sido asesinados en lo que llevamos de año, sólo por detrás de Siria, donde el CPJ cuenta 16 muertes, tres de ellas sin motivo confirmado. Desde 1992, un año después de que se iniciara el conflicto que aún hoy dura en Somalia, el CPJ cuenta 42 periodistas asesinados en este país (tres más si añadimos los tres últimos asesinados).
RSF rebaja el número de víctimas en Siria a cinco y, en Somalia, sí cuenta el caso de Marshale pero aún no incluye las dos víctimas de este fin de semana. Para RSF, Somalia es el país donde más periodistas han sido asesinados en 2012 con siete. Según el recuento de RSF desde 2005, en Somalia han sido asesinados 35 periodistas (dos más si contamos a las víctimas del pasado fin de semana).
En estos últimos años, y que yo sepa, sólo un periodista extranjero ha muerto en Somalia. Fue el cámara malayo Noramfaizul Mohd Nor en septiembre del año pasado. Nor viajaba en un coche que formaba parte de un convoy de una organización humanitaria malaya cuando recibió un disparo de un soldado de AMISOM.
Siempre hablamos de lo peligrosos que son Mogadiscio y Somalia y es cierto que Somalia es uno de los peores lugares del mundo para ser periodista - si eres somalí. Si eres un periodista occidental y cuentas con los suficientes medios económicos, Somalia es un lugar excitante en el que pasar unos pocos días de aventura informando desde un lugar en guerra sin apenas correr riesgos. O, en los últimos meses y en el caso de Mogadiscio, desde una ciudad ya no en guerra pero aún destrozada, que sufre atentados muy a menudo y que visualmente te hace sentir como si estuvieras en una película. Por no hablar de la terrible situación humanitaria que aún se vive en muchas partes del país. Nosotros vamos, nos paseamos entre las víctimas, les hacemos cuatro fotos y cuatro preguntas y nos volvemos a casa.
No pretendo ser demagógico: es muy importante que la prensa extranjera informemos desde lugares tan complicados como Mogadiscio y el resto de Somalia. Que sean diversos medios de diferentes países los que consigan acceso y ofrezcan distintas versiones de lo que ocurre en el terreno. Pero el día a día en el terreno, y no sólo en Mogadiscio, consiste en muchísimo más de la pequeñísima parte que nosotros podemos llegar a vislumbrar durante nuestras excursiones. Y son o deberían ser los propios periodistas locales los que contaran esta realidad. Además, los periodistas somalíes también deberían vigilar a su Gobierno y hacerle rendir cuentas ante sus ciudadanos, y que no sólo y ocasionalmente sean medios extranjeros los que realicen esta labor.
Por muy valientes que queramos parecer los periodistas extranjeros, ocurre que hay vida y en demasiadas ocasiones muerte más allá de nuestros propios viajes a Mogadiscio y que los periodistas somalíes están pagando un precio altísimo por hacer su trabajo en su país.
Somalia y Mogadiscio viven un momento clave en su historia reciente. La capital ha conseguido regresar a una cierta normalidad en este último año, ha aumentado la seguridad, cada semana abren nuevos negocios y muchos somalíes están volviendo del extranjero para participar en este renacimiento de Mogadiscio. Al Shabab podría perder pronto su último bastión, la ciudad portuaria de Kismayo, de donde consigue gran parte de sus ingresos gracias al puerto. Aunque la derrota militar no implicará su desaparición y aunque hay que ver si el Gobierno podrá ser capaz de mantener la estabilidad en todo el país, por primera vez en 21 años parece que la posibilidad de una Somalia en una relativa paz está al alcance de los somalíes. Y en un momento así, la seguridad y la libertad de los periodistas somalíes para ejercer su trabajo debería ser uno de los pilares sobre los que se levante esta nueva estabilidad.
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