“La solución está en la cooperación entre la gente y no en la competición para ser el primero”.
El nuevo Premio Nacional de Arquitectura de Cataluña, Josep Bunyesc , construyó la primera casa pasiva en Lérida, su propia vivienda, hace tres años y en un plazo de cinco semanas. Hoy trabaja en esa ciudad con dos arquitectos colaboradores a tiempo parcial y dos estudiantes de aparejador en prácticas de tres meses. Juntos elaboran ahora varios proyectos, pero solo cuatro con “buenas perspectivas de salir adelante, aunque los cuatro son de pequeño tamaño”, aclara. El arquitecto invita a recuperar la tradición y abandonar la competición.
¿De qué viven y cómo? ¿Con qué holgura? Por suerte aún vivimos de resolver encargos haciendo los proyectos, coordinando los trabajos, controlando los costes económicos y los tiempos de ejecución.
¿Cuántos trabajos fuera de la arquitectura realizan para poder realizar arquitectura? El tipo de trabajo no es muy diferente del que han realizado los arquitectos toda la vida. Está bastante centrado en la evolución compleja del proyecto desde el inicio de la necesidad de una persona hasta lograr llegar a satisfacer esa necesidad de la mejor manera que sabemos y procurando que esa necesidad quede satisfecha durante muchos años a un coste asequible.
¿Qué tratan de conseguir? En las obras que tenemos entre manos queremos que el resultado sea útil, que esté preparado para ofrecer la función que pide el usuario y también para subsistir airosamente en el futuro. El presente nos impone ya una reducción de recursos en todo el proceso de la profesión, tanto en la construcción como en el mantenimiento de los edificios. Entendiendo el mantenimiento como su durabilidad y también la energía que necesitan los edificios para funcionar. Estas energías cada día serán más difíciles de conseguir o mas caras y algunos edificios dejarán de ser útiles por el alto coste de mantenimiento que tendrán.
¿Qué propone? Rehabilitarlos para que tengan menor coste de mantenimiento. Se puede arreglar lo que está mal hecho, pero urge hacer bien lo que está por hacer. Por esta razón tratamos de reducir al máximo las necesidades energéticas de los edificios en los que intervenimos y buscamos que tengan un mantenimiento mantenimiento para que no supongan un gasto perpetuo para su usuario.
¿La sostenibilidad es compatible con otras aspiraciones de la arquitectura como la estética o la aportación cultural? La sostenibilidad es cultura. Y tratamos de que las intervenciones que realizamos aporten algún interés espacial una vez que su función queda bien resuelta.
¿La situación actual es más fácil afrontarla como grupo o individualmente? Hay que afrontarla pensando en nuestras necesidades reales. Las reflexiones hay que hacerlas pluridisciplinarmente para tener una idea más general y no perdernos en detalles insignificantes. Hay que replantearse muchas cosas que parecían evidentes y ver si no hay otras formas de hacerlas. Esto requiere mucho esfuerzo porque hay que empezar de cero en algunos temas o replantearlos de base: desde sistemas constructivos a tipos de materiales y planteamientos de instalaciones. Hay que intentar perder la inercia del pasado reciente y arriesgar un poco más en innovación y encontrar soluciones mejor adaptadas a la realidad del presente y del futuro próximo.
¿El siglo XXI reinventará la arquitectura? Tampoco se trata de reinventarlo todo sino que, en muchas ocasiones, la solución no está en las nubes sino mirando en la tradición de cada lugar, en la cooperación entre la gente y no en la competición para ser el primero. Tradición que en su día había logrado una buena sintonía y equilibrio entre el entorno físico y natural con las personas y su forma de vida. Hoy estos vínculos en varias ocasiones se han roto y han provocado una crisis.
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