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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Europa, pendiente

La suerte de la UE depende en buena parte del resultado de las elecciones en Francia y Grecia

Son los ciudadanos franceses los que este domingo van a decidir quién será su presidente durante los próximos cinco años, Nicolas Sarkozy o François Hollande. Y de las papeletas de los ciudadanos griegos saldrá si este castigado país logra un Gobierno estable o no. Son dos elecciones nacionales, pero con consecuencias para la política económica en la UE, el euro e incluso para el resto de un mundo interdependiente.

El largo y duro debate del pasado miércoles entre los dos contendientes de la segunda vuelta ha reflejado dos modelos, para Francia y para Europa. El socialista, en cabeza en los sondeos, ya ha ganado algo por adelantado: haber impulsado la idea de que una agenda de crecimiento acompañe a la austeridad en la UE. Hasta su rival se ha subido a este carro, que también apoya ahora la canciller Merkel. Cómo se concrete está aún por decidir. Pero de casi todos los electorados europeos, incluidos los británicos que votaron en sus municipales, sale un grito: basta de austeridad. O, al menos, la austeridad no basta.

La política de austeridad no desaparecerá. Sarkozy se ha comprometido a llegar al equilibrio presupuestario en su país en 2016, y su rival, en 2017 y que los más ricos contribuyan más. Sarkozy quiere que el Estado-nación recupere el lugar que ha perdido en la UE, reforzar las fronteras internas y frenar la inmigración, sobre todo la musulmana. Sarkozy se ha derechizado en los últimos tiempos, y muy especialmente tras la primera vuelta, para atraer a ese 18% de electores que votaron por Marine Le Pen. Ha descuidado el centro, y el centrista por excelencia, François Bayrou, que logró un 9% de los votos, se ha pronunciado a favor de Hollande, que aboga por una Francia y una Europa más abiertas y con mayor dimensión social. Cualquiera que sea el ganador debe comprender que el eje franco-alemán es necesario, pero que no debe imponerse, sino abrirse a los países que comparten el proyecto europeo. La colaboración de Sarkozy ha sido determinante en la lucha contra ETA, y gracias a su ayuda España está hoy en el G-20. Pero a este país asfixiado por la austeridad le viene mejor la Europa que defiende Hollande.

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Aunque Sarkozy ha realizado más reformas que sus predecesores, se ha quedado corto para una Francia que pierde competitividad. Hollande tampoco ha presentado un programa reformista de calado. Hay algo de irreal en ambos. En todo caso, la carrera en las urnas no acaba este domingo. Aún quedan las dos vueltas de las legislativas en junio para saber con qué Parlamento contará el presidente y qué fuerza tendrá en él Le Pen.

Las elecciones en Grecia pueden incidir de modo más inmediato sobre la estabilidad del euro si los dos grandes partidos, Nueva Democracia y el socialista Pasok, no logran —juntos a su pesar— una mayoría para respetar los compromisos adquiridos y reformar el Estado con un Parlamento atomizado y radicalizado. Pero los griegos quieren seguir en el euro, y se trata de una economía intervenida, es decir, esencialmente gobernada desde Bruselas.

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