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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las 'giocondas' no se miran

En su exposición dedicada a Leonardo, el Louvre sitúa a la obra del Prado lejos de su pieza emblemática

MARCOS BALFAGÓN

La llamada Gioconda española ha viajado a París, invitada por el Louvre. Era lógico que hubiera curiosidad por las cuestiones de protocolo y que interesara sobremanera conocer dónde iba a ser colocada para su exhibición. La excusa para el desplazamiento es la gran exposición que la pinacoteca francesa dedica a Leonardo, que se inauguró ayer, y que ha concebido para celebrar la imponente (y polémica) restauración de Santa Ana, una de sus obras más ambiciosas. El asunto que tenía en vilo a estudiosos, expertos y aficionados era si la célebre Gioconda del Louvre iba a recibir personalmente a la Gioconda del Prado y si estaba dispuesta a acogerla en un lugar próximo para que el público pudiera admirar la belleza de ambos cuadros, uno frente al otro. O, si prefieren, una al lado de la otra.

También podía ocurrir que la gran dama del arte occidental se negara a tener cerca a esa impertinente señorita que acaba de recuperar el esplendor de sus colores originales. Así podría evitar que se pudiera caer en la tentación de las comparaciones odiosas.

Y eso es lo que ha hecho el Louvre. Dejar a la gran dama en su sitio y colocar a la visitante en las salas del entresuelo, muy cerca del San Juan Bautista y a unos 25 metros de Santa Ana, la verdadera estrella de esta exposición. Su restauración duró 18 meses y dimitieron dos de los 16 expertos del comité científico internacional que supervisó el proceso: entendían que el trabajo había sido muy agresivo. El Louvre no lo ve así. Defiende que ha sido muy cuidadoso con el original.

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El comisario de la exposición se dejó llevar por el entusiasmo ante el fascinante paisaje que emerge, después de la restauración, detrás de santa Ana y exclamó que incluso se ve en el fondo un torrente de agua. Si hubiera dado unos pasos más para detenerse ante la Gioconda española, ¿qué detalle habría subrayado de los sutiles trazos con que su autor plasmó esos valles y montañas que tanto se parecen a los que Leonardo pintó como fondo de su Santa Ana? Tanto esplendor encierra un mensaje cifrado: si técnicamente es posible, ¿qué espera el Louvre para restaurar su obra más emblemática? ¿No tendrán miedo de algo? Su Gioconda apoyaría el gesto. Si puede limpiarse el paso del tiempo, ¿por qué no lucir más bella?

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