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DAGUERROTIPOS: JILL ABRAMSON
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Exploradora del otro lado del río

"Jill Abramson, nueva directora de 'The New York Times'. Es inevitable: cuando una mujer corona una cumbre social se dice que es una dama de hierro o una señora con un par de pelotas"

Manuel Vicent
EDUARDO ARROYO

Jill Abramson, la nueva directora del periódico The New York Times, nació en Nueva York hace 57 años. No está permitido llamar vieja a una persona de esa edad si es dura, inteligente y ambiciosa como esta mujer. Mírala bien; sus pómulos anchos, el pelo planchado sobre las mejillas, la mirada directa, los labios finos apretados y las arrugas necesarias en su rostro expresan una voluntad de hierro. Otra vez el tópico. Siempre que una mujer corona una cumbre política o social se dirá de ella inevitablemente que es una dama de hierro o una señora con un par de pelotas.

En este caso, el hierro obedece a un hecho real. En su día fue atropellada por un camión frigorífico que le rompió la pelvis y un par de huesos más. El traumatólogo hubo de recomponer los destrozos de su esqueleto con piezas de titanio, que no fueron suficientes porque después de andar un par de años en silla de ruedas, una vez recuperada, se le ocurrió escalar una montaña, se rompió la clavícula al caerse a plomo desde una breña y se le añadió más metal. Esta mujer está fabricada, según cuentan, de hierro por dentro y de una astuta delicadeza por fuera. Se licenció en Literatura e Historia en Harvard, tiene el aire sofisticado de los seres que se han criado en el Upper East Side de Nueva York, pero lleva el hombro tatuado con la imagen de la ficha que se necesita para acceder al suburbano, un transporte que esta mujer ama sobremanera porque la puede llevar a todas partes, aunque en la ficha pone: válida para un solo viaje.

¿Hacia dónde se dirige esta dama con su espíritu lleno de herrajes? El periodismo está cruzando hoy un ancho y abrupto río en medio de una selva oscura y azarosa. En esta guerra de la información, el ejército se ha dividido en dos. Mientras una parte de sus huestes, compuesta de periodistas curtidos, descreídos y resabiados, amamantados por Gutenberg, trata de hacerse fuerte todavía en la retaguardia analógica, una avanzadilla de exploradores, formada por jóvenes sin pasado con el cráneo rapado y un aro en la oreja, ha alcanzado ya la otra orilla digital y ha establecido allí una cabeza de puente con el propósito de levantar un baluarte en el aire. Los periodistas de la parte de acá aún adoran a los dioses de papel, se reconocen en sus viejos héroes, llevan en el fondo del cerebro el olor a linotipia y el fragor de las ametralladoras Underwood con un coñac al lado, se resisten a cruzar al otro lado del río, pero lo cierto es que en ese territorio digital está el futuro, la excitante aventura de la selva bajo una algarabía de cotorras y papagayos. Tal vez allí los nuevos periodistas, como en la floresta arborescente del paraíso, están poniendo todavía nombres a las cosas y a los animales para que existan.

Jill Abramson, la primera mujer al timón de The New York Times en sus 160 años de historia, navega ahora entre las dos riberas de ese río sorteando sus bajos, batiéndose contra los remolinos que amenazan con engullirse esa nave emblemática. No es una intelectual como sus antecesores en el cargo Bill Keller y Lelyveld, no ha ganado ningún premio Pulitzer, no ha ejercido una corresponsalía internacional ni ha brillado en ningún trabajo de investigación. Sus enemigos le echan en cara que se diera a conocer por haber escrito un libro muy tierno sobre su perro en lugar de enfrentarse a Bush cuando invadió Irak. Puede que esta mujer enamorada de Internet tenga una deriva a valorar el lado frívolo de la cultura popular, a creer que dentro de cada lector de periódicos de papel ya ha comenzado a germinar un espectador, un radioyente, un cazador de noticias a través de los dedos, al que ella deberá proporcionarle una nueva papilla informativa, licuada, digital.

Una de las ventajas que tiene vivir siempre con retraso es que nos permite ser profetas del pasado y saber lo que nos tocará vivir dentro de unos años. En este sentido, lo que le suceda a Jill Abramson será nuestro espejo. Esta periodista está formada en la vieja escuela del periodismo de referencia, en la biblia de The New York Times, información rigurosa, edición inteligente y redacción elegante, pero seis meses al frente de la sección digital del periódico han sido suficientes para que sea elegida como exploradora de ese nuevo territorio que está al otro lado del río, allí donde habitan ya las criaturas digitales, unos terrícolas de gomaespuma y orejas verdes, puntiagudas.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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