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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ricky Gervais a la española

Afortunadamente ha ganado 'No habrá paz para los malvados'

SOLEDAD CALÉS

Resulta que el cine español tiene su propio Ricky Gervais (el presentador corrosivo y faltón, que son cosas distintas, de los Oscar) y nadie se había enterado. Santiago Segura apareció en el escenario de los Goya tan bruscamente como el dúo tronado de Anonymous o el maletilla que pidió dinero para rodar un wéstern extremeño, aunque la Extremadura de Monago, más que para wésterns, está para películas posapocalípticas tipo Mad Max. Segura reivindica los Torrente con razón objetiva (la taquilla miente poco) y subjetiva (cualquiera de los títulos de la saga es igual de solvente que alguna baratija hinchada que ayer consiguió varios goyas). Mérito añadido, Segura se adelantó a estos tiempos con su personaje de policía franquista y camastrón; Torrente y el grano reventado delante de espejo y cámara nos parecerán en breve más progresistas que los departamentos de Justicia y Trabajo del nuevo Gobierno. Que Segura presente la próxima gala de los Goya es un riesgo. Quizá aparezca con la camiseta de Torrente. Pero seguro que el espectáculo con este Gervais poligonero es divertido, irritante y salaz.

Segura se diferencia de Gervais en el tono quejumbroso —¿qué hay de lo mío?— que se atisba por entre las costuras de sus chascarrillos. Es un mal nacional, no tiene importancia. El día hubiera sido redondo si, por una fausta singularidad en el espacio tiempo, Segura hubiera sido teletransportado al Congreso del PP y Rajoy, en justa reciprocidad, se hubiera materializado ante la élite del cine español. Solo la Academia puede valorar la insulsa intensidad interpretativa de Rajoy sobre la reforma laboral (“es justa, buena y necesaria”); solo Arenas y el PP sevillano están capacitados para calibrar el esfuerzo de “poner a Kiko Rivera (vulgo Paquirrín) a trabajar”. El artista debe aspirar siempre a su mejor público.

Felizmente ganó No habrá paz para los malvados de Enrique Urbizu. Cine con talento, pero de género y con oficio. Ojalá los Goya de 2011 preludien un cambio en el cine español y vayan ocupando la cuota que les corresponde a los productos de forzada nostalgia y simbolismo de vía estrecha. El espectador lo agradecerá.

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