¿Prótesis o infarto?
Hay que evitar la creación de un sistema con dobles estándares que complique aún más el laberinto institucional en la UE
La ocupación de la escena europea por el tándem Mercozy ha ocultado el sensato diagnóstico del polaco Tusk ante el Parlamento Europeo: no estamos para triunfalismos y seguimos al borde del precipicio. Juicio que seguía a la rompedora declaración de su ministro de Asuntos Exteriores, Sikorski en Berlín cuando, tras recordar que Alemania no es inocente víctima del despilfarro ajeno —rompió el pacto de estabilidad y sus bancos hicieron inversiones temerarias— llegó a una sorprendente conclusión en boca de un polaco: "Temo menos el poder de Alemania que su inactividad".
Polonia es hoy el país primero de la clase en europeísmo constructivo. Tras una brillante Presidencia, su economía crece y reitera su voluntad de entrar en el euro. La época del nacionalismo agresivo y eurofóbico de los gemelos Kacinski queda lejana.
Los actuales dirigentes polacos ponen el dedo en la llaga sobre cómo curar los males de la Unión Europea: tratamiento de choque o terapia prolongada. La propuesta del Consejo apuesta por continuar la vía ortopédica con la receta de reformar los Tratados.
Polonia es hoy el país primero de la clase en europeísmo constructivo
Desde el comienzo de la crisis, esa terapia ha sido intensa: semestre europeo, con orientaciones comunitarias para encuadrar la soberanía presupuestaria de los Estados miembros; pacto del "euro plus" para reforzar la coordinación de sus políticas económicas; paquete de seis leyes para asegurar un mayor nivel de vigilancia y coordinación; medidas de saneamiento de la banca, así como la creación del Fondo de rescate utilizado para Grecia, Irlanda y Portugal, cuya dotación se ha elevado a un billón de euros.
Ahora se propone acentuar estas medidas con la generalización de la regla del freno de la deuda y sanciones semiautomáticas. Para ello, se está negociando un acuerdo intergubernamental entre 26 lo que se podría hacer mejor con la legislación actual basada en el método comunitario. Ante todo, hay que evitar la creación de un sistema con dobles estándares que complique aún más el laberinto institucional. Además, las medidas necesitan tiempo, primero para aprobarse con la ruleta rusa de la ratificación, y después para modificar conductas de modo virtuoso y no quedarse en graves admoniciones. La primera condición es que haya propósito de la enmienda en sus dos máximos proponentes —Alemania y Francia— que en el pasado cambiaron las reglas a mitad de partido para no ser sancionados.
Sin negar que la ortopedia más la cirugía podrían ser útiles a largo plazo, el problema actual que nos sitúa al borde del abismo es el infarto circulatorio, que debe ser atacado prioritariamente para que el organismo sobreviva. Si las decisiones del Consejo Europeo duran sólo hasta la apertura al día siguiente de los mercados de capitales, es que el tratamiento no es lo suficientemente enérgico. Sobre todo, cuando los fundamentales de la economía europea son mejores en conjunto que los de nuestros socios y competidores. No basta con criticar la perversidad de las agencias de calificación, aves carroñeras que se alimentan de sus clientes, hay que reemplazarlas por sistemas basados en criterios más objetivos y transparentes como lo están debatiendo en el Congreso estadounidense apoyándose en los definidos por la OCDE, club compartido por todos.
El problema no es de solvencia, sino de liquidez. La decisión del Consejo de que el Banco Central preste a los bancos a tres años para tratar de ayudar al sistema circulatorio es buena. Pero si ese dinero se pone a renta fija, los bancos no se prestan entre ellos y no circula el crédito, sangre de la economía, no hay recuperación.
La cuestión clave, la falta de confianza, no está siendo atacada a fondo. Si no hay especulación contra el euro es porque los que lo han intentado hasta ahora se han roto los dientes ante una defensa cerrada y solidaria. Pero si hay especulación creciente contra las deudas soberanas es porque seguimos actuando en orden disperso. Ese es todo el sentido de la propuesta de emitir eurobonos, que no necesitan necesariamente cambiar los Tratados. La regla del 60% del endeudamiento está en vigor desde el Tratado de Maastricht y se puede consolidar en un Fondo de amortización y garantía bloqueado, decisivo para fortalecer el corazón económico europeo.
Además, esta propuesta no viene solo de los pródigos periféricos, también la defienden los presidentes de la Comisión, del Consejo y del Eurogrupo. La ha propuesto también el Consejo de Sabios alemanes a la canciller Merkel, apoyándose en la experiencia del fondo creado para la reunificación alemana. El único argumento de autoridad en contra es que la canciller se niega. Habrá que ver por cuánto tiempo, porque el infarto se está extendiendo también a Alemania. Mientras tanto Sarkozy y Cameron siguen enzarzados con el viejo deporte franco-británico del duelo a garrotazos.
Lo urgente es luchar contra el infarto, luego podemos proseguir la terapia para fortalecer el organismo. Y sobre todo, preocuparnos por alimentar una Unión que necesita medios para crecer y responder al desafío de sobrevivir en un entorno cada vez más competitivo, ofreciendo una perspectiva de futuro a nuestros conciudadanos europeos y no fomentando egoísmos insolidarios y populistas.
Enrique Barón Crespo fue presidente del Parlamento Europeo.
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