Esos políticos que nos aman hasta matarnos
Por Cheikh Sène (Dakar). Ver original en francés
No es bueno manifestarse en esta época de campaña electoral en Senegal. De hecho, desde la validación de la candidatura del presidente saliente Abdoulaye Wade, contra la cual la oposición ha luchado durante varios meses, ha habido seis muertos, entre ellos un policía, y nadie sabe hoy si habrá otros o no durante el tiempo que resta hasta las elecciones del 26 de febrero. Después de las manifestaciones que siguieron a la validación y la violenta represión por parte del Estado, los senegaleses permanecen en estado de shock y se plantean, casi todos, la misma pregunta: ¿cómo este país, tantas veces citado como ejemplo de cohesión social, por la paz que siempre ha reinado, ha llegado a esto?
Foto de las manifestaciones en Dakar, la semana pasada. Por Cheikh Fall (@cypher007)
Digo "casi todos los senegaleses", porque en medio de todo este drama que se está representando hoy en día, hay una clase en concreto que tiene otras preocupaciones y se plantea otras cuestiones, lejos de las que ocupan al pueblo. Una clase, la política, con su cohorte de seguidores interesados, obsesionada sólo con la forma de mantener el poder adquirido, con los que lo tienen, con sus oponentes o en cómo ganarlo a cualquier precio.
Algunos dirán que es así en prácticamente en todos los países del mundo, pero en África, en Senegal, esta batalla de los políticos es tan intensa que ha acabado por eliminar toda ética de la actividad política y sobre nuestras cabezas, las ideologías, ya sea de izquierda o derecha, se casan, se adaptan, cambian al calor de los intereses individuales. En una treintena de años, las figuras políticas con las que hemos crecido han sido socialistas, luego liberales, un tiempo comunistas y otro progresistas antes de regresar a sus amores de juventud.
Se mueven tanto y tan bien, que desde hace varias décadas el mismo grupo de individuos dirige Senegal y la mayoría de ellos no se opone al poder hasta el momento en que caen en desgracia junta al dirigente de turno. Así que, para las próximas elecciones presidenciales en Senegal, de 14 candidatos, hay nueve que han servido a varios gobiernos, se han ido de sus partidos originales para unirse a otros o crear uno propio. Esta trashumancia de hombres políticos (que ya no extraña a nadie) o alianzas oportunistas entre algunos de ellos han sido sin duda la principal causa de la falta de interés que los senegaleses (especialmente los jóvenes) muestran desde hace ya mucho tiempo hacia la política.
En 2012, sin embargo, el despertar de esa conciencia política popular, que se utilizó para convertir en realidad la primera alternancia de la historia del país en 2000, está aquí otra vez motivada no sólo por la caótica gestión del PDS (partido de Wade) en los últimos doce años (ha habido muchos escándalos políticos y financieros, además de que el nivel de vida ha disminuido considerablemente en el país), sino también por las intenciones atribuidas al Presidente de querer legar el poder a su hijo Karim. Este último punto ha servido para fortalecer a la sociedad civil, en primera línea de la cual está el movimiento Y'En A Marre (Estamos hartos), compuesto en esencia por artistas de hip-hop.
Por eso, desde el año pasado, la oposición política no se bate solamente en el terreno mediático sino también en el de las manifestaciones, las contraprotestas; la movilización se plantea en los dos niveles. Y desde hace un año, los diferentes partidos alientan a la gente a registrarse como votantes, a interesarse y comprender cuáles son los retos de la próxima votación.
Mientras, el pueblo, objeto de todos los deseos, es movilizado y trasladado a los mítines por 5000 CFA (menos de 10 euros), un sándwich, o un trozo de tela con la imagen del candidato o los colores del partido y nadie se siente ofendido por no conocer los diferentes programas propuestos. El pueblo se deja pisotear o atropellar (dos muertes en los sucesos del 31 de enero se produjeron cuando los tanques de agua de la policía arrollaron a la masa), mientras los líderes de los partidos se atrincheran en sus coches protegidos por sus guardaespaldas que les abren paso para alejarlos del caos, los gases lacrimógenos y las balas silbando.
El pueblo, aquel que se manifiesta, ha terminado por no saber ni a qué líder votar porque cuando se necesita consenso en torno a un candidato único de oposición para poder hacer frente a Wade, ellos ponen sus ambiciones personales y su ego por delante del interés de 12 millones de senegaleses.
Hoy, la razón por la que Wade llegó al cargo en 2000 puede ser la misma por la que sea elegido el próximo presidente de Senegal, si es que sale de la oposición: el voto por defecto. Pero en cualquier caso, la gente sabe ya que no puede confiar más en los políticos porque tras lo sucedido en las recientes turbulencias ha comprendido bien esto: a pesar del amor a Senegal y a los senegaleses que predican, los políticos envían a la policía a dispararles o les ponen delante para que se dejen matar.
Información de las elecciones senegalesas www.sunu2012.sn/ o #sunu2012 en Twitter
Comentarios
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.