De negro por fuera, de rojo por dentro
Por SUSANA PÉREZ DE PABLOS
Hace unos tres años, viví una curiosa anécdota en una tienda de ropa interior de Miami, que me acaba de venir a la memoria al leer el post de Ángeles Espinosa en el que cuenta que, por decreto,las dependientas de las tiendas de ropa interior de Arabia Saudí tendrán que ser a partir de ahora mujeres. En realidad, mi historia solo tiene en común con el tema del que habla Ángeles que trata de ropa interior y de mujeres musulmanas.
Paseando por uno de los grandes malls de la ciudad norteamericana, mi amiga Dalia y yo entramos en una de nuestras visitas obligadas, Victoria's Secret. Estábamos revoloteando por la zona de las novedades cuando entraron un grupo de cinco mujeres tapadas de arriba abajo con sus negros niqabs. El hecho en sí de que entraran me pareció curioso, extraño, contradictorio. Y estupendo a la vez. Y no pude evitar seguir sus pasos, y sus manos. Aunque esta firma tiene ropa interior sencilla, es famosísima, en realidad, por sus prendas supersexys, que exponen divinamente las mejores top-models en las presentaciones internacionales de sus colecciones.
Los pasos del grupo de mujeres de negro se dirigieron directamente justo a la zona de la ropa más sexy: lencería roja, de leopardo; de seda o de tul; cortos camisones transparentes de encaje blanco o negro, ribeteados con estampados de leopardo de colores; conjuntos fantásticos de neglillé con tangas y batas voluptuosas, con los bordes en piel, o de medias hasta el muslo enganchadas en lujosos corsés en cobre y negro. Escogieron decenas de prendas, las más sensuales, las más delicadas, también las más caras… y comentaban (en árabe) entre ellas cada cosa que tocaban, se reían. Realmente disfrutaban.
Ya en el probador, no aceptaron el ofrecimiento de las amabilísimas dependientas de tomarlas medidas para asegurarse de que cada prenda les quedara perfecta (a veces varía según el modelo de sujetador, de corsé o de camisón ajustado). Y coparon tres probadores contiguos. Varias dependientas se pusieron a su servicio. Desde el probador de enfrente solo veía sus pies y varias montañas rojas de prendas apiladas. Se pasaron allí, entrando y saliendo, más de una hora. Lo que tampoco es raro, si te gusta la tienda y probarte su ropa. Es parte del juego. Pero hasta que no las volví a ver en las cajas no caí en la cuenta de que llevaban tres maletitas de ruedas de tamaño de cabina de avión. Las llenaron hasta arriba.
Y salieron por el mall, todas de negro, con sus maletitas de marca llenas de sus secretos. O de los de otros. Aunque soy de las que defienden que nosotras disfrutamos igual o más que nuestras parejas o amantes esporádicos de llevar ropa interior sexy y bonita, la escena me pareció triste y algo lúgubre. Ellas, de negro por fuera; de rojo por dentro. Porque hay alguien que quiere que nadie las vea mas que los ojos. Ni el pelo, ni los brazos, ni las piernas. Cada una, toda entera solo para un hombre, y bien adornada. Me pregunté entonces si por lo menos el rojo las ayudaría a disfrutar de esos momentos íntimos con una gran pasión. Al menos eso espero.
Foto: AMER HILABI / AFP
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