Yo pagué un soborno
Gráfico realizado por The Guardian Development a partir del Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional. La fuente está disponible aquí.
Estaba yo leyendo lo del pequeño busto que se ha hecho Carlos Fabra en su aeropuerto fantasma de Castellón y no sé por qué me vino a la cabeza una campaña ciudadana contra la corrupción que está causando furor en la India. El título lo dice todo: Yo pagué un soborno (I paid a bribe). A través de una página web, las personas y las empresas que residen en este país pueden denunciar las ocasiones en las que policías, agentes de aduanas, políticos o cualquier otro funcionario público solicitan un "extra" por sus servicios. La página cuenta con un foro en el que los ciudadanos comparten sus experiencias e incluso con un consultorio legal en el que pueden plantear casos concretos.Desde las multas de tráfico a la renovación de licencias empresariales, se suceden las historias de ciudadanos que expresan su frustración por haberse visto obligados a pagar, aunque también las de aquellos que se negaron o que se encontraron con funcionarios honrados. De este modo, lo que podría ser un ataque personal (los sobornados no aparecen citados por su nombre) se convierte en un estímulo para la honradez de unos y la madurez ciudadana de otros.
Yo pagué un sobornoes parte del intenso debate que se ha abierto en la India acerca del problema de la corrupción. Muchos recordarán la huelga de hambre que realizó Anna Hazare y el pulso que mantiene desde entonces con el Gobierno. Él y otros activistas habían obtenido una importante victoria en 2005, cuando el Parlamento Indio aprobó la Ley de Derecho a la Información, que ha sido utilizada para desvelar importantes casos de corrupción pública.
Curiosamente, una de las derivas más interesantes deYo pagué un sobornono se ha producido en la India, sino en África. Hace dos meses Kenia lanzó suversión nacional de esta iniciativa, que ya cuenta con 329 casos denunciados, por un valor cercano a los 40.000 euros. Al igual que en la India, los keniatas empiezan a estar hartos de la podredumbre que recorre sus instituciones públicas. [Si no lo han hecho ya, no dejen de leer la entrevista José M. Calatayud a John Githongo, publicada por este periódico hace unos días. Githongo, antiguo Zar anticorrupción del Gobierno de Kibaki, protagonizó una novelesca cruzada contra sus empleadores que quedó espléndidamente reflejada en el libro de Michela Wrong Es nuestro turno para comer (Intermón Oxfam).]
La corrupción irrita y escandaliza a los donantes occidentales, que hacen todo tipo de esfuerzos para incentivar el buen gobierno de los países receptores. Iniciativas como Transparencia Internacional,Publica lo que pagaso Revenue Watch llevan años peleando por abrir ventanas en sectores como el de las industrias extractivas, donde la opacidad de gobiernos locales y compañías extranjeras alimenta conflictos y cleptocracias. Pero quienes deben sentirse más irritadas son las poblaciones más vulnerables de estos mismos países. Las noticias sobre desvíos de la ayuda o grandes sobornos empresariales entierran a menudo la 'pequeña corrupción' que atenaza la vida diaria de millones de personas. De acuerdo con un reciente informe, cerca de 400.000 familias de Senegal, Kenia y Sudáfrica han caído en la pobreza al no poder hacer frente a los pagos que exige el personal de los servicios públicos de salud, lo que condenaba a la enfermedad o a la muerte a alguno de sus miembros.
España no es India o Kenia. La policía no pide ni admite un soborno para olvidarse de una multa. Pero eso no quiere decir que seamos mejores. Mientras el Levante se parece cada día más a Sicilia y los partidos incluyen sin empacho en sus listas a candidatos imputados, nuestro país carece todavía de una Ley de Acceso a la Información Pública que garantice la transparencia de las instituciones y de sus representantes. Quizás sería una buena idea poner en marcha nuestra propia Yo pagué un soborno, a ver si corregimos los malos hábitos de nuestros representantes.
Comentarios
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.