Vida más allá del Manzanares
Una chapela para la peineta. Ha empezado la construcción del nuevo feudo para el Atlético de Madrid, que podría jugar allí en 2014 o 2015. Será un estadio para los tiempos que corren: reciclado y con posibilidad de admitir más cambios. Si Madrid celebra los Juegos Olímpicos, esa sede futura podrá transformarse de campo de futbol en estadio de atletismo perdiendo 10.000 espectadores (pasaría a tener 60.000). Más allá de esa flexibilidad, y de la construcción de tres graderíos -uno con una crujía continua y volada en su zona inferior, con 94 palcos para 1.500 espectadores y cabinas de prensa para 150 periodistas-, el nuevo estadio del club rojiblanco también será el nuevo icono de Canillejas.
La intervención rebajará la cota actual para acercar a los espectadores al terreno de juego. El futuro estadio aprovechará el edificio existente para ubicar las zonas de jugadores, presidencia y VIPS y ampliará aseos, bares, tiendas, y un aparcamiento subterráneo, en áreas de nueva construcción. Eso en la parte baja. Los cambios más visibles quedarán arriba.
Admitiendo que la imagen de La Peineta se asentó en el imaginario colectivo, los arquitectos sevillanos Antonio Cruz y Antonio Ortiz, que ahora actúan remodelando su propia obra, reconocen que la nueva imagen del conjunto es clave, pues contribuirá a comunicar la identidad del edificio. Por eso será la corona o la chapela, una cubierta ligera de estructuras tensadas, la que, además de proteger a los espectadores como un manto, renueve ese carácter icónico reconocible en el nuevo campo de futbol.
Con una luz de 57 metros y formada por un doble anillo –de compresión exterior de acero- y otro doble anillo interior de tracción, la cubierta estará sujeta por dos grupos de cables radiales que soportarán las membranas tensadas sobre un cuadrilátero alabeado. El techo ondulante será así el resultado de los voladizos que extienden esas telas hasta el perímetro exterior del estadio coronándolo con una especie de halo rojiblanco con una cara interior encarnada y una superior blanca que, por eso, parecerá flotar sobre la base del edificio. Así, el estadio tendrá una imagen indefinida, dinámica y ondulante, gracias a esa cubierta que, sin embargo, servirá para que el nuevo inmueble consiga una fuerte caracterización y, por lo tanto, una identidad rotunda.
La potencia de ese mensaje enviado desde la ambigüedad y el cambio, además de la ampliación y acondicionamiento de su anterior proyecto, pondrá en el siglo XXI el arraigado, pero desocupado, estadio de La Peineta. Cómo afectará ese traslado a la hinchada más resistente del fútbol español, al himno del equipo –que incluye el Vicente Calderón- o al guadianesco juego de sus jugadores queda al margen de este blog.
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Babelia
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