Triunfo y fracaso de las ciudades 1: ciudad-mausoleo
¿Qué decide en el siglo XXI la calidad de vida de las ciudades? Las urbes del XIX se han saneado, pero también se han momificado. En sus calles acumulan siglos de inversión en museos, edificios y parques. Y así las grandes ciudades industriales viven convertidas en destinos turísticos. El economista Edward Glaeser, autor del libro El triunfo de las ciudades (Taurus) con traducción de Federico Corriente Basús, asegura que en Nueva York hay más gente trabajando en restaurantes que en supermercados (la proporción es de 4,7 camareros y cocineros por cada empleado de supermercado). Esa realidad describe un tipo de ciudad convertida en atracción turística. Glaeser, que se crio en Manhattan en un piso de 100 metros cuadrados, recuerda que, si bien las posadas y las tabernas son antiquísimos, los restaurantes surgieron en París a finales del siglo XVIII. “Las ciudades sacan a la gente de los espacios privados y las concentran en los espacios públicos”. Pero anota en su libro que en el París actual, los vendedores de ropa y accesorios se multiplicaron por dos en la última década. ¿Qué retrato pinta esa situación que también se repite en Londres? La ciudad-boutique o la ciudad-mausoleo es el principio de la muerte de una ciudad. Pero las grandes metrópolis son lo contrario: un lugar vivo donde acude la gente con ganas de vivir. O sobrevivir. Iniciamos con este post cinco entradas sobre temas abordados en el libro de Glaeser que serán publicadas todos los días de esta semana.
¿Qué lleva a las urbes a triunfar o a fracasar? “En la década de 1480 Venecia se convirtió en el centro mundial de la impresión. La población rica y culta de la ciudad tenía una gran demanda local de libros, pero Venecia también prosperó porque disponía de un suministro continuo de material que valía la pena publicar”.
“El Nueva York que aparece en los clásicos de Scorsese de los 70 era una ciudad donde se producían delitos espantosos. El del siglo XXI es un lugar de esparcimiento para gente adinerada. La típica ciudad del siglo XXI suele ser un lugar donde los trabajadores gozan de ventajas como consumidores”.
Uno de los motivos por los que Nueva York o París son ciudades tan agradables es que contienen siglos de inversiones, asegura Glaeser. Sin embargo, el economista también arremete contra la inversión artística indiscriminada que llevó a muchas ciudades a probar suerte con el “modelo Bilbao” y recuerda al grupo de “escépticos de Bilbao”: “Es muy posible que los arrendatarios que vivían cerca del Museo Guggenheim de Bilbao se vieran perjudicados porque los alquileres subieron considerablemente”.
¿Cómo cuidar una ciudad sin perjudicarla? “El cometido del gobierno es permitir que la gente elija la forma de vida que más le guste, siempre y cuando esa gente pague por los costes que ésta suponga”. Es decir, Glaeser invita al pago privado de lo que excede el uso o disfrute colectivo. Y en ese cajón mete igual las autovías y los costes de hospital de quien enferma por respirar aire contaminado: “Uno de los principios fundamentales de la economía es que hay pocas cosas gratuitas y que los mercados exigen compensaciones”.
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