¿Seguro que ha salvado usted a Costa de Marfil, M.Sarkozy?
Esta entrada se publicó el 12 de abril
GONZALO SÁNCHEZ-TERÁNconoce bienÁfrica, un continente en el que ha vivido cerca de diez años y al que viaja regularmente como experto en ayuda humanitaria. Elblog de poesíaque mantiene en la espléndida revista digitalFronteraDha buceado de forma sorprendente en la realidad de algunos de estos países. En su primera colaboración con3500 Millones,Gonzaloofrece una fotografía personal deCosta de Marfilen el día después de la detención deGbagbo.
Llegué por vez primera aCosta de Marfil, desde la vecinaGuinea, en vísperas del inicio de la guerra de 2002 y estuve por última vez enAbiyánhace unos meses. Entre medias viví y trabajé tanto en el norte del país dividido como en el sur. A lo largo de esos nueve años pude verel derrumbe de su economía, el enconamiento de los odios entre grupos sociales, y la manipulación de esos grupos por parte de una clase política corrupta y violenta: todo ello frente a la atenta indiferencia del resto del mundo. Ha hecho falta sangre y destrucción para que los medios de comunicación occidentales le hayan dedicado algo de espacio a los desventurados costamarfileños. Ahora queLaurent Gbagboha caído la luz se volverá a apagar: hasta la próxima matanza.
El año pasadoCosta de Marfilcelebró el cincuentenario de su independencia. Su primer presidente,Felix Houphouët-Boigny, gobernó durante más de tres décadas. Fue un tiempo de enorme crecimiento económico auspiciado y protegido porFrancia, la antigua fuerza colonial. Sin embargo nadie podía hablar contra el líder, ninguna institución democrática fue implementada, ningún partido autorizado: desarrollo equivalía a riqueza.Francia, dueña y señora de las armas y de una parte importante de la industria, jamás abogó por unas elecciones democráticas. Había dinero, trabajo y autocracia: un cóctel idóneo para unos y otros. Esa tradición dictatorial, esa negación de la alternancia nacida en la colonia y alentada tras la independencia, la mamaron los herederos deHouphouët-Boigny, el último de los cuales esLaurent Gabgbo.Tras medio siglo protegiendo déspotas, de pronto Occidente defiende las democracias africanas.Como diría Mario Benedetti, táctica y estrategia.
Costa de Marfilno es otro país subdesarrollado; de hecho, era una nación comparativamente rica. Lo más sorprendente es que su riqueza no se levantó sobre la minería o el petróleo, sino sobre la agricultura y una incipiente industria. En cuanto abandonasAbiyánte encuentras con los inmensos cultivos de cacao y café. El desarrollo agrícola exigió mano de obra barata y durante generaciones cientos de miles de inmigrantes se asentaron en el país procedentes delSahel: inmigrantes musulmanes que laboraron duramente y tuvieron hijos y nietos. Esos hijos y nietos no recibieron documentos de identidad costamarfileños, fueron considerados extranjeros en su propio país y se les denegó el derecho a elegir a sus candidatos.A ninguna de las grandes multinacionales del cacao y el café que compraban en Costa de Marfil les preocupaba esta segregación.En el año 2002 una parte del ejército se levantó exigiendo igualdad para los ciudadanos del norte, se apropiaron de la mitad del país e instauraron un régimen corrupto y violento, idéntico al del sur.Mantener a poblaciones segregadas porque son diferentes acaba conduciendo a la violencia.
Cuando los dos bandos se embistieron,Francia, podrida de intereses financieros en el país y cómplice de los anteriores dictadores, se autoproclamó árbitro. Es su predio africano, comoEstados Unidos,Inglaterra, antiguamenteRusiay crecientementeChina, tienen el suyo. Su apoyo militar aOuattara, por más justo que sea (ganó las elecciones pese a lo que digan algunos exaltados), es visto por mucha gente enCosta de Marfilcomootra aventura neocolonial. E indudablemente algo de eso hay.
NeutralizadoGbagbocon toda probabilidad disminuirá el horror pero no desparecerá el conflicto. Al menos un tercio de la población considera aOuattaraun títere de Francia. Si bien el ejército deGbagbose ha desvanecido, enAbiyánquedan vivas sus milicias, fanáticas y violentas. El ejército deOuattaraes poco más que una banda de rebeldes habituada a la extorsión como medio de vida. En su avance hacia la capital han cometido matanzas y violaciones de los derechos humanos.Sería un grave error que los medios de comunicación se felicitaran de su victoria sin exigir que sean juzgados los responsables. El resentimiento entre los grupos sociales es profundo: si la comunidad internacional se limita a levantar el brazo del ganador y volver a los negocios tan solo se pospondrá la violencia.
Occidente lleva décadas manufacturando estados fallidos.No basta con acudir con mangueras cuando arden: tenemos que dejar de trabajar para el fuego.
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