¿Faltan ideas o sobran productos?
Por favor, observen estos taburetes. ¿Les parecen hermanos? ¿Primos hermanos? ¿Parientes cercanos? Parece que el mundo del diseño, lejos de reducir su producción en una época de crisis y replanteamientos, reduce sus ideas y aumenta su descaro. Ya no solo copian las empresas de segunda fila, las que basan su negocio en esperar a que inventen otros para rebajar calidad y precio con su oferta. Por lo visto, los que copian, se inspiran o se contagian ahora son las grandes. Los empresarios gigantes y las estrellas empiezan a acumular demasiadas piezas con parecidos muy poco razonables. ¿Es está la reacción del diseño a la crisis?
La última feria del mueble de Milán ofrecía viajes (visuales) en el tiempo. Una entraba en el stand que la empresa británica Modus había montado en la zona de Tortona para darse de bruces con un clásico del diseño, el taburete que Jean Prouvé diseñó en la década de los cincuenta y hoy produce Vitra.
¿Qué hace este aquí? ¿Cómo puede figurar entre las novedades de esta empresa inglesa con once años de vida? ¿Servirá tal vez para sentar a las azafatas? Qué raro que no las sienten en productos de su propia empresa, se decía una.
-Disculpe, ¿de quién son esos taburetes?
-Los firma Michael Sodeau (1969), un graduado en Central Saint Martins, un tipo que ha pasado de joven promesa a valor seguro del diseño inglés ideando productos para Gervasoni, Isokon o la tradicional ceramista Wedgwood.
No había más que decir. Si acaso, pedir la foto para este post.
Con todo, el valor seguro británico no estaba solo en la búsqueda de inspiración en el trabajo ajeno. Hay quien no rebusca tanto en la historia como en el presente y quien, tal vez con el ánimo de no copiar a nadie, termina por autoparodiarse. Les sucede con frecuencia a los hermanos Campana, que estiran una idea de los fruteros a los percheros para satisfacer la demanda de sus diversos productores. Pero este año les ha pasado también a los hermanos Bouroullec, dos de las cabezas más activas del diseño actual. Y con ellos se han visto salpicadas las empresas que producen sus diseños: los colosos Vitra y Cappellini.
Retrocedamos en la historia. Hace apenas cuatro años Vitra presentó el nuevo sofá de los hermanos Bouroullec. Se llama Alcove porque puede aislar físicamente, como si quien se sienta en él se metiera en una alcoba. De respaldo extra alto, pero con diversos tamaños y alturas, el sofá se sostiene con una estructura metálica que sujeta telas tensadas y acolchadas y sirve tanto para los ambientes diáfanos de la oficina actual (carentes, por lo general de intimidad) como para la vida doméstica, en versión más rebajada y reducida. El sofá Alcove dio en el blanco, detectó un problema e hizo historia en la pequeña historia del diseño. Con todo, su productor cada año lo pone al día revisándole las prestaciones, los tamaños y las tapicerías.
Este año, los Bouroullec han sacado a paseo a un mellizo del Alcove, pero esta vez en territorio Cappellini. El nuevo sofá se llama Basket y sí, recuerda a una cesta. También a una alcoba. Rolf Fehlbaum, el presidente y dueño de Vitra, ve con nostalgia la época en la que las empresas podían adquirir compromisos de exclusividad con los diseñadores y el mundo estaba menos obsesionado con producir y más ocupado en decidir qué producir. El asunto excede las consideraciones éticas, pero deja inquietantes preguntas sobre la mesa. ¿Les conviene a los diseñadores y a los productores presentar muchos productos o reunir esfuerzo e inversión en unos pocos? Las respuestas que llegan desde Milán parecen tener poca fe en el diseño tradicional. Tras lo visto allí queda claro que diseñadores y productores de primera fila ven más fácil elegir cantidad que calidad. Cuesta talento, ingenio y esfuerzo llegar a diseñar un clásico. Y parece que los grandes de nuestro tiempo no están siempre por esa labor.
Alcove de los hermanos Bouroullec (Vitra)
Basket de los Bouroullec (Cappellini)
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