MUNCYT en A Coruña: La historia accidentada de un gran edificio
FOTOS: Héctor Santos- Díez
Dos edificios en uno
Hace diez años, Victoria Acebo y Ángel Alonso ganaron el concurso para levantar el Centro de las Artes en A Coruña. Un conservatorio de danza debía convivir con un museo y para ello los arquitectos idearon una estructura arbórea de cajones de hormigón en la que esas estancias, como ramas, brotaban de un tronco que solucionaba la comunicación vertical. Se trataba de conseguir habitaciones estancas para evitar problemas acústicos en las salas de baile. Cubrieron esos cajones con una fachada: un cubo formado por un engranaje metálico que sujeta losas de vidrio impreso laminadas manualmente con resinas. Así, tras la fachada cúbica, el segundo edificio es aéreo. Está formado por los huecos que deja la estructura arbórea del conservatorio al recogerse en el interior. Huecos que, en el caso más extremo, alcanzan 28 metros de altura. Así, el edificio-árbol y el edificio hecho de vacíos conviven dentro de un cubo translúcido casi varado en el Atlántico.
La organización de este inmueble no divide el espacio sistemáticamente. Al habitual dentro y fuera se suman los matices de un recorrido que permite la intersección, el alrededor y el movimiento centrífugo o vertical. “Como siameses unidos por la espalda, nuestros edificios no se conocen entre sí, pero son el mismo cuerpo; la extraña forma de hormigón contiene en su interior el conservatorio, mientras que su superficie exterior define el espacio del museo, lo que queda entre la forma y el límite”, explican los arquitectos. Así, su suma de edificios actúa como uno y su contrario. En el interior, cada cajón de hormigón encierra una parte específica del programa. Sobre esos volúmenes, el museo, estructurado en seis alturas diferentes, ofrece salas desnudas, expuestas, versátiles en un espacio ambiguo que es interior pero se siente como exterior. La cubierta interior, salpicada de rodillos acústicos coloreados, es la planta técnica. Desde allí se puede adaptar las salas. Un polipasto recorre su cara inferior desplazando las piezas o los montajes a cada una de las salas.
Nadie lo inauguró
Cuentan los arquitectos que el edificio se terminó en 2006. Pero nadie lo inauguró. “La Diputación de A Coruña no lo quería. Buscaron patronos, fundaciones… nadie parecía interesado”, explican. “El Gobierno central había prometido trasladar la sede del Museo de Ciencia y Tecnología, MUNCYT, a A Coruña, aprovechando la tradición de museos tecnológicos dirigidos por Moncho Nuñez. Ese acuerdo supuso la adaptación del edificio a su nueva función”. Desapareció el concepto de uso dual, pero no se modificó el inmueble: “Tan solo apareció una nueva entrada principal por la fachada sur, donde estaba previsto, algún día, hacer un espacio público”, explican.
“No hubiéramos sido capaces de solicitar un espacio así y, posiblemente, nadie hubiera sido capaz de diseñarlo si el primer programa hubiera sido como Museo de la Ciencia”, explica Moncho Núñez, director del museo que se inaugurará en otoño. Núñez está entusiasmado con la arquitectura de Acebo y Alonso. La alaba frente a la cabina del Boeing 747 que en 1981 trasladó el Guernica de regreso a España. “¿Dónde hubiéramos podido meter algo así y comunicarlo con plantas distintas?”, pregunta.
El edificio se ha adaptado al nuevo uso. La antigua escuela de danza se convertirá en la zona de servicios del museo: salas de conferencias, cafetería, talleres para niños, biblioteca, y oficinas. El museo seguirá siendo museo. Los espacios exteriores han tenido que adaptarse. La entrada de autocares de visitantes está ya en lo que debía haber sido una plaza pública. También hay una nueva entrada subterránea al aparcamiento-almacén, en el sótano. El espacio exterior se ha endurecido y los arquitectos han tratado de dulcificarlo con una topografía sensual que intenta ocultar el acceso al aparcamiento.
El edificio es magnífico. Tiene la cualidad espacial de unas termas romanas y la calidad material de una sobria pieza de orfebrería. Rotundo y delicado, ofrece experiencias espaciales y sensoriales difíciles de encontrar en la arquitectura actual. Con todo, lo más radical ha sido ver cómo un cambio absoluto de programa ha podido realizarse sin alterar el inmueble. Esa radicalidad útil, rotunda y dócil dibuja, necesariamente, una arquitectura de futuro.
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