Premio Mies van der Rohe: Europa, entre la invención y la curación
Atendiendo a la que en opinión de un jurado -presidido por el decano de la Escuela de Arquitectura de Harvard (GSD) Mohsen Mostafavi y compuesto, entre otros, por las arquitectas Anne Lacaton y Annette Gigon- es la mejor arquitectura europea de los últimos dos años, los últimos proyectos del continente marcan, con su notable impronta, la reconstrucción y la reinvención de las ciudades. Entre los 343 proyectos procedentes de 33 países que competían por el galardón más importante que conceden la Comisión Europea y el pabellón Mies van der Rohe de Barcelona ya solo quedan seis aspirantes: El Museo MAXXI que Zaha Hadid levantó en Roma; la intervención de Bernard Tschumi dotando de un museo a la Acrópolis de Atenas; una obra primeriza (dentro de la gran escala) el Teatro Bronks de Mdma en Bruselas; un centro de rehabilitación envuelto por el bosque de Arnhem de Koen van Velsen en Holanda; una monumental y desmaterializada Sala de Conciertos en Copenhague de Jean Nouvel, y la magistral ampliación de un edificio que necesitaba el pasado para tener un futuro ideada por David Chipperfield en el Neues Museum de Berlín.
Todos, menos el hospital, son inmuebles culturales, la tipología que parece centrar hoy si no los mayores esfuerzos sí las mayores posibilidades arquitectónicas en el viejo continente a la hora de decidir la reinvención o la restauración de las ciudades. Y esa es, precisamente, la cuestión que en esta ocasión parece plantear el premio. Se trata de optar por una u otra posibilidad: cambiar o mantenerse, arriesgar o continuar. A la cuestión de qué hacer se añade la de cómo hacerlo.
Ni infraestructuras para el transporte ni espacios públicos –que los ha habido y muchos-, ni vivienda social ni recuperaciones caben en esta selección de la última hornada arquitectónica. Por la naturaleza pública de los edificios, lo que se discute queda lejos de las necesidades y lleva a debatir las bondades entre mausoleos o un monumentos que podrían caracterizar nuestro patrimonio cultural. Fuera del juicio del jurado queda la opción de cambiar Europa desde los proyectos callejeros, desde las propuestas habitacionales y desde la arquitectura que el momento y la sociedad parecen, por contraste, demandar.
FOTO: IWAN BAAN
Así las cosas, de ganar Zaha Hadid, sería la única arquitecta que consigue dos veces el galardón. De perder, sería curioso que lo hiciera con uno de sus inmuebles más sueltos y espectaculares tras haber obtenido el premio con uno de sus proyectos más discretos, el aparcamiento y terminal Hoenheim Norte en Estrasburgo.
FOTO: PHILIPPE RUAULT
Jean Nouvel es un eterno candidato al premio que solo ha logrado otro francés hasta la fecha, Dominique Perrault por la Biblioteca Nacional de Francia. Este año, Nouvel compite con un gigante leve. La sala de conciertos de la radio danesa es un gran cubo que se cierra con su volumetría a un barrio en construcción y, sin embargo, se hace permeable gracias a una piel cambiante que desmaterializa la arquitectura. Esa fachada rígida revela, además, un mundo interior mucho más complejo que el que recibe la calle.
El proyecto del holandés Koen van Velsen insiste en la idea que ya exploró Alvar Aalto de envolver a los enfermos en naturaleza para sumar al poder curativo de la luz la fuerza obtenida de unas vistas entre la arboleda. También, como en el proyecto que el finlandés levantó en Paimio, la ilusión del color empleado en el interior trata de llenar de emoción o sosiego la cotidianidad de quien no puede salir a la calle.
En Bruselas, el estudio de Martine de Maeseneer firmó su primer gran proyecto, el Teatro Bronks, tras trabajar durante dos décadas en diseños menores de viviendas –públicas y privadas- y oficinas. El resultado es un teatro entre medianeras que, sin embargo, quiere ser algo más que el contexto.
FOTO: CHRISTIAN RICHTERS
Finalmente, los proyectos de Bernard Tschumi y David Chipperfield coinciden a la hora de dialogar con un monumento existente. Solo que tanto como el arquitecto británico es capaz de hacer hablar desde su silencio y respeto a los restos eclécticos de Neues Museum de Berlín, Tschumi parece dispuesto a mandar callar el mayor museo de arquitectura al aire libre del mundo (la Acrópolis) que corona el Partenón clavando su intervención como un notable zócalo en el lomo del monte sagrado de Atenas. Tschumi habla de “la precisión matemática de la arquitectura griega”. Chipperfield de “llevar emoción a la supervivencia no solo al horror de la guerra sino también a sesenta años de erosión”.
FOTO: JORG VON BRUCHHAUSEN
El premio, dotado con 60.000 euros, se entregará el próximo 20 de junio en el Pabellón Mies van der Rohe de Barcelona. Para entonces ya sabremos si la apuesta de los jueces arquitectos se inclina por la novedad, la monumentalidad, la reinvención o la reconstrucción. Entenderemos entonces si David Chipperfield está solo o respira acompañado en su deseo de acallar los ruidos y construir desde el silencio.
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