Edificio-Anuncio en Barcelona
“Luchando de forma insolente con el actual imperativo de sobriedad y economía de recursos”, asegura Xavier Claramunt, él y su estudio Equip han querido idear un edificio “escandaloso y exhibicionista”. No se trata de una excentricidad más del deslumbrante Claramunt (autor, con Ariadna Boada, Joan Cuevas y Marc Zaballa, del proyecto Galactic Suite que proyectaba un hotel en el espacio). Esta vez el arquitecto de Igualada quiere responder a la historia del lugar: el Paralelo barcelonés, el Raval, el antiguo Barrio Chino, donde se ubicaba la ruina del burdel que su estudio ha transformado en el nuevo hotel Arc del Teatre.
Desde el hotel, y desde la explicación del mismo, Claramunt arremete contra todos, incluidos sus conciudadanos asustados con la toma del mando por parte de los turistas en su paseo arrasador por la ciudad: “El nuevo hotel no se sabe si ha de atraer u hospedar a los turistas, necesarios o inevitables, que llegan a la ciudad de Barcelona”.
Una lona tensada, como las de los anuncios que cubren los andamios, sirve de fachada a la calle y al patio de vecinos. Ese telón cambia con la luz del día. Claramunt quiso emplearlo para conservar una fachada no protegida “como recuerdo y como herramienta para negociar con la normativa”. Lo negociado fue el retraso del edificio en planta baja, que permite formar un porche y abrir un patio en la densa trama urbana del barrio. Ese paso atrás (esa negociación con la normativa) lleva luz a las plantas bajas y cierto aislamiento acústico.
En el interior, el cuerpo de habitaciones funciona como una estantería. Y, como en los otros edificios de vecindario, patios de luz iluminan algunas estancias, en el hotel las zonas comunes, todas subterráneas.
La lona que cubre las fachadas, y que puede cambiarse según temporadas (o, ¿tal vez, patrocionios?) hace de filtro solar. No impide las vistas desde el interior, las matiza. Para justificar su ilustración Claramunt habla de “apuesta por la integración con la variedad a la manera de los edificios colindantes”.
Más allá de preguntar al lugar, para el interior L’Equip indagó en las preferencias del usuario. El resultado ha sido llevar el dinamismo y la variedad de la calle a los salones (es decir rincones y mobiliario variado). Las habitaciones, en cambio, son sobrias pero, eso sí, las duchas transparentes están colocadas junto a la fachada, por detrás de los telones.
El hotel de Claramunt quiere celebrar el antiguo desorden urbano del barrio y criticar, de paso, el urbanismo con tiralíneas. Quiere ser una puerta abierta al barrio, si es que el flujo de turistas de ese nuevo hotel, y sus necesidades de protección física y visual, no acaban de hacer desaparecer el Chino barcelonés.
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