No habitamos ciudades, habitamos territorios
¿Dónde acaba una ciudad y comienza otra? Hoy los límites son administrativos, artificiales, pero el filósofo, y exalcalde de Venecia, Massimo Cacciari sostiene que el doble deseo de la ciudad como “madre y regazo” y, a la vez, como “máquina e instrumento” marca la contradicción intrínseca que se da en las urbes. Llegar a ellas buscando paz y seguridad y solicitarles eficacia y movilidad es imposible. Por eso para él la ciudad, y su historia, es el experimento para dar forma a esa contradicción. Lo explica en un libro, La ciudad (Gustavo Gili, 2010), en el que Moisés Puente ha traducido un serie de ponencias en las que Cacciari viaja de la polis griega hasta el “antiespacio” -con casas como sensores- que describió William J. Mitchell en su libro City of bits. Adelanto algunas de sus reflexiones:
-“No existe la ciudad, sino que existen diversas y diferenciadas formas de vida urbana. (…) La polis se refiere a la sede, morada y lugar donde tiene su raíz una gente. La civitas romana la forman un conjunto de personas que se reúnen para dar vida a una ciudad y se someten a las mismas leyes” (…) Las ciudades griegas no pueden absorber ni integrar lo distinto. En Roma, uno ostentaba el título de ciudadano cuando acordaba someterse a unas leyes. Lo que mantiene unidos a los ciudadanos es encontrarse bajo una misma idea, es más, bajo una misma estrategia.
-“La gran idea romana que ha entrado en el ADN de Occidente es hacer de la orbis una urbs a fin de que el círculo mágico que apresa los límites de la ciudad coincida con el del mundo en toda su dimensión espacial y temporal”.
-“El carácter fundamental de la civitas consiste en crecer. No hay civitas que no se dilate, que no de-lire (la huella es el surco que delimita la ciudad, delirio es ir más allá de los límites).
-“Los griegos fueron casi exclusivamente monolingües a lo largo de su historia, en cambio el Imperio romano es programáticamente bilingüe.”
-La iglesia es como la civitas. “San Agustín dice que en su peregrinaje la Iglesia acoge en su seno sin atender a las diferencias étnicas, de lengua o costumbres”.
-“Cuando la ciudad defrauda demasiado y se convierte únicamente en un negocio, entonces comienzan las huidas de la ciudad tan bien recogidas en nuestra literatura”.
-¿Qué le pedimos a una ciudad? ¿Espacios sin obstáculos para el movimiento y el intercambio o lugares de comunicación y simbolismo para el ocio? Ambas cosas. Nuestra postura parece cada vez más esquizofrénica. “Se trata de una contradicción tan fuerte que podría ser la premisa de cualquier nueva creación. Así ocurrió también en la disolución de la forma urbana del mundo antiguo”. (…) “Es mejor hacer proyectos de arquitectura y urbanismo que evidencien ante el público el carácter contradictorio de la pregunta”.
-“Kioto, Shanghai y Pekín fueron megalópolis en tiempos en los que París y Londres eran aldeas. Pero han permanecido relativamente estables durante siglos”. (…) “En su momento, las formas de la ciudad eran diferentes. Ahora solo hay un único proceso de disolución de toda identidad urbana”.
-“En el centro histórico la memoria se convierte en museo, dejando así de ser memoria, porque ésta tiene sentido cuando es imaginativa, de lo contrario se convierte en una clínica donde llevamos nuestros recuerdos. Hemos “hospitalizado” nuestra memoria, así como nuestras ciudades históricas, haciendo de ellas museos”.
-“El habitar no se produce donde se duerme y de vez en cuando se come, donde se mira la televisión y se juega con el ordenador. El lugar de habitar no es alojamiento. Sólo una ciudad puede ser habitada”. “No es posible habitar una ciudad si ésta no proporciona lugares. La música no se produce sin el silencio”.
-“¡El espacio se venga de nuestro deseo de ubicuidad! Ya no nos movemos por las ciudades a causa de problemas de tráfico”.
-“La ciudad se encuentra por todas partes, luego ya no hay ciudad. Ya no habitamos ciudades sino territorios (entran ganas de utilizar una etimología errónea. Territorio, de terreo, tener miedo, mostrar terror).
-“Es imposible construir lugares con valor simbólico en un espacio posmetropolitano. Se necesita quizá comenzar a proyectar en voz baja, modestamente, ‘yendo de paisano’”.
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