Las dos caras de Belgrado
MADRID-ESTAMBUL EN AUTOBÚS, DÍA 6Nunca olvidaré la llegada a Belgrado en aquel viaje en autocar desde Madrid a Estambul a través de los Balcanes. La guerra en Kosovo había terminado hacía apenas un año y tres meses de bombardeos de la OTAN habían dejado la capital serbia llena de magulladuras, tanto físicas como emocionales.Pero mientras que en Eslovenia o en Croacia las heridas del conflicto se veían desdibujadas o, al menos, maquilladas, en Belgrado la tristeza y la escasez se palpaban en el ambiente. Bajar de aquel autobús en una gris estación de edificios destartalados y con un pavimento que un día tuvo que ser de asfalto picado ahora por la viruela de mil charcos fue como retroceder 50 años en la historia de Europa.Parecía como si todos los habitantes de la ciudad estuvieran en la calle a la vez y tres cuartas partes de ellos, tratara de ganarse la vida en aquella estación de autobuses y sus alrededores. Una marea de presuntos taxistas acosaban a los viajeros recién llegados: ?Taxi, taxi?. En las aceras se agolpaban interminables filas de vendedores ambulantes que a todas luces no fueron siempre vendedores ambulantes. Casi una década de guerra y embargos habían sumido a Serbia en un pozo económico. Y cada cual trataba de sacarse unos dinares trapicheando en la calle con cualquier cosa comerciable. Caminé en dirección a lo que parecía un centro urbano. Y al primer cartel de "hotel" que vi, me colé. El recepcionista me explicó que sólo podía pagar en efectivo (el embargo de la UE había inhabilitado el uso de tarjetas) pero gustosamente me cambiaba mis dólares a precio de mercado negro: casi tres veces más que el oficial.
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