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Blogs / Cultura
Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa
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Diseño y verano 1. Maire Gullichsen y la belleza cotidiana

Anatxu Zabalbeascoa

La idea de llevar belleza a los días laborables está presente en el catálogo de sillas, lámparas y mesas que todavía produce Artek. Se trata de objetos sencillos por los que no parece pasar el tiempo. El papel de Gullichsen fue más el de una educadora que el de una comerciante. De uno de sus viajes a Marruecos regresó con la idea de producir alfombras en su pueblo, Noormarkku, con los restos de algodón de la fábrica local Porin Puuvilla. La idea era revitalizar la aldea con las artesanías que las mujeres podían tejer en sus propias viviendas. Aino Aalto ideó el libro de estilo para teñir y coser las piezas. Con el tiempo, la compañía Noormarkkun Käsityöt (artesanías de Noormarkku) pasó a producir también objetos de madera.

Convencida de que el arte podía despertar la creatividad en la gente, decidió que éste debía ser accesible y, tras llevar al Museo de su ciudad las obras de Picasso, Léger, Utrillo, Braque, Bonnard, Rouault y Masson que había visto en París (se vendió un Matisse, que compró su marido), Maire quiso mejorar el interior de las fábricas de su propia familia. Añadió gimnasios y guarderías a las instalaciones. Luego le encargó su casa a los Aalto y el arquitecto tuvo su gran oportunidad para distanciarse de las teorías funcionalistas. Maire Gullichsen tenía claro que una casa no son solo paredes, que existe una atmósfera psicológica construida con lo que cada uno considera importante.

Al tiempo que se convertía en embajadora del diseño finlandés en otros países, como Francia donde abrió la galería Formes Finlandaises o Estados Unidos, donde llevó el diseño finlandés al MoMA, Gullichsen escribía artículos exigentes. Hablaba de la responsabilidad de los fabricantes a la hora de contratar diseñadores competentes y de la responsabilidad de los diseñadores para no descuidar la técnica, la estética o la economía en sus trabajos. “El buen diseño se puede usar durante siglos. ¿No podemos fabricar objetos que la gente quiera comprar? ¿Ha perdido la industria finlandesa la fe en sus propios productos? ¿Sólo cree en los viajantes y en su demanda de novedades? ¿Tenemos que renovar los estampados cada año? ¿Es moralmente correcto transferir la producción a países donde la mano de obra es más barata y reducir las plantillas de trabajadores ahora (años setenta) en que el paro es más alto que nunca en Finlandia?

 

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