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Blogs / Cultura
Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

Cuando la alfombra es un Vermeer

Anatxu Zabalbeascoa
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BLOW UP DE JOAN FONTCUBERTA

En Madrid camino de Cáceres, donde inaugura una exposición en la nueva galería Casa sin fin (Kiesler al fondo), el fotógrafo Joan Fontcuberta habla de su experiencia como profesor en Harvard (él, discreto, dice “una universidad americana”) que está en el origen de la pieza que va a mostrar en Extremadura: “Quise analizar Blow Up, la película de Antonioni, con los estudiantes y cuando pedí una copia me enteré de que la universidad tenía una copia en celuloide”. Lo mismo pasaba con la fotografía. Pedía una de Stieglitz al archivo y en lugar de un jpg los de la universidad aparecían con una copia de época. Una sesión del curso consistió en congelar el fotograma del cadáver entrevisto en el parque londinense que aparece en el filme. Llegaba entonces la pregunta de Fontcuberta, que cambiaba a medida que ampliaba la imagen: ¿Qué ven ahí? Un parque. Ampliación: Unos matorrales. Ampliación: Un cuerpo entre los matorrales. Ampliación: Un cadáver. Ampliación: La cabeza de un hombre. Ampliación: Una pintura abstracta. La mayoría de la gente “necesitaba” ver algo identificable. La respuesta “una mancha borrosa” producía demasiada inseguridad. A esa “urbanización” de la mirada dedica Félix de Azúa su último libro, Autobiografía sin vida (Mondadori), una particular historia de las imágenes –del arte rupestre a la Documenta de Kassel pasando por los crucifijos, las catedrales góticas y los desastres de la guerra de Goya- que se remonta al momento en que la efímeras cosas de la vida real se convirtieron en signos eternos del gran Arte.

Comentarios

Sobre Blow up, querido amigo, mmmnn...que mala es, por cierto, una vez pasada aquella ebullición creativa de mis anos 20, enamorado de la moda juvenil, donde digerí el mejor y peor arte de la historia, contando naturalmente con la nouvelle vague francesa, me he dado cuenta de que no es oro todo lo que reluce, la nouvelle vague, por ejemplo, una colección de colegialadas inmaduras, con actrices tan malas como C.Deneuve, las cosas como son, B-up de Antonioni es mala como ella sola, y me quedo con Bunuel, Fassbinder, Jodorowsky, Kubrick de aquellos maravillosos anos, de resto he madurado para desconfiar de los movimientos artísticos que se ponen el nombre a ellos mismos, dogma, nouvelle vague, etc y sobre todo, en el caso de éstos últimos de artistas que son o quieren ser historiadores del arte(Grandes enemigos del arte), del arte no hay que escribir, hay que vivirlo, los ídolos son los artistas, no uno que escribe de ellos y se quiere llevar la gloria. Abz
Uno de mis mejores recuerdos del cine es el de haber visto "Blow up". Y aún ahora, después de algunas revisiones, hay escenas que me parecen magníficas. No sé si es buena o mala, pero me gusta.Y también me fascina Buñuel.
supongo que en la pregunta está la respuesta, seguramente es lo que hace que una obra sea arte y otra, otra cosa. Cualquiera que haya sido tocado por una obra de arte, sabe que su comprensión de lo que le rodea habrá cambiado para siempre, no es el disfrute, es lo que te conmueve y es lo que artista intenta y algunos consiguen.
La mirada pura no existe; pasa filtrada por nuestros conocimientos, nuestra cultura y nuestros hábitos ópticos. A la manera de Umberto Eco, diría que no hay mirada, sino enciclopedia, y no se puede escapar de ello.Felix de Azúa ve en ciertas alfombras un Vermeer; yo, busco las ensoñaciones de Moebius (Jean Giraud, no el matemático) en la realidad y no las encuentro. Decía Oscar Wilde que el arte no debía copiar la realidad. Lo increíble es cuando la realidad no puede, no sabe, es incapaz de copiar el arte.

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