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Todo lo que podía suceder, sucedió...

El peculiar sistema de transporte de energía eléctrica en Girona carece de alternativas en caso de que se produzcan problemas en la red

Se juntó todo. Una nevada excepcional; un tipo de nieve húmeda (que se agarra más); un lugar especialmente delicado para el transporte y la distribución eléctrica como es Girona y la falta de alternativas, porque la línea de alta tensión Vic-Juiá, la más afectada por la nieve, muere en España. El resultado: un gran apagón que todavía colea, que ha afectado a más de 200.000 abonados y que ha provocado, una vez más, controversia política y empresarial.

Polémicas al margen, hay dos hechos indiscutibles: que la nevada fue excepcional y que Girona, como lleva años explicando el presidente de Red Eléctrica de España (REE), Luis Atienza, en lo que a transporte de energía se refiere, es un fondo de saco, con una red eléctrica en antena, sin mallar, que si falla, como ha sucedido, carece de alternativa.

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La nevada ha afectado, sobre todo, a la red de distribución de FECSA-Endesa, con decenas de torres eléctricas derribadas. Las primeras 48 horas también afectó a la red de alta tensión que gestiona REE. La nieve, húmeda, se aferró al llamado "cable de tierra" de la red de alta tensión y rompió la línea en tres puntos.

El problema, aseguran fuentes de REE se solucionó a las 18.22 del día siguiente, martes, con la puesta en marcha de un primer circuito. No se pudo hacer antes por las condiciones meteorológicas y por precaución, puesto que dar servicio a la línea prematuramente podía provocar daños mayores.

Con la línea de alta tensión arreglada, el problema se centró en la red de media tensión de FECSA-Endesa. Decenas de torres caídas. Un destrozo que aún mantiene a 20.000 abonados sin servicio y que, según definición de la compañía, es "una catástrofe que ha destrozado la línea de media tensión" de Lloret de Mar y Costa Brava.

La caída de las torres se produjo por el 'efecto látigo'

El número de torres de alta tensión caídas, 33, ha propiciado una reflexión sobre si son las instalaciones adecuadas. Lo son al menos desde la normativa actual. Lo que ocurre es que no están pensadas para una acumulación simultánea de nieve y vendaval, que muy difícilmente coinciden.

Josep Maria Rovira, vicedecano del Col·legi d'Enginyers Industrials, explica que se produjeron dos circunstancias simultáneas: la acumulación de nieve sobre los cables, que va formando una especie de manga en su entorno que incrementa el peso. Se produce, dijo, tanto por nieve como por escarcha, lo que hace que se altere la resistencia al aire y acaben por romperse.

Cuando se rompe un cable, se produce el efecto látigo. El cable no cae sin más al suelo, sino que azota toda la instalación con fuerza, lo que produce nuevas roturas. Y el efecto se propaga de una torre a otra, rompiéndose casi de forma simultánea los conductores y las torres en cascada.

Cada torre dista de su compañera unos 330 metros de media, de modo que las 33 caídas esta semana hacen que se hayan roto unos 10 kilómetros de conducción. Situaciones similares se han dado en el pasado. En 1985 se produjo también en Girona, "una zona con suministro al límite de su capacidad", dice Rovira, y poco tiempo después, cerca de Vic. También se ha producido al otro lado de la frontera por causas similares.

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