El 'dolce far niente'
Un famoso pintor de Jalisco (México) sostenía que la mejor forma de combatir la calor era practicando la inmovilidad. Y tenía razón, nada mejor ante los calores que guardar las energías y no moverse. En todo caso, decía otro gran practicante del arte del dolce far niente: "Que se mueva la hamaca pa'que haiga vientecito".
Algo muy similar piensan nuestros políticos de las épocas convulsas en México. Hijos intelectuales del último gran ideólogo del sistema político mexicano, el líder obrero Fidel Velázquez, todos aprendieron que el que se mueve no sale en la foto; el que se mueve, se borra. En uno de los momentos más críticos del país en términos políticos y económicos, los políticos prefieren no moverse, no definirse, no tomar decisiones, no vaya a ser que se borren de la foto de las próximas listas de diputados, alcaldes, diputados locales, senadores, etcétera.
Con la propuesta del presidente Calderón se puede estar de acuerdo o no; eso a estas alturas es lo de menos. Pero el comienzo de la discusión en torno a la reforma política lejos de dejarnos claro en qué si está de acuerdo cada partido y por qué; qué propone una bancada y qué propone la otra; a qué apuestan los sindicatos y a qué los empresarios; cuál es el proyecto de país de unos y otros, lo único que quedó claro fue la voluntad (necesidad) de pegarse de gritos unos a otros; se nos fueron los primeros días en quién decía el mejor insulto al de enfrente, la frase más tronadora y quién ganaba las ocho columnas del día siguiente, al grado que mejor le pararon.
Estamos metidos en un círculo perverso de inmovilidad. La escena misma de estos días es razón suficiente para obligarnos a una reforma política. La vida pública está eternamente contaminada por las elecciones por venir. Los partidos no quieren definirse en torno a ningún tema porque todos tienen un efecto electoral; ningún diputado se atreve a pensar distinto que su líder de fracción o de partido porque su futuro político le va en ello. Todos le temen a la segunda vuelta porque saben que es más fácil un golpe de suerte o de guerra sucia, que le quite los tres o cuatro puntos de diferencia al que va arriba, que construir una mayoría negociando abierta y claramente posiciones, y tomando compromisos. Pero sobre todo, son los afectados de la reforma los que tienen que tomar decisiones sobre la reforma; es el enfermo el que tiene que tiene que hacerla de cirujano.
Los dos temas de la reforma que más ruido han hecho son, curiosamente, los que más poder dan a los ciudadanos: las candidaturas independientes y la reelección de alcaldes y diputados. El argumento de la presidenta del PRI, Beatriz Paredes, de que las candidaturas independientes podrían abrir la política al narcotráfico y hacer de los procesos electorales simples guerras de mercadotecnia raya en lo patético. El problema del narco y de las guerras de mercadotecnia se dan ahora de manera igualmente grave. Peor aún, el dinero del narco no es el único dinero sucio en las campañas electorales, también está el dinero de los Gobiernos: los recursos fiscales son desviados a las elecciones y a la mercadotecnia de manera cada vez más abierta y descarada.
El dinero del narco en las candidaturas independientes se puede controlar con un buen esquema de fiscalización de las campañas electorales, pero eso implica aplicarles el mismo esquema fiscalizador a los partidos y ese punto no lo toca ni la propuesta presidencial, ni ninguno de los partidos. Los políticos van a dejar de gastar dinero público, de rebasar topes de campaña, de recibir donativos extraños y van a rendir cuentas el día que hacerlo les cueste no un multa mal hecha que luego se desvanezca en los tribunales, sino la inhabilitación o la pérdida del registro de su partido.
Si los partidos continúan en el dolce far niente y no se da un paso serio hacia la consolidación de una democracia abierta y funcional el efecto será una profundización del abandono de los causes políticos institucionales: detrás de los Atencos, los Apos, y todos los pequeños movimientos sociales que brotan día a día en el país, está el cierre de cauces políticos a las demandas del ciudadano. Ciudadanos que no somos ni mejores ni peores que nuestros políticos, pero que somos los sujetos y propietarios de los derechos constitucionales.
Si las dudas persisten, consulte el porcentaje de abstencionismo y voto nulo.
**Diego Petersen es periodista. Actualmente colabora, entre otros, con el diario El Informador
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