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“Redacción mejorable” y “preguntas no habituales”: examen a la polémica prueba de Matemáticas de la EVAU de Madrid

Tres expertos analizan el cuestionario que más de 14.000 firmas piden impugnar. A pesar de la “mayor dificultad” respecto a otros años, se ajusta “al contenido del currículo”, concluyen

Fotos del examen de matemáticas de selectividad en Madrid, en imágenes compartidas por un usuario de la red social 'X'.
Fotos del examen de matemáticas de selectividad en Madrid, en imágenes compartidas por un usuario de la red social 'X'.
Pau Alemany

Que haya polémica por la dificultad de algún examen de la Evaluación para el Acceso a la Universidad (conocida como la EVAU) ya no sorprende a nadie. Año tras año se escucha la misma cantinela por estas fechas en las que alrededor de 300.000 estudiantes se presentan a las pruebas de acceso a la Universidad. La primera de este curso, aunque no la única, se ha dado en el examen de Matemáticas II, las del Bachillerato de ciencias, de la Comunidad de Madrid y ha derivado en una petición de impugnación que ya supera las 14.000 firmas en Change.org. Tres expertos en la asignatura analizan el examen con disparidad de opiniones: desde “un examen notablemente más complicado que en años anteriores” hasta uno que “se adecúa a los parámetros establecidos”.

El profesor titular de la Universidad de Alcalá Pedro Ramos es de los que considera que sí que se ha subido el nivel. “De los ocho apartados, hay más difíciles que sencillos y se han introducido preguntas que no son las habituales en años anteriores”, valora Ramos. Una opinión opuesta a la del profesor de Matemáticas de la Universidad Complutense de Madrid Marco Castrillón, para quien la prueba “es realizable” y no presenta “dificultades añadidas”. Entre ambos se ubica la que fue presidenta hasta 2023 de la Asociación Nacional de Estudiantes de Matemáticas (ANEM), Clara Martínez, que considera que había algunos enunciados con “una redacción mejorable” que dificultaban su comprensión.

A pesar de las discrepancias respecto a la dificultad, los tres expertos coinciden en que en ningún caso se podría impugnar, ya que los contenidos están recogidos en el currículo educativo y la redacción de las preguntas no mostraba errores fehacientes. “Todo se recoge en el currículo, pero hay niveles y niveles”, opina Ramos. “La duración, la dificultad y la estructura se adapta a lo establecido”, resume Castrillón.

La prueba se divide en dos partes, la A y la B, y cada una de ellas se compone de cuatro preguntas relacionadas con las grandes áreas que se estudian durante el curso: matrices, análisis, geometría y probabilidad. De las ocho cuestiones planteadas, cada alumno debía realizar cuatro para poder aspirar a la máxima nota, y podían ser las que prefiriera.

Esta era una de las claves para medir la dificultad, según Martínez, ya que, “si se elegían bien los ejercicios, 90 minutos eran suficientes”. “El problema viene cuando algunos estudiantes se dejan bloques sin estudiar y, cuando llega el examen de la EVAU, no tienen alternativas para elegir en función de los que sean más sencillos. Solo pueden escoger los que se han estudiado”, explica.

Tanto la expresidenta de ANEM como Ramos coinciden en que el apartado B.3, sobre geometría, requería de una “visión espacial” no tan habitual entre los estudiantes de bachillerato. Otro de los ejercicios en el que ambos coinciden es en el B.1, sobre matrices. Para Martínez, más que el grado de complejidad, el problema derivaba de la cantidad de “operaciones tediosas” que había que realizar, donde un pequeño despiste afectaba al resto del ejercicio.

Una de las novedades que también les ha sorprendido ha sido la necesidad de utilizar dos teoremas para resolver el ejercicio A.2. “Me lo esperaba más laxo”, explica Martínez, a quien le sorprende que esa parte, además, solo fuera “la mitad del ejercicio”. Ramos añade que el hecho de incluir el número pi lo complica. “Deberían saber manejarse con él, pero es una dificultad relevante”, comenta.

Castrillón reconoce que la dificultad de las preguntas no era homogénea, aunque considera que no había ninguna “notablemente compleja”. Y añade que “tienen la posibilidad de elegir las que prefieran”, en un tipo de prueba que cambió en 2020 por la pandemia de covid.

El modelo de examen de la actual EVAU cambiará a partir del próximo curso, ya que se plantearán ejercicios que obliguen a razonar en mayor medida y será más competencial, es decir, menos memorístico y más aplicado. Las faltas de ortografía bajarán hasta un 10% la nota de cada prueba y se dará la opción de elegir entre distintas preguntas en los ejercicios, pero siempre que no sea posible dejarse una parte del temario sin estudiar, como sí se podía hacer hasta ahora. En un principio, este nuevo modelo iba a aplicarse este año, pero la convocatoria de elecciones generales obligó a su aplazamiento.

Hay un cambio que Ramos considera necesario y que, sin embargo, no se producirá: dejar más tiempo para hacer los exámenes. “Si queremos un modelo más competencial para que relacionen conceptos hay que darles más tiempo. En países de nuestro entorno como Portugal, Francia o Italia tienen más de tres horas para cada prueba”, explica.

La polémica que se desata cada año se explica por la competencia para entrar en el grado y en la facultad deseada. Hay algunas carreras donde la nota media supera el 13 sobre 14, como Matemáticas y Física, Matemáticas e Informática o Medicina en algunos centros. Y como la selección de la universidad se realiza por distrito único nacional, es decir, todos los estudiantes compiten entre ellos, con independencia de cuál sea su autonomía, un examen más complicado les perjudica respecto al resto.

En este sentido, el Partido Popular y Vox ofrecen una receta teóricamente sencilla, pero de difícil aplicación: hacer un examen único e igual en todo el territorio. Así lo recordó este domingo el líder de los populares, Alberto Núñez Feijóo, en un mitin en el que anunció que las 14 comunidades autónomas donde gobierna su partido habían alcanzado un acuerdo para elaborar una EVAU “común, justa y homogénea”. Los expertos consideran, sin embargo, que por muy sensata que suene la medida es muy compleja de llevar a cabo, debido al conflicto educativo y político que desencadenaría con las competencias transferidas a las comunidades autónomas.

Una alternativa para evitar el agravio comparativo según la dificultad del examen que propone Ramos sería establecer clasificaciones en cada comunidad. Así, en vez de valorar la puntuación final, se tendría en cuenta la posición final en la clasificación dentro de la propia autonomía. De este modo, por ejemplo, los diez primeros de una comunidad con diez veces más alumnos presentados que otra comunidad serían equivalentes al primero de esta última a la hora de acceder a un grado concreto y se eliminaría así la desventaja de hacer un examen más complejo.

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