Las adolescentes ya no esconden que quieren ser ingenieras
El número de estudiantes en carreras técnicas empieza a recuperarse por el tirón de las alumnas, que ahora son el 27,8% de los nuevos ingresos
Querer ser influencer, youtuber o cantante de éxito como Aitana puntúa alto en los rankings de popularidad de institutos y colegios españoles, mientras que el interés femenino por la tecnología era casi pecado hasta hace nada. Sin embargo, en un país con un déficit enorme de ingenieros, son cada vez más las chicas que expresan su amor por la técnica. Se recogen los primeros frutos de las campañas nacionales e internacionales ―es un problema mundial su renuncia a estos estudios― para atraerlas hacia las STEM (acrónimo en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). De forma que los universitarios que se matriculan por primera vez en un grado de la rama de Ingeniería o Arquitectura están subiendo poco a poco, de 60.300 en 2015 (cuando se fusionaron diplomaturas y licenciaturas en un grado) ―llegaron a ser solo 57.000 en 2017― a 63.300 este curso, pero no por el tirón de los chicos, que son 800 menos (aunque han empezado a remontar), sino de las 17.600 mujeres, que son 3.900 más que en 2015. Ya no representan el 22,7% de los alumnos de primero, sino el 27,8%.
En el Tecnocamp de la Universidad Carlos III en Leganés (Madrid), 45 chicos de tercero y cuarto de secundaria y primero de Bachillerato, divididos en tres grupos, viven durante una semana en un colegio mayor y se divierten simulando ver el sistema solar con unas gafas, imprimiendo en 3D o aprendiendo juegos de magia sobre adivinación de cartas y números. Hay equilibrio entre sexos. ―¿Os da miedo estudiar una ingeniería por su dificultad? ―¿En vuestra familia o entre los profesores percibís estereotipos de carreras para hombres y carreras para mujeres? ―¿Se os da peor las ciencias que a ellos? Una docena de inscritas a Tecnocamp abren los ojos atónitas ante las preguntas de EL PAÍS. Niegan la mayor. “¿Por qué? A mí me da más miedo un examen de comentario de texto con sintaxis, que un examen global de Física”, razona Patricia D’Amicco, que va a empezar el Bachillerato Internacional científico, en el que ellas serán solo el 30%. Risas del resto, que asienten.
Los datos femeninos resultan esperanzadores en un escenario que roza el dramatismo para ambos sexos, con una caída en picado de los titulados cuando más se necesita ingenieros en todo el mundo. En el curso 2002-2003 ellas representaron el 30,5% de los 410.000 inscritos en las licenciaturas y diplomaturas, frente al 27,2% de los 243.000 estudiantes de este año.
Hace 15 años Celeste Campo, vicerrectora adjunta de Promoción, se mostraba contraria a los talleres solo para chicas, pero ahora es una entusiasta. Ellas se abren más cuando están solas en el aula ―si no son ellos los que toman la iniciativa en los experimentos― y se crean redes de adolescentes con las mismas inquietudes técnicas. Aún recuerda una chica de Toledo que salió entusiasmada de un taller, se había dado cuenta de que no estaba sola: ¡Me voy con los contactos de muchas chicas, no soy una rara!”.
Las profesoras de Tecnocamp recomiendan acercarse a la ciencia, las artes o a las humanidades pronto, antes de que el niño conforme su propia idea de lo que quiere estudiar. La universidad tiene otro laboratorio humanístico este verano. “Los padres tienen que abrir puertas para que experimenten...”, recomienda Campo, del departamento de Ingeniería Telemática de la Carlos III, que se aplica el cuento con su hija. A su lado, Ana Isabel González-Tablas, profesora de Ciencias Computacionales, aclara que ellas “no evangelizan”, sino que se limitan a aproximar la ciencia a la adolescencia. “Que pierdan el miedo, que vean que es divertido, cercano, que no tengan prejuicios. Hay gente que cree que hay que convencerlas y que se apunten, pero ese no es el objetivo”.
El número de matrículas de mujeres en carreras STEM ha pasado del 21,8% en 2014 al 30,5% en 2021 en la Carlos III. Lo achacan a que desde que en el curso 2018-2019 pusieron en marcha distintos programas; como los Viernes STEM For Girls, monográficos en los que fabrican sus propios nanorobots con materiales inteligentes o aprenden a calcular un sistema de autoconsumo fotovoltaico. La universidad oferta también gynkanas científicas y otros Viernes STEM mixtos.
El estereotipo de género sostiene que las carreras de cuidados (Medicina, Enfermería o Educación) son femeninas y en efecto son mayoría en las aulas. “Queremos que entiendan que la tecnología en general también ayuda a la sociedad, por ejemplo, la robótica a la medicina”, subraya Campo. La proporción de chicas es muy desigual entre los grados: del 10,5% de Ingeniería de Computadores o 12,7% en Mecánica al 46,4% Ingeniería química industrial.
“A las familias de los Viernes STEM, que les damos una charla, siempre les digo que cierren los ojos y se imaginen a una persona que trabaje programando. Ninguna se imagina una mujer, sino una persona asocial metida en una habitación...”, cuenta Campo, que es la coordinadora del programa. “¿Por qué? Porque es lo que ha transmitido la publicidad, las series. Y a las mujeres ese tipo de perfiles de científicos alocados que se transmite les atrae menos. Por eso está bien que visualicen que somos personas normales y corrientes que nos gustan muchas cosas y que trabajas en equipo con otras disciplinas”.
La ingeniera en Telecomunicaciones cubana Lorena Escandell y la física Alicia Fresno imparten el taller Cluedo: ¿Quién mató a la doctora Fotón?, un juego que gana el equipo que resuelva antes los experimentos y de paso conoce los instrumentos de laboratorio de fotónica y óptica. El jueves han obligado a los chicos y chicas a mezclarse tras la experiencia del día anterior. Ambas creen que ellas son más maduras a esa edad (14-16 años) y aplicadas y descartan que sean menos competitivas (según distintos estudios, en Selectividad rinden peor que ellos). “Ayer ganaron”, recuerdan. Las aludidas, por su parte, están “cansadas” de ser las maduras en la escuela. “Si hacemos una tontería se nos ve como infantiles, mientras que de los chicos se espera”, sostienen.
Muchas chicas se enganchan a hacer otros talleres. Jimena Rivas repite experiencia, tras cursar la semana anterior un campamento técnico en la Universidad Autónoma de Madrid, mientras que Ariadna viene de Alicante. No le gustan los deportes y navegó por la Red con su padre buscando otra cosa. Su primera opción era el Campus de profundización científica en Soria, del Ministerio de Educación, mixto. “Tengo más de un nueve de media en tercero de ESO, pero había 40 plazas y no entré”. A juzgar por su ilusión con la que habla, no le ha importado. En Leganés ha encontrado otras amantes de la ciencia, no está sola.
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