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La jornada continua gana cada vez más presencia en la escuela pública

El horario intensivo, que los expertos desaconsejan porque agrava la desigualdad, se extiende entre los centros de la Comunidad Valenciana, una de las pocas autonomías que se resistía a aplicarlo

Ignacio Zafra
Alumnos del colegio público Vicente Blasco Ibáñez de Valencia, que aprobó por votación la jornada continua el 1 de abril.
Alumnos del colegio público Vicente Blasco Ibáñez de Valencia, que aprobó por votación la jornada continua el 1 de abril.MÒNICA TORRES (EL PAÍS)

Son las cinco de la tarde y el tumulto eufórico de la salida de clase invade la calle del colegio público Ángel Custodio, en Patraix, un distrito de clase trabajadora de Valencia. El ruido infantil a estas horas acabará en septiembre. El próximo curso, el alumnado seguirá entrando a las 9 de la mañana, pero acabará a las dos del mediodía. Tendrán una jornada intensiva con una reducción al mínimo del tiempo de recreo. Lo llaman jornada continua y la Comunidad Valenciana acaba de sumarse a otras muchas que, paulatinamente, desde hace tres décadas, han acabado con el horario de mañana y tarde. 

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El cambio se ha producido en todas las comunidades después de que sus Gobiernos autónomos aprobaran, presionados por los profesores, cambios en la regulación para permitir que los centros celebrasen consultas para elegir qué jornada prefieren. Las votaciones de los padres deben ser instadas por los consejos escolares, donde los promueven los docentes, pero también las familias.

Sergio Cabello, funcionario de 47 años, no parece muy contento cuando se le pregunta por esa jornada continua que se acaba de aprobar el colegio Ángel Custidio con el voto favorable del 64% de las familias.  "Mi mujer y yo votamos en contra porque no queríamos que tuvieran seis clases tan seguidas. No ha habido un verdadero debate, sino un lavado de cerebro por parte del colegio, y ahora estamos pensando si cambiamos a los niños a un colegio concertado", afirma.

En 2015, solo 31 escuelas públicas valencianas tenían jornada intensiva, un horario académico sin pausa para comer que se completa con actividades extraescolares voluntarias hasta las cinco de la tarde. Tras un cambio en la regulación educativa, aprobado en 2016, que permitió celebrar consultas en los centros, hoy se aplica en 653, el 62% del total. El resultado de las votaciones refleja que la opinión mayoritaria de los progenitores es parecida a la de Antonio Bartual, de 50 años, presidente de la Asociación de Madres y Padres de Alumnos (Ampa) del colegio Ángel Custodio: "Yo creo que es bueno. En el camino hacia la racionalización de los horarios es mejor que acaben antes", dice.

Un modelo extendido

Canarias fue la primera en aprobar la jornada continua en 1990. En tres décadas, el modelo se ha implantado en todos los colegios de Andalucía y Extremadura, donde se utilizó el argumento de que por las tardes hacía mucho calor para estar en clase; en el 95% de los asturianos, las dos Castillas, Murcia y Baleares; en el 80% de los de Madrid; "continúa avanzando en Galicia, La Rioja y Cantabria", y está logrando "avances sin precedentes" en Aragón, según datos para la escuela pública del sindicato de profesores Anpe, que señala como últimos bastiones del horario partido a Cataluña, País Vasco y Navarra. En los colegios concertados solo se ha introducido en un tercio, según la estadística de Escuelas Católicas. El sindicato Anpe es un gran impulsor de la jornada continua, que beneficia a los profesores porque acaban antes las clases, y atribuye a este horario mejoras en el rendimiento académico y en la conciliación familiar.

Tres expertos que han investigado la jornada intensiva advierten, en cambio, de que tales ventajas, que según la federación de asociaciones de padres Fampa, han sido difundidas por profesores y directores en muchos de los debates que se han producido en los colegios valencianos, no están acreditadas sino que los datos disponibles señalan lo contrario. "Sus efectos casi no se han medido. Las pocas veces que se ha estudiado, como en Madrid y Comunidad Valenciana, han reflejado un menor rendimiento escolar con la jornada continua. Y tampoco se aprecia un aumento relevante de la conciliación familiar", afirma Daniel Gabaldón, sociólogo de la Universidad de Valencia. Solo tres de 23 países europeos analizados por Gabaldón aplican la jornada continua, mientras que 14 optan por la partida y en otros seis coexiste un sistema mixto.

Agrava la desigualdad

La jornada continua perjudica especialmente, añade Elena Sintes, investigadora de la Fundació Jaume Bofill de Barcelona, "a los alumnos de entornos más desfavorecidos", cuyas familias carecen de recursos para llevarlos a actividades extraescolares de pago fuera de la escuela que compensen la reducción de horas en el centro. La jornada intensiva suele implicar para ellos, sobre todo en las ciudades, añade, más tiempo de televisión o de videojuegos.

El socialista Miguel Soler, secretario autonómico de Educación de la Generalitat valenciana y antiguo dirigente educativo en los Gobiernos de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero era muy contrario a la jornada continua, pero su opinión, afirma, ha variado hacia "un empate" viendo sus resultados en la Comunidad Valenciana. Soler asegura que no ha habido trasvase a la concertada, ni existen "diferencias significativas" en el rendimiento escolar entre una clase de jornada y otra. Las conclusiones, matiza, todavía no son definitivas porque forman parte de un gran estudio que abarca 140 centros con uno y otro horario y 2.400 familias que estará listo antes del inicio del próximo curso. La gran preocupación de Soler es la desigualdad que puede generar. Y de ahí que ponga el énfasis en la calidad de las actividades extraescolares gratuitas que los colegios están obligados a organizar por las tardes para las familias que quieran tener allí a sus hijos hasta las cinco de la tarde y que, admite, ahora varían mucho de unos centros a otros.

"Muchas Ampa se quejan de que en sus centros lo único que hacen los niños es jugar a la pelota, cuando se dijo que las extraescolares tendrían carácter pedagógico y se insertarían en el plan educativo del centro", lamenta Màrius Fullana, presidente de la federación de familias Fampa-Valencia.

Mariano Fernández Enguita, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, resalta que esa es la tendencia allí donde se implanta la jornada continua. "Hay comunidades más dispuestas a gastar dinero, centros con Ampa muy activas y direcciones maravillosas, pero la tónica general es que con el tiempo las extraescolares anunciadas al principio se desvanecen y solo se mantienen las más baratas, que utilizan los pobres".

¿Por qué la apoyan los padres?

¿Por qué votan los padres a favor de la jornada continua? El catedrático Mariano Fernández Enguita afirma que a muchas familias les conviene porque el horario de 9 a 14 se ajusta al suyo o prefieren que sus hijos vayan a extraescolares fuera del centro que pueden pagar. Pero sobre todo cree que los padres se fían de la opinión de los profesores, que tienen una motivación evidente para querer la jornada continua, aunque la defienden con otros argumentos. Enguita destaca, además, que los centros repiten las votaciones hasta que se aprueba la continua —salvo en aquellas comunidades donde la ha implantado directamente la Administración—, y luego no se hacen consultas para revertirla. La cántabra Leticia Cardenal, presidenta de la confederación española de Ampa Ceapa, advierte, de que la jornada intensiva ha provocado en numerosos centros la pérdida del servicio de comedor.

Una profesora, que no quiere decir su nombre, del CEIP Jesús de Valencia, donde acaba de aprobarse la jornada continua, argumenta que no se ha demostrado que el tipo de horario influya en el rendimiento académico, y que este depende más “de la implicación de los padres”. Y Marc Candela, del sindicato STE-PV, defiende que el modelo compacto "permite a las familias elegir si los niños salen a las dos o a las cinco, facilita la conciliación y permite que las extraescolares fuera del colegio acaben a una hora más racional".

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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