El camino correcto hacia la descarbonización
EL PAÍS y Acciona Energía celebraron un encuentro sobre los retos y las oportunidades que hay alrededor de las energías limpias

En la crisis climática, el 50% de la historia se cuenta muy poco. Los desastres naturales —eventos más prolongados e intensos en las tormentas, las sequías y las olas de calor— se ha documentado ampliamente, insuflando, de cierta manera, la ecoansiedad en la población. Hay, sin embargo, otro relato que va más allá de la preocupación extrema y abraza el convencimiento de que el planeta avanza hacia su salvación. “La mayor amenaza para el futuro de la humanidad es la pérdida de la esperanza”, dice Javier Peña, divulgador ambiental, en su serie documental Hope!, donde habla de un conjunto de estrategias medibles y escalables para reducir las emisiones de carbono y regenerar la vida en la Tierra. “No estamos atrapados, pero sí ante un punto en el que tenemos que seguir avanzando hacia la descarbonización”, indicó Mariola Domenech, directora de Sostenibilidad de Acciona Energía.
Las herramientas para mitigar los efectos del cambio climático (como las energías limpias o la electrificación de algunas actividades económicas) están cada vez más disponibles y casi al alcance de cualquier nación. “El 90% de las instalaciones [renovables] del año pasado resultaron más económicas que las alternativas fósiles”, aseguró Peña en un encuentro organizado por EL PAÍS y Acciona, celebrado el jueves pasado en Madrid y titulado Clima y renovables. El adiós a los combustibles. Por ejemplo, una planta fotovoltaica tiene un coste de unos 36 euros por megavatio hora (MWh). Mientras que el gas ronda los 85 euros por MWh y una central nuclear nueva se sitúa en torno a los 250 euros por MWh, explicó la experta. El camino para descarbonizar el mundo es el correcto, pero falta acelerarlo. “Hay que pasar de primera marcha a quinta”, dijo Rubén del Campo, meteorólogo y portavoz nacional de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). El tiempo apremia.
El Acuerdo de París fijó como objetivo limitar el calentamiento global a 1,5 °C, considerándose un umbral de seguridad. Superar este límite incrementa drásticamente la dificultad para manejar las consecuencias más graves, como las olas de calor extremas, la pérdida acelerada de biodiversidad y la frecuencia de eventos climáticos extremos, comentó el experto. A pesar de este objetivo, 2024 marcó el primer año en el que este umbral se superó a escala global. “Las proyecciones se han acelerado: mientras que antes se estimaba alcanzar este punto de inflexión de forma permanente a mediados de la próxima década, ahora el Servicio de Cambio Climático Copernicus lo sitúa para finales de la presente década”, indicó Del Campo. España, en este sentido, tiene una gran oportunidad de liderar el cambio y de ser un ejemplo a escala global, debido a sus recursos naturales. “Tenemos la suerte de estar en el mejor lugar de Europa para avanzar [hacia un planeta más sostenible] gracias al sol, que no se puede deslocalizar”, subrayó Mar Reguant, especialista en economía de la energía y del cambio climático. El mensaje sobre los beneficios sociales y económicos de la transición energética no llega a penetrar de la misma forma en la población. Los grandes lobbies que defienden intereses vinculados a los combustibles fósiles, la desinformación y la polarización política están haciendo mella en el logro de los grandes objetivos de descarbonización.
“Las redes sociales distorsionan mucho la conversación, especialmente entre los jóvenes”, resaltó Reguant. Y ello, sumado a la desinformación, genera una tormenta perfecta para avanzar en los retos climáticos que se perciben muy lejanos del grupo de la población. Para esta experta, las soluciones y los recursos financieros en el mundo están disponibles para dar el viraje, pero en muchas ocasiones las políticas y la distribución de las ayudas no son las adecuadas. “No se trata de café para todos”. En Estados Unidos, detalló la economista, las personas con escasos recursos tienen a su disposición subsidios para adquirir coches eléctricos, pero muy pocos los aprovechan. “Lo que necesita esta población, en realidad, es un transporte público de calidad y descarbonizado”. Poner a disposición de la población las tecnologías verdes es uno de los grandes desafíos para los gestores públicos. Sin embargo, es la manera más eficaz de hacer ver que su uso es vital para cuidar el entorno.
“Es importante que la gente vea que hay un beneficio a nivel individual. Hasta ahora hemos hablado de que las renovables han beneficiado a España y al mundo, pero la gente se pregunta: ‘¿Y a mí?’”, comentó Albert Banal-Estanol, profesor asociado en la Universitat Pompeu Fabra. “Tenemos urgencia e implica hacer cosas muy rápido. A veces, hacerlas rápido no es lo más justo ni lo que mejor reparte. Hay que intentar que los beneficios de las renovables se repartan y lleguen a todo el mundo, incluidos quienes menos tienen”.
Golpe de timón
El exceso de pesimismo tiene que diluirse y es necesario pensar que se puede tener otro planeta. “Es cierto que hay mucho que mejorar, pero también se han logrado grandes avances”, agrega Peña, de Accenture Energía.
En torno a las cumbres anuales sobre el cambio climático (COP), ejemplificó esta experta, existe mucha controversia sobre si constituyen un mecanismo efectivo para evitar su avance. “Pero sin ellas, probablemente la senda de aumento de la temperatura sería más alta”, remarcó. Otra muestra de que es posible dar el golpe de timón sin importar el tamaño del barco es China, que se ha convertido en la nación con el mayor despliegue de renovables. “Se ha electrificado tres veces más rápido que el resto del mundo”, aseveró.
Tener un planeta mejor es posible. La reducción drástica de emisiones y la contención del calentamiento global son objetivos a nuestro alcance. Un ejemplo histórico de que la voluntad ambiental global funciona es la recuperación de la capa de ozono. Este problema se hizo evidente en 1985, cuando un equipo de científicos del British Antarctic Survey publicó en la revista Nature una alarmante documentación sobre la reducción de la capa protectora de la Antártida, lo que impulsó una acción internacional decisiva. “Se detectó la causa, se puso remedio, se firmó el Protocolo de Montreal y cesaron esas emisiones de gases que provocaban la reducción de la capa de ozono”, afirmó Del Campo, de Aemet. La noticia ha pasado casi desapercibida. “Se estima que en 30 o 40 años será como si no hubiese pasado nada”. Ojalá que para entonces tengamos Tierra para contarlo.
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