Clara Arpa (Pacto Mundial): “Estoy cansada de oír que al mismo precio el cliente se queda con el producto más sostenible. La sostenibilidad es cara”
La presidenta en España de la iniciativa empresarial impulsada por la ONU defiende que se suavice la regulación europea en materia de sustentabilidad corporativa y, al mismo tiempo, se refuercen las medidas de inspección

“Estoy un poco cansada de oír que al mismo precio el consumidor se quedaría con el producto más sostenible. Realmente, la sostenibilidad es cara”, dice Clara Arpa, presidenta del Pacto Mundial de la ONU en España, una iniciativa centrada en sostenibilidad empresarial que agrupa a más de 25.000 instituciones en el mundo (1.800 en España), días antes de su participación en el Futura Summit. En el evento, donde expertos, empresarios y políticos abordaron retos sociales, medioambientales y de gobernanza, Arpa habló de los principios de la competitividad sostenible, y la pregunta era obligada. Una empresa sostenible es competitiva, señala, si no se contempla únicamente el precio y sí la capacidad de dar el mejor servicio con impacto positivo al coste más justo. “Si al mismo nivel de esfuerzo y de cumplimiento ponemos todos los productos y los servicios y el precio que se paga por ellos, no tenemos rival”, sostiene sobre las empresas europeas y españolas, en un tablero internacional en el que no todos juegan bajo las mismas reglas.
A inicios de año, la Comisión Europea, más escorada a la derecha tras las últimas elecciones, apuntó a una relajación de su normativa sobre sostenibilidad empresarial con una serie de propuestas para simplificarla y rebajarla. Para Arpa, esto responde a una “hiperregulación”, dice, prácticamente inalcanzable. “Tienes que regular, pero con la realidad del mercado, marcando hitos que realmente se puedan cumplir”, asegura. “Una legislación que tenga sentido común. Y que cumplamos todos”. Todos los servicios y productos disponibles en la UE, defiende, deberían regirse por los mismos requisitos mínimos. “No sirve de nada que seamos superambiciosos, pero que luego casi nadie cumpla o que solo cumplamos los de casa, pero los de fuera no”, sentencia. “No estoy diciendo que ‘vamos a dejar de regular y ya cada uno que haga lo que quiera’, no. Menos regulación, por decirlo de alguna forma, y más inspección”.
Las políticas públicas, además, según la experta, no son suficientes por sí mismas: “Si realmente el sector privado, el tercer sector, la comunidad científica y la académica no están todos unidos y de la mano, difícilmente podremos llegar a una actuación que sea productiva y eficiente”. La sociedad está preocupada por la sostenibilidad, pero Arpa cree que no actúa en la medida necesaria. “Hay muchos problemas que vemos que son acuciantes y que se nos vienen encima, y se habla de ellos, pero no se plantean propuestas, no voy a decir soluciones, pero propuestas para intentar mitigarlos”, opina sobre aspectos como el cambio climático, las desigualdades, el relevo generacional o el sistema de pensiones. “Hay muchísimos melones abiertos y otros muchos que están ahí, pero que nadie se atreve a abrir”.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) no se concibieron como una solución en sí, sino como una hoja de ruta en esa dirección. Diez años después de su aprobación y a cinco años de la fecha límite, la meta está aún lejos. Según la experta, erró el tiro quien creyó que se podían alcanzar en 15 años. “Porque es una utopía”, dice. “¿Qué habremos alcanzado cuando lleguemos a 2030? Yo por lo menos confío en que haya una consciencia de que realmente las cosas tienen que cambiar”, apunta. También espera que los países estén en el camino correcto para alcanzarlos en la medida de sus posibilidades y desafíos. En línea con el duodécimo de los 17 objetivos de la Agenda 2030, Arpa asegura que es necesario un cambio sistémico en la manera en la que se produce y consume. “Tenemos que pasar de este consumo lineal a uno circular, donde seamos más conscientes de los recursos que tenemos para desarrollarnos, que necesitamos y que lógicamente tenemos que preservar”.
Una de las principales dudas que surgen alrededor de los movimientos en pro de la sostenibilidad no jurídicamente vinculantes, como el Pacto Mundial o los ODS, es hasta qué punto hay un compromiso y trabajo reales por parte de las empresas en su consecución. Arpa no rehuye la posibilidad de greenwashing y whitewashing, de que la iniciativa que preside en España se pueda usar como respaldo reputacional o mera fachada. “Yo creo que son los menos. ¿Alguno habrá? Seguro”, dice. “Es un debate que todo el mundo sabe que es inevitable”.
Empresas en los conflictos
A raíz de los titulares de los últimos meses, también es inevitable abordar la responsabilidad de las empresas en conflictos como el palestino. La relatora especial de la ONU sobre el Territorio Palestino Ocupado, Francesca Albanese, apuntó en un informe, por ejemplo, a Carrefour y Amazon como empresas que con su actividad ayudan a sostener la colonización israelí. Carrefour es participante del Pacto Mundial, como Citi y Deutsche Bank, que desde 2023 han suscrito bonos soberanos israelíes, según un análisis del grupo de investigación financiero sin ánimo de lucro Profundo publicado por las ONG neerlandesas Backtrack y Pax. ¿Contribuir a la financiación o sostenimiento del asedio israelí —calificado de genocidio en Gaza por una comisión independiente nombrada por la ONU— no es parte de la responsabilidad social y sostenibilidad corporativa? “Por supuesto. Pero ahí ya entramos en clave también de ideología. Nosotros somos aconfesionales, apolíticos”, argumenta. “Somos la organización que lidera de alguna forma la iniciativa privada y dependemos de las directrices de la Secretaría General. Sí que es verdad que en casos como el de Rusia y Ucrania ha habido directrices”, añade. “Las compañías son responsables de sus acciones y tendrán que responder por ello”, explica. “Y serán sus accionistas, entre otras cosas, los que, en teoría, las penalizarán o no”.
Arpa llegó a la presidencia del Pacto en 2020 y fue reelegida en 2024, tras varios años en la ejecutiva y toda una vida en la empresa familiar dedicada a la logística de campaña, que, entre otros ejércitos y organismos, suministra las misiones de paz de Naciones Unidas. La suya es una de las muchas pymes que forman parte de la alianza y que también desempeñan su papel en lo que a sostenibilidad se refiere. “Cuando una pequeña o mediana empresa hace una memoria de sostenibilidad, su gran sorpresa es que está haciendo muchas más cosas de las que parece que está haciendo”, apunta en referencia a la calidad del empleo, a la provisión de cercanía, el trabajo en comunidad, etcétera. “Si ves los criterios de sostenibilidad, en el fondo, las pequeñas y medianas son las que, en teoría, más los cumplen. Otra cosa es que tengan los recursos necesarios para mejorarlos y para tener visibilidad”. Defiende que las empresas españolas están bastante comprometidas. “En general, aprobamos con nota, aunque nos parezca mentira. Tenemos una sensibilidad y tenemos una normativa, sobre todo, que en temas sociales y medioambientales están a la cabeza de los países”.
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