¿Política o negocio? Musk promociona sus satélites aprovechando su proximidad a Trump
El hombre más rico del mundo desarrolla Starlink haciendo que gobiernos de todo el planeta tomen conciencia de su nuevo poder
Elon Musk abandonó Sudáfrica a los 17 años para buscar fortuna en Estados Unidos. Treinta y cinco años y 468.000 millones de dólares en patrimonio neto después, el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, ha llamado a su puerta para pedir que su constelación de empresas invierta allí.
Los dos comparten el mismo país de nacimiento, pero eso no es todo. Musk ha entrado en la esfera política como asesor principal del presidente electo Donald Trump y quiere algo de Ramaphosa: que se elimine el requisito de propiedad local para su red de satélites Starlink, que se desarrolló a partir de un proyecto de su compañía de fabricación aeroespacial SpaceX.
Ramaphosa y Musk han estado en contacto para discutir formas para que el Gobierno cambie las reglas para permitir que el internet de alta velocidad de Starlink opere legalmente en Sudáfrica. A cambio, las compañías de Musk invertirían en áreas como la producción de baterías para Tesla, según fuentes conocedoras de las negociaciones. Esos esfuerzos para lograr un acuerdo se están intensificando ahora que Musk ha asumido un papel aún más destacado al lado de Trump.
El tira y afloja en Sudáfrica es solo un ejemplo de cómo se está desmoronando el muro global de resistencia al negocio de satélites de Musk. Incluso antes de que Musk gastara más de 250 millones de dólares para ayudar a Trump a recuperar la presidencia de Estados Unidos, Starlink, un proyecto que nació dentro de SpaceX, estaba preparando su desembarco en diferentes países. Ahora, las preocupaciones de que la persona más rica del mundo subvierta los canales de telecomunicaciones estatales sensibles en todo el mundo están siendo reemplazadas por intentos de un número creciente de gobiernos que quieren aprovechar los incentivos económicos del complejo industrial de empresas de Musk.
Un portavoz de Ramaphosa aseguró a Bloomberg que el presidente y Musk habían hablado sobre Starlink como parte de un proceso para revisar las políticas en torno a las tecnologías basadas en satélites. Y agregó que Ramaphosa está muy interesado en atraer el negocio de Musk para invertir en Sudáfrica. Por su parte, SpaceX no ha querido hacer declaraciones.
“Musk ahora tiene la atención del cargo más poderoso del mundo, el presidente de Estados Unidos”, explica Alex Capri, profesor titular de la Escuela de Negocios de la Universidad Nacional de Singapur y autor del libro Techno-Nationalism: How It’s Reshaping Trade, Geopolitics and Society (Tecnonacionalismo: cómo está reconfigurando el comercio, la geopolítica y la sociedad). Para Sudáfrica y otros gobiernos, señala el académico, “el valor transaccional de una operación o cualquier tipo de quid pro quo se vuelve mucho más atractivo”.
Hasta hace poco, muchos gobiernos tenían prohibiciones explícitas u otras políticas que impedían a Starlink operar legalmente en sus mercados. En algunos casos, como el de Sudáfrica, las normas que exigían a SpaceX compartir el capital con socios locales obstaculizaban el proceso. En otros, como el de Indonesia, el problema era la lentitud de la burocracia. Ahora, muchos de los reguladores y políticos que lucharon contra el ascenso de Starlink están eliminando esos obstáculos, consolidando el dominio de la compañía y extendiendo aún más la influencia global de Musk.
En 2024, SpaceX sumó más de 20 naciones, desde Ghana hasta Argentina, a su área de influencia y ahora presta servicios a millones de personas en más de 100 países. Musk está cubriendo el mundo con servicios de banda ancha, desplazando a los operadores de telecomunicaciones tradicionales. Starlink está conquistando el mercado global gracias a una poderosa combinación de avances tecnológicos y astutas maniobras comerciales, a lo que ahora se suma una creciente influencia política. Italia es un nuevo ejemplo de esta estrategia expansionista. La primera ministra, Giorgia Meloni, según la prensa local, estaría muy interesada en desarrollar en su país la red de Starlink, una posibilidad que ha desatado una gran batalla política en el país trasalpino.
La compañía de Musk ha estado conectando a empresas y consumidores con internet ultrarrápido, en algunos casos incluso antes de recibir la aprobación del Gobierno para operar. Starlink ha inundado los mercados con tecnología fácil de usar, a menudo con un precio accesible, lo que a su vez ha presionado a algunos reguladores y funcionarios gubernamentales para que flexibilicen o descarten leyes aprobadas hace muchos años y diseñadas para proteger a los proveedores locales de internet y abordar las preocupaciones de seguridad nacional.
No hay duda del atractivo de Starlink: en Sudáfrica, el uso no autorizado del servicio aumentó tanto que el regulador de telecomunicaciones ha impuesto multas de hasta cinco millones de rands (270.000 dólares) por su uso ilegal.
El punto de fricción en Sudáfrica es que la compañía no cumplía con el requisito de que el 30% de la empresa debía estar en manos locales, porque eso supondría una dilución del poder de Starlink. El ministro de Comunicaciones y Tecnología Digital sudafricano, Solly Malatsi, negocia ahora con el regulador sobre una solución alternativa que permitiría a las empresas extranjeras como Starlink acceder al mercado sudafricano a cambio de un compromiso de inversión en el país y la creación de puestos de trabajo. Aún falta consenso en el Parlamento para saber si esta iniciativa saldrá adelante, pero la semilla ya está plantada por parte de Musk.
“Necesitamos desbloquear tantas soluciones como sea posible para llevar conectividad de banda ancha a las áreas rurales y desatendidas”, dijo el ministerio en un comunicado enviado por correo electrónico a Bloomberg News. “Esperamos que la eliminación de este obstáculo regulatorio sea bien recibida, no solo por Starlink, sino por muchos inversores en el sector de las tecnologías de la información”.
Mientras tanto, Musk se está beneficiando de los errores de los competidores de SpaceX, que no han podido seguir el ritmo de Starlink. El mayor rival de la compañía es la francobritánica Eutelsat OneWeb, que ha sido comparativamente más lenta en construir su red de satélites de órbita baja y ganar usuarios. Por su parte, Hughes Communications ha perdido alrededor del 35% de sus suscriptores desde 2021, según S&P Global Ratings. Mientras tanto, el Proyecto Kuiper de Amazon y la empresa china Spacesail pueden algún día ser rivales temibles, pero apenas están empezando a lanzar sus satélites.
Más demanda que oferta
SpaceX tiene aproximadamente 7.000 satélites en órbita y lanza docenas más cada mes, según destacó en una reunión con banqueros de inversión la presidenta, Gwynne Shotwell, en noviembre pasado, lo que la sitúa muy por delante de sus competidores. Según la propia página web de la empresa, Starlink está “agotado” en Nairobi, Lagos y algunas otras partes de África, así como en ciudades como Londres, San Diego y Ciudad de México.
A finales de diciembre, el mayor operador móvil de Ucrania firmó un acuerdo con Starlink en un intento de colocar la infraestructura de telecomunicaciones fuera del alcance de los ataques rusos en el país devastado por la guerra. “El gigante espacial Musk ha demostrado su valía a lo grande”, según Gabriel Elefterius, socio fundador de AstroAnalytica, una consultora de Londres. Eso, sumado a la falta de alternativas viables en la actualidad, le da “un argumento sólido” en las negociaciones, añade.
A pesar de su rápido éxito, todavía quedan algunas asignaturas pendientes para la red de satélites del nuevo hombre de confianza de Trump. Taiwán es uno de los territorios que ha tenido dudas sobre SpaceX y Musk, quien aseguró al Financial Times en 2022 que la isla autónoma debería convertirse en una “zona administrativa especial” de China, similar a Hong Kong. Musk obtiene gran parte de su riqueza de Tesla, y el año pasado China representó una quinta parte de las ventas del fabricante de automóviles. Desde entonces, Trump ha cuestionado si Estados Unidos acudiría en ayuda de Taiwán en caso de conflicto con China.
El operador elegido por Taiwán es OneWeb, pero el ministro de Defensa, Wellington Koo, dijo a los legisladores en octubre que las opciones actuales de internet por satélite de Taipéi son insuficientes para el ejército. “A partir de ahora, si analizamos nuestras necesidades de combate, no podemos confiar en OneWeb”, afirmó. El gobierno de Taiwán trasladó el 17 de diciembre que está en conversaciones con Kuiper, de Amazon y otros operadores, pero no mencionó a Starlink.
El año pasado, Filipinas se convirtió en el primer país de Starlink en el sudeste asiático después de que el Gobierno eliminara las reglas de propiedad local para los operadores de telecomunicaciones, pero no sin oposición en medio de una disputa territorial cada vez más acalorada con China. Un editorial del Manila Times en octubre etiquetó a Musk como una amenaza para la seguridad nacional debido a sus vínculos con Pekín, advirtiendo sobre “el riesgo de tener partes clave del ejército filipino y de instituciones gubernamentales y financieras vitales conectadas a una red conocida por recopilar datos de usuarios y controlada por un partidario abierto del Gobierno chino”.
Servicios útiles
El servicio sigue teniendo mucha demanda en la isla indonesia de Bali. Allí, el pueblo de Bungbungan, a un mundo de distancia de los famosos resorts de lujo, cuenta con servicios que operan gracias a la tecnología norteamericana. Uno de ellos es una clínica médica de la doctora Putu Arini Julianti. Su consulta es espartana: apenas una habitación equipada con un escritorio, algunas sillas, una báscula y poco más. Lo que sí tiene, sin embargo, es un receptor para conectarse a los satélites de comunicaciones de SpaceX, después de que el Gobierno permitiera a Starlink ofrecer el servicio este año. “Los niños del vecindario lo usan para hacer los deberes”, dice la doctora. “¿Por qué limitar su uso?”.
Tras el exitoso acuerdo después de tres años de negociaciones, Musk viajó a Bali en mayo y se reunió con el entonces presidente Joko Widodo. Hablaron sobre una solicitud de Indonesia para que Tesla comience la producción de baterías para vehículos eléctricos en el país, según funcionarios del Gobierno. Las conversaciones fueron parte de un esfuerzo de años de la Administración de Widodo para alentar la inversión de Musk y expandir el uso de las reservas de níquel del país, un ingrediente clave para las baterías. El Gobierno todavía espera por las prometidas fábricas de baterías de Tesla.
De manera similar, Argentina cambió de rumbo en los primeros días de mandato del presidente Javier Milei en diciembre de 2023 y eliminó las regulaciones específicamente para que Musk pudiera ofrecer Starlink. Milei, que es un aliado de Trump, se reunió con el magnate en el marco de la Asamblea General de la ONU en Nueva York el septiembre pasado, después de lo cual Musk publicó en X que sus empresas estaban “buscando activamente formas de invertir en Argentina y apoyarla”.
Si bien la capacidad de SpaceX de beneficiarse del atractivo de otras partes del imperio industrial de su fundador puede ayudar a aliviar los obstáculos regulatorios en muchos países del mundo, sus tácticas han provocado una dura reacción de sus rivales, que se quejan de que Musk tiene ventaja al jugar con las cartas marcadas.
En Kenia, por ejemplo, Safaricom presentó una queja formal ante el organismo regulador, en la que afirma que SpaceX debería cumplir las mismas normas que los operadores locales. También advirtió de los riesgos de seguridad. El empresario “no ha dudado en utilizar el poder que tiene a través de sus empresas para desempeñar un papel político”, considera Oona Caldeira Brant Monteiro de Castro, directora de desarrollo institucional de Instituto Nupef, una ONG brasileña centrada en el acceso y los derechos digitales.
En última instancia, las personas que han soportado años de servicio deficiente de sus proveedores de internet locales parecen más que dispuestas a dejar de lado cualquier preocupación mientras el norteamericano les ofrezca velocidades altas a un precio razonable.
En Kenia, SpaceX está reduciendo los precios y potenciando la comercialización. En agosto, Murang’a, un condado rural montañoso situado a unos 50 kilómetros al noreste de Nairobi, aprovechó una oferta de una cadena de supermercados keniana para comprar equipos Starlink para tres docenas de centros de salud. Los consumidores ahora pueden comprar receptores mientras hacen la compra en hipermercados del país como Carrefour. “La instalación es fácil”, dice Godfrey Gatacha, jefe de la unidad de productos y tecnologías de salud del condado keniata. Agrega que Murang’a paga alrededor de 8.000 chelines kenianos (62 dólares) por Starlink, aproximadamente un 27% menos que el operador móvil Safaricom, y obtiene velocidades 10 veces más rápidas. Sí, hay razones para centrarse en las posibles amenazas que Starlink presenta a la privacidad y la seguridad de los datos, cree Grace Githaiga, directora ejecutiva de Kenya ICT Action Network, un grupo de expertos de Nairobi. “Pero la necesidad inmediata es estar conectado en todo momento”, añade.
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