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Duro Felguera o el ruido que no cesa

El grupo mexicano Prodi prescinde del consejero delegado. La compañía tiene pendiente devolver el préstamo de 120 millones de euros que le concedió el Estado tras la pandemia

Duro Felguera
Jaime Isita Portillo (segundo por la derecha), actual vicepresidente de Duro Felguera, junto a Jaime Argüelles (a su derecha), exconsejero delegado, durante la última junta de accionistas de la empresa.Juan González (EFE)
María Fernández

El día a día de una empresa como Duro Felguera, que se dedica a complejos proyectos de ingeniería para los sectores de energía, industria, petróleo y gas, debería estar plagado de anuncios de contratos o de entrega de obras. Por desgracia, hace ya varios años que la asturiana protagoniza pleitos, solicita capital o ve cómo muchos ingenieros vuelan a la competencia. La SEPI la rescató tras la pandemia con 120 millones de euros, una inyección que empezará a devolver el año que viene (según el ente público, el primer pago será de cinco millones). Sus acciones, que en 2010 llegaban a picos de 37 euros, pelean estos días por alcanzar los 70 céntimos. Las noticias de los últimos meses inquietan aunque, al mismo tiempo, en ellas puede viajar la solución a una década turbulenta.

Después de tres años en el cargo, la semana pasada salía de la empresa el consejero delegado, Jaime Argüelles, que fue el impulsor de la entrada del grupo constructor mexicano Prodi Mota Engil, que ahora controla el 54,6%. Argüelles, cuyo sueldo rondaba el medio millón de euros entre fijo y variable, fue blindado en el puesto con una indemnización de 27 meses de salario en pleno rescate público. La empresa no explica cuál ha sido el pago a cambio de la renuncia —se terminará plasmando en los informes de retribuciones que debe enviar a la CNMV—, pero fuentes sindicales consideran que su salida es coherente con el nuevo rumbo ejecutivo que quieren imprimir sus actuales propietarios. Era la pieza que faltaba por cambiar del puzle directivo tras la reestructuración que se anunció este verano y tras los relevos en el consejo que desplazaron a la presidenta Rosa Aza y los exministros socialistas Jordi Sevilla y Valeriano Gómez. “Argüelles llegó enfocado para buscar a un inversor, y en eso se empleó a fondo”, señalan desde el comité de empresa.

Otra cosa, matizan, es que se haya parado a arreglar la casa por dentro. Ahora toca, como reconoce la compañía, seguir resolviendo problemas del pasado y combinándolos con nuevos contratos más rentables. “Los últimos resultados apuntan a que no se estaba avanzando en la línea adecuada para garantizar la satisfacción del cliente”, señalan desde Duro Felguera para explicar los movimientos.

Por el momento, el nuevo accionista de control, el grupo del empresario José Miguel Bejos, ofrece tranquilidad a la plantilla, que lo ve como un socio sin ánimo de especular que ha invertido 90 millones de euros en su desembarco. Eduardo Espinosa, actual presidente de la asturiana, es un buen conocedor del mercado mexicano, tanto público como privado, ya que fue subdirector de Política Energética del gobierno de Vicente Fox (2000-2006) y trabajó en Hacienda para el gobierno de Peña Nieto (2012-2018). Aunque ahora se antoja inalcanzable, mantiene el plan de negocio que contempla conseguir unas ventas de 1.000 millones en cuatro años (el último año contable facturó 281 millones).

El presidente del comité de empresa, Ángel Martínez, un veterano que ha vivido los años en los que Duro Felguera facturaba casi 1.000 millones, reconoce que el mercado se ha vuelto muy competitivo y los clientes aprietan cada vez más. Pero también explica que los actuales accionistas de control “se patearon la empresa de arriba abajo”, durante el año y medio previo a la materialización de la compra. Apunta a que la buena reputación de Prodi en México puede favorecer sinergias para la española, algo que ya ha empezado a suceder: en julio Duro Felguera fue incluida en un contrato entre Mota-Engil México y Pemex para construir y operar durante 20 años una planta de fertilizantes en el Estado de Veracruz.

La empresa señala que tras este proyecto vendrán más “en el contexto del nuevo ciclo de transición energética. Nuestro plan es que Duro Felguera se consolide en Asturias y crezca en España. Vamos a potenciar los negocios en los segmentos en que somos líderes. Tenemos un plan específico para México, donde existen grandes oportunidades de negocio”. Una buena noticia es que están impulsando la contratación. La plantilla, después de un ERE que causó 68 bajas, ha crecido en 195 personas: son 1.535 trabajadores, según las últimas cuentas semestrales.

Una salida reciente más difícil de explicar es la del director financiero Raúl Sánchez, que abandonó el barco a finales de octubre, tres meses después de haber sido fichado. “Quizá no le ha gustado lo que ha visto. Pero no porque las cuentas no estén claras, porque como cotizada tienen que ser transparentes, sino por los frentes que tenemos abiertos”, contextualiza Manuel Riera, miembro del comité por UGT.

Sea como fuere, el negocio necesita algo más que un empujón. En los seis primeros meses del año las pérdidas se han disparado a 26 millones. A la lista de litigios y arbitrajes por conflictos con los clientes (desde Dubái a Costa Rica pasando por Chile) se han sumado en los últimos meses acusaciones judiciales que, de materializarse, serían inasumibles. La Fiscalía Anticorrupción solicitó en julio una multa de 160 millones a Duro Felguera en el marco de una investigación por el pago de sobornos de dos exdirectivos de la compañía en Venezuela para la construcción de una central termoeléctrica. El proyecto, que se levantó a 40 kilómetros de Caracas, se entregó en 2012 al entonces presidente, Hugo Chávez, listo para entrar en operación dos años después, pero todavía faltan por cobrar unos 120 millones de ese contrato. La deuda, por cierto, es la que el exministro José Luis Ávalos mencionó como excusa ante el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para intentar recibir en Madrid a la vicepresidenta del país, Delcy Rodríguez. En la compañía aseguraron en su día que no han cobrado nada y niegan tener relación con la polémica.

Obras en disputa

Otro proyecto heredado del pasado es el de Djelfa (Argelia), donde la compañía optó este verano por suspender el contrato con Sonelgaz para construir una central de ciclo combinado en el marco de un contrato que superaba los 500 millones de euros. También está en disputa la central térmica de Jebel Ali en Dubái. En ambas, explica la compañía, están trabajando en “acercamientos y propuestas con el ánimo de alcanzar una solución que beneficie a ambas partes con el objetivo de que se terminen los proyectos”.

La empresa enfatiza que muchos de los nuevos contratos tienen que ver con las tecnologías que dominarán la energía del futuro. Es el caso de la conversión a gas e hidrógeno de la central térmica de Aboño (Asturias) para EDP y Corporación Masaveu. “Es uno de nuestros proyectos más emblemáticos en este momento porque es una gran referencia en el ámbito de la descarbonización y la economía circular”. En Marruecos están a punto de terminar la construcción de una planta de procesado de plata en la mina Zounder, al sur de Marrakech; y ya cuentan con proyectos ejecutados de plantas de hidrógeno. La Bolsa ha acogido con subidas la última vuelta de tuerca de Duro Felguera. El enésimo nuevo amanecer está en marcha.

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Sobre la firma

María Fernández
Redactora del diario EL PAÍS desde 2008. Ha trabajado en la delegación de Galicia, en Nacional y actualmente en la sección de Economía, dentro del suplemento NEGOCIOS. Ha sido durante cinco años profesora de narrativas digitales del Máster que imparte el periódico en colaboración con la UAM y tiene formación de posgrado en economía.
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