Ladrillos toledanos para el Santo Sepulcro
La empresa familiar La Paloma Cerámicas facilita material a numerosas obras, da empleo a 300 personas y su facturación alcanza los 51,5 millones de euros
Los ladrillos de La Paloma Cerámicas están en la rehabilitación, ampliación o construcción de edificios como el de la estación de Atocha en Madrid, el del Museo del Prado, el palacio de Exposiciones y Congresos de Sevilla o la basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén. La empresa, especializada en la fabricación y la comercialización de ladrillo, sobre todo del tipo caravista (que no necesita revestimiento en su colocación), cumple 45 años con la familia fundadora como único accionista, y con la segunda generación en la dirección, liderados por Francisco Rodríguez desde 2021.
Con sede en la localidad toledana de Pantoja, su historia empezó en 1979 cuando el padre y el tío de Francisco compraron en la zona de La Sagra (Toledo) una pequeña empresa ceramista dedicada a la fabricación de ladrillo hueco con la que pusieron la primera piedra de lo que hoy es la compañía. “Aprovechamos la cercanía a Madrid para suministrar este material y crecer”, señala Rodríguez durante la entrevista realizada en su nuevo showroom, Design Studio V67, en el que, entre otras actividades, exponen las novedades a los profesionales del sector o desarrollan jornadas o mesas redondas.
Una fabricación que, con el paso del tiempo, giró hacia la producción del citado ladrillo caravista y que, según el directivo, fue la decisión más importante. “Con él te puedes diferenciar y aportar valor añadido y tecnología; además puede viajar sin problema”.
Para completar este giro de guion necesitaron salir de compras: en 1990 adquirieron la fábrica de ladrillo visto Gres Acueducto, de Otero de los Herreros, en Segovia. A partir de aquí se han sucedido distintas adquisiciones entre España y Portugal, con la de Malpesa, en Bailén (Jaén), como la última realizada en 2023. El competidor era entonces el segundo fabricante de ladrillo caravista de España, lo que ha colocado a La Paloma Cerámicas como líder del mercado.
De momento han echado el freno, porque, como indica el directivo, la compra de Malpesa ha sido un salto importante y ahora el siguiente paso es aumentar la productividad y la integración de procesos. “Pese a esto, nunca se puede decir que no, ni aquí ni fuera”.
La Paloma Cerámicas facturó 51,5 millones de euros en 2023, un 9% más que en el anterior ejercicio, con un ebitda de 8,2 millones. Con una plantilla de 300 empleados directos y 100 indirectos, cuenta con nueve plantas de producción, de las que siete solo fabrican ladrillo caravista y, el resto, otros tipos de ladrillos. En los últimos cinco años ha invertido más de 10 millones de euros para su reconversión y modernización.
De ellas, cada día salen un millón de ladrillos, unos 350 millones al año. El 80% son caravista, y entre el 65% y el 70% se venden en España. Según la empresa, cerca de la mitad de las fachadas españolas levantadas con este material proviene de sus plantas. “Ofrecemos soluciones para fachadas y queremos reducir el impacto de la colocación del ladrillo caravista. Es un producto milenario que ha evolucionado. Aunque ahora no está muy de moda, se está recuperando. Necesita mucha energía para hacerse, pero si divides esa energía entre la durabilidad es el más económico y sostenible”, defiende Rodríguez.
La apuesta por este producto les ha llevado a invertir un 2% de su facturación en I+D. “No podemos competir en el precio, pero sí en el diseño, en la estética, y adaptarnos a demandas de distintos colores o formatos para llegar a cualquier cliente”. Distribuyen entre constructores y promotores de grandes obras, pero también para proyectos de diseño más pequeños junto a estudios de arquitectura con los que realizan colaboraciones puntuales.
Mercado exterior
Una de las grandes apuestas de La Paloma Cerámicas es crecer fuera del mercado nacional. “Aquí la construcción está estancada”, explica el directivo. Su internacionalización comenzó en 2008 cuando explotó la burbuja inmobiliaria en España y se pasó de construir más de 600.000 viviendas a 33.000 en 2013. “Fue un momento en el que empezamos a jugar duro. Tuvimos que buscar mercados internacionales por obligación, para salir de este momento”. Hasta entonces solo exportaban a Portugal, pero la necesidad se impuso. “Nuestras fábricas eran avanzadas, eficientes y podíamos construir de forma económica. Éramos competitivos”.
Pese a que en Europa todavía no tienen cuota significativa, según cita Rodríguez, están entre las 10 mayores empresas del continente en su clase, con un crecimiento anual de entre un 15% y un 20% en exportación.
Entre sus destinos preferentes aparecen Canadá, Centroeuropa, Corea, Reino Unido o Estados Unidos, un país que suma el 15% de sus exportaciones. También las antípodas españolas, en Australia o Nueva Zelanda, donde mantienen un 20% de cuota de mercado. “En estos países el consumo de ladrillo caravista es importante y tenemos que trabajarlos. Estados Unidos y el Reino Unido son grandes mercados donde hay que mejorar la posición”.
En su presencia exterior muestran su lado más solidario. Participan en la iniciativa La Fábrica de la Esperanza, impulsada por la ONG Rescate, para la reconstrucción de la ciudad siria de Alepo, que se basa en la recogida de residuos y escombros para fabricar ladrillos.
En cuanto al futuro del sector, Rodríguez apunta que la construcción crecerá en 2024. Según datos de Hispalyt, Asociación Española de Ladrillos y Tejas, el sector mantiene un número estable de empresas que se cifra en 130 desde 2020, frente al descenso paulatino de años anteriores, con una subida de la producción del 6% en 2023 respecto a 2022. También, según el último informe de la asociación, los fabricantes de ladrillos han tenido que enfrentarse en el último año a la subida de precios de la energía, de las materias primas o del transporte, y a la falta de mano de obra cualificada. Unas premisas que han provocado un descenso de las ventas de casi un 4,1% en 2023, unido a la competencia de otras soluciones con precios más competitivos. Aun así, los fabricantes prevén remontar este año, apoyándose especialmente en la necesidad de nuevas viviendas en España y en la estabilización de los precios. “Pese a que la construcción está estancada con cifras de entre 90.000 y 95.000 viviendas al año, España necesita entre 200.000 y 250.000 casas, lo que genera un potencial en el que nosotros somos un actor necesario. Esperamos que haya suelo disponible y asequible”.
Mientras, aseguran que seguirán invirtiendo para potenciar la exportación y cuentan con tener el viento a favor de la moda: “El ladrillo caravista recupera mercado y prestigio. Antes se asociaba con edificios más baratos, de más baja calidad arquitectónica, y esto está cambiando”, concluye Rodríguez.
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