Su familia custodia el Santo Sepulcro y él gestiona 670.000 millones, Saker Nusseibeh: “Invertir es leer las corrientes subterráneas de la historia”
El consejero delegado del gigante financiero Federated Hermes cree que la gobernanza corporativa es clave para el éxito de cualquier empresa
La iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén, situada en el Gólgota, el lugar donde según los Evangelios se produjo la crucifixión, sepultura y resurrección de Jesús, es uno de los más importantes centros del cristianismo. Desde el siglo VII, la familia de Saker Nusseibeh (Jerusalén, 1961) tiene la responsabilidad de custodiar las llaves del templo. Este no es el único dato biográfico que llama la atención del consejero delegado de Federated Hermes Limited, con 670.000 millones de dólares en activos bajo gestión. También sorprende la temática que eligió para su tesis doctoral, totalmente alejada de los mercados financieros: la España medieval y la convivencia entre cristianos y musulmanes. Condecorado por la reina Isabel II como comandante del Imperio Británico, es un gran aficionado a la guitarra. “Toco rock y folk, aunque me encanta el flamenco”, explica.
Pregunta. ¿Por qué eligió la época medieval para realizar su tesis?
Respuesta. Me especialicé en los inicios del poder en Europa, sobre los reinos que dieron origen a los Estados modernos. Mi tesis fue sobre el siglo XI y, particularmente, sobre lo que acontecía en Zaragoza en el marco de la creciente rivalidad entre Aragón y Castilla. Aragón en esa época estaba mucho más adelantada cultural y económicamente, pero el pulso lo ganó Castilla. Para un historiador era interesante saber por qué. Cuando vine a estudiar a España me enamoré del país. Desde 1979 vengo todos los años. Creo que es el mejor país del mundo [la entrevista se realizó en inglés, pero esta última frase la dijo en español].
P. ¿Aplica a sus estrategias de inversión alguna de las lecciones que aprendió sobre la elaboración de la tesis?
R. Por supuesto. Aprendí que las diferencias culturales generan distintas formas de solucionar un mismo problema. Eso supone que hay que conocer las diferencias culturales a la hora de hacer negocios. Otra lección que aprendí es la importancia que tiene saber interpretar las tendencias de largo plazo. Cuando los musulmanes llegaron a España trajeron nuevas herramientas, pero pocos habrían predicho entonces que el país se convertiría 200 años después en una potencia agrícola. Un inversor que hubiera interpretado bien la tendencia habría invertido entonces en pozos de agua. Invertir consiste en saber leer esas corrientes subterráneas de la historia, pero eso exige tiempo y disciplina.
Otra cosa que aprendí durante la tesis es la importancia de la política. Durante los últimos 30 años pocos en el mercado habían prestado demasiada atención a los factores políticos. Y, de repente, la guerra de Ucrania nos enseña por qué la geopolítica debe importar a los inversores. La estabilidad es muy importante para las tendencias de largo plazo que comentaba antes.
P. Isabel II le condecoró en reconocimiento de sus esfuerzos a extender la inversión sostenible. ¿Cree que es una moda pasajera en los mercados financieros o una filosofía que ha llegado para quedarse?
R. Es un cambio a largo plazo que se materializará porque mucha gente se está moviendo en la misma dirección. China, por ejemplo, es el mayor productor de coches eléctricos porque no tiene petróleo. Ahora usan carbón, pero saben que tienen que buscar fuentes de energía alternativa. Por otro lado, la situación en Ucrania, con la disrupción en el suministro de grano, ha hecho que mucha gente haya caído en que el agua y los alimentos también son bienes escasos. Es verdad que en los últimos años, para un sector del mercado, la sostenibilidad también se ha convertido en una moda, pero por debajo de esa tendencia subyace un cambio estructural. Y nadie se puede oponer a esos movimientos tectónicos.
P. ¿No cree que también hay un riesgo de ecoblanqueo entre muchas empresas?
R. Sí, ese riesgo es real. El hecho de que muchos aparenten ser verdes o ecológicos significa que han asumido que la sostenibilidad es un objetivo importante para la sociedad y no quiere ir en contra del sentir general. Pero la clave para que las cosas cambien no es aparentar, sino hacer. El ecoblanqueo para un inversor es malo en dos sentidos: no soluciona el problema e impide beneficiarse de oportunidades con las que maximizar el dinero de sus clientes.
P. Y usted, ¿cómo distingue entre las empresas que apuestan realmente por la sostenibilidad y aquellas que van de farol? Lo digo porque recientemente Bloomberg publicaba una encuesta según la cual el valor favorito de los fondos que invierte con criterios medioambientales, de buena gobernanza corporativa y de impacto social (ESG, por sus siglas en inglés) es el gigante francés del lujo LVMH…
R. Esto no tiene mucho sentido y tiene que ver más con quienes hacen los ratings de los criterios ESG que con la sostenibilidad. Nosotros la investigación y el análisis lo hacemos de forma interna y por eso ponemos dinero en aquellas compañías que realmente cambian las cosas. Se trata de identificar las empresas disruptivas y acompañarlas en su viaje. También es importante saber qué significa la sostenibilidad. En el mercado no hay nada que sea blanco o negro, las cosas siempre dependen de algo. ¿Una compañía energética siempre es mala? Pues depende, porque muchas trabajan con gas que es una fuente energética que facilita la transición.
P. La mayoría de las gestoras de fondos se centran en los factores ambientales, pocas en los sociales y aún menos en los criterios de gobernanza corporativa. ¿Por qué?
R. Porque es más fácil. Todo el mundo entiende el objetivo de 1,5 grados del Acuerdo de París. Por eso, para muchas firmas es más sencillo centrarse en eso para levantar fondos y captar dinero. Los aspectos sociales, sin embargo, son más difíciles de abordar porque exigen entender los matices y las diferencias. Las prácticas de recursos humanos en España no son las mismas que en Filipinas. Por lo que se refiere a los principios de buena gobernanza, para mí son vitales porque no solo protegen a los inversores de las malas prácticas de las empresas, también protegen a los directivos de sus propios errores. Muchos consejeros delegados fallan porque no tienen una buena estructura de gobernanza que los proteja al impedir que la gente le pueda decir al jefe que determinadas cosas no son posibles.
P. ¿Se involucran en la gestión de las compañías? ¿Votan en las juntas?
R. Desde 1983 contamos con EOS, un proveedor de servicios de stewardship que también vendemos a terceros. Nuestra implicación con las compañías no es coyuntural. No les decimos lo que tienen que hacer, no somos activistas, les planteamos cómo podemos trabajar como socios para hacer que la compañía sea mejor en el largo plazo. El activismo no se basa en una asociación como esta. Creo que no se trata de amenazar con el voto en contra, sino de hacer que las cosas funcionen en beneficio de todos.
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