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La política industrial como arma arrojadiza

El 71% de las medidas introducidas por las principales potencias mundiales distorsionan la competencia y merman el comercio internacional

Un trabajador revisa la producción de chips electrónicos en Chongqing, China.
Un trabajador revisa la producción de chips electrónicos en Chongqing, China.Costfoto (NurPhoto/Getty Images)
Carmen Sánchez-Silva

“El principal problema de las políticas industriales que se están llevando a cabo en el mundo es que son ineficientes. Según el Fondo Monetario Internacional, el 71% de las medidas introducidas distorsionan la competencia justa. Es un mal necesario”, sostiene Ricardo Santamaría, director de Riesgo País de Cesce. La compañía especializada en gestión de riesgo comercial ha presentado su informe anual Panorama 2024, en el que dedica un apartado específico a las estrategias industriales desplegadas recientemente por China, Estados Unidos y Europa. Por orden, desde la más agresiva a la más timorata. Y recoge que, de las 2.500 medidas aplicadas en las 75 mayores economías mundiales en 2023, 1.800 fueron distorsionadoras del comercio (los tres bloques citados representan el 48% de las acciones alteradoras).

Estas intervenciones se ve­hicu­lan principalmente en forma de subsidios (el 70% en el caso de los países avanzados, mientras que los emergentes también usan alivios fiscales y préstamos y recurren con más frecuencia a las restricciones a la importación y exportación). Unas medidas que desencadenan frecuentemente represalias por parte de otros países, lo que conduce a la escalada de tensiones internacionales que se vive en la actualidad. No hay más que ver los datos del FMI: existe una probabilidad del 74% de que un subsidio dado por una gran potencia a un producto sea respondido en menos de un año con otra ayuda semejante al mismo producto en otro país. Sobre todo cuando se trata de sectores críticos, como puedan ser las aplicaciones médicas, la tecnología avanzada o las energías renovables, entre otros. Es un ciclo de represalias y contrarrepresalias que “pueden distorsionar aún más el comercio internacional, afectar negativamente a la eficiencia económica y aumentar la incertidumbre para las empresas que operan en un entorno global”.

Las crecientes tensiones geo­políticas están reconfigurando las relaciones económicas internacionales, donde EE UU y China pelean por la hegemonía comercial y tecnológica, a golpe de proteccionismo y aprobando nuevas regulaciones y programas de financiación para impulsar la producción nacional estratégica. “Estamos en la geopolítica de la política industrial. Cuando China lanzó su programa Made in China 2025, Estados Unidos y Europa se llevaron las manos a la cabeza. Entonces, EE UU dejó de apoyar a la Organización Mundial del Comercio y sacó tres políticas industriales en toda regla que juntas pueden sobrepasar una inversión de tres billones de dólares (ley de infraestructuras, Ley de Reducción de la Inflación y Ley de Chips). Y Europa tiene que responder todavía, pero como no tiene dinero lo que ha hecho es permitir que los Estados individualmente otorguen ayudas públicas, que estaba prohibido y resulta muy peligroso, pues puede matar el mercado único”, afirma Ángel Sanz, director de EsadeGeo, Centro de Economía Global y Geopolítica de Esade.

Para que una política industrial sea eficaz, explica Enrique Feás, investigador principal del Real Instituto Elcano, hace falta dinero para invertir. Es condición necesaria pero no suficiente, como ha demostrado China con los semiconductores (pese a su mayúscula inversión no ha conseguido fabricar chips de cuatro nanómetros). También se precisa escala e innovación, lo que tienen las empresas estadounidenses y les falta a las europeas [”seguimos haciendo una política a nivel país y eso es un desastre; el tamaño requiere competencias supranacionales y ningún país quiere ceder soberanía”]. “Por eso en política industrial Europa no tiene nada que decir”, sustancia.

Si en 2010 el porcentaje de medidas de política industrial suponía menos del 20% de las acciones comerciales en las economías avanzadas, en 2022 el porcentaje se situó en torno a la mitad. Aunque históricamente se centraban en industrias manufactureras (acero, automóvil, construcción naval…), hoy su aplicación se extiende a multitud de sectores con un peso creciente de los servicios. También se han diversificado las fórmulas de intervención. Pero lo que está claro es que “el papel del Estado está aumentando y la política industrial […] está adquiriendo un fuerte componente estratégico y de seguridad”. No en vano, la seguridad nacional se ha convertido en el tercer motivo para arbitrar estas políticas (el primero es la competitividad y el segundo la mitigación del cambio climático) y la seguridad de suministro es el cuarto tras las interrupciones en la producción y distribución de bienes tras la pandemia, la guerra de Ucrania y el conflicto de Gaza.

Pero Cesce ve “grandes riesgos de que esta dinámica derive en una guerra de subvenciones y/o aranceles con importantes efectos colaterales que van más allá de los países y sectores que aplican estas medidas”. De hecho, Santamaría considera que esta guerra ya ha comenzado y está afectando a la economía mundial, con un comercio que crece a menor ritmo que el PIB y que ha dejado de ser su motor. “Estamos en un mundo en el que la política ha desplazado a la economía”, mantiene. Para el investigador principal del Real Instituto Elcano, sin embargo, la contienda no se ha desplegado aún. Eso sí, en este entorno de mayor defensa de la industria y la seguridad nacional, el arancel se ha convertido en un arma arrojadiza política, asegura.

Escenarios

Feás piensa que es pronto para saber si vamos hacia un enfrentamiento mucho mayor. En su opinión, habrá que esperar a enero del año que viene para comprobarlo (cuando el presidente salido de las urnas en EE UU, Donald Trump si aciertan los sondeos, comience a tomar decisiones). Y plantea dos escenarios posibles: si la invasión rusa de Ucrania fracasa, podría tener efectos positivos en el mundo, robusteciendo la idea de que por la fuerza no se consigue nada y reforzando la cooperación internacional. Eso sí, hará falta que, además, se tranquilice la situación en Oriente Próximo. Pero si gana Trump las elecciones y se abandona a Ucrania, la crisis irá a peor; se verá que el orden occidental está en declive y eso dará alas a Vladímir Putin y a Xi Jinping y se exacerbará el desafío permanente, pronostica.

Cesce también ha perfilado tres alternativas: que se vaya hacia un comercio de bloques con acuerdos entre países (seguramente liderados por EE UU) para limitar las exportaciones chinas; que se logre un acuerdo con China por el que el país asiático acceda al cambio de sus políticas y se eviten barreras comerciales más altas (el más improbable de ellos), y que se recrudezca la carrera de subvenciones y aranceles redirigiendo envíos y reestructurando las cadenas de suministro globales más que hasta ahora. Esta última es la que ve más factible de las tres. Comercio incómodo la llama.

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Sobre la firma

Carmen Sánchez-Silva
Es redactora del suplemento Negocios. Está especializada en Economía (empleo, gestión, educación, turismo, igualdad de género). Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Previamente trabajó en La Gaceta de los Negocios, Cinco Días, Ranking, Mercado e Ideas y Negocios. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense.
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