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Vintae: el azote de los (cada vez más numerosos) esnobs del vino

La bodega de la familia Arambarri quiere quitar superficialidad a este negocio y apuesta por cepas viejas, viñedos en altura y tierras pobres en varias zonas de España

Vintae
Richi Arambarri, director general de Vintae, durante la vendimia en una foto cedida por la empresa.

Las raíces en la elaboración de vino de los Arambarri se hunden media docena de generaciones atrás y tienen en San Vicente de la Sonsierra (Rioja) su toma de tierra. Este clan de viticultores y pequeños bodegueros tradicionales ganó vuelo cuando en 1999 José Miguel Arambarri Terrero decidió volver a los orígenes familiares recuperando la variedad de moscatel de grano menudo en La Rioja, desaparecida con la filoxera. Su visión dio lugar a Castillo de Maetierra y Maetierra Dominum, las dos bodegas que fueron el germen de lo que es hoy Vintae, grupo bodeguero con 300 hectáreas de viñedos propios, que cultiva 38 varietales distintos y factura 42 millones de euros —el 42% de los ingresos los obtiene fuera de España— con sus 35 vinos.

Más allá de las cifras, detrás de Vintae hay una filosofía destilada en un decálogo de principios fundacionales. Desde la propia compañía resumen su visión en huir del esnobismo que rodea al mundo del vino para convertirlo en una bebida fácil de entender y disfrutar. Y para lograrlo, nada mejor que dar todo el protagonismo al verdadero artífice de este negocio: el viñedo. “Creemos con firmeza que los vinos se hacen fundamentalmente en el viñedo”, enfatiza Ricardo, Richi, Arambarri, hijo del fundador y actual director general de la bodega. Su hermano José Miguel se encarga del desarrollo de los mercados en los que está presente la compañía.

El crecimiento de Vintae se basa en dos pilares. Por un lado, la expansión fuera de La Rioja, lo que le ha llevado a estar presente en una docena de denominaciones de origen. Por otro, la elección de las zonas, lejos de las modas comerciales de cada momento: tierras pobres, con preferencia por los viñedos antiguos y de altura, y en zonas con gran diferencia térmica entre el invierno y el verano; entre el día y la noche. El objetivo es lograr vinos de calidad, con la menor intervención posible de la bodega.

Primeros pasos

Antes de consolidar el crecimiento fuera de su hábitat natural, Vintae creó en 2003 la colección de vinos Hacienda López de Haro. Esta marca riojana se mantiene como el buque insignia del grupo en un territorio, San Vicente de la Sonsierra, que se caracteriza por su microclima y la calidad de su uva tempranillo. También en La Rioja, Vintae gestiona otras iniciativas como Bodegas El Pacto. “Es un camino de vuelta al origen con un propósito firme: no dejar que se extingan los auténticos vinos de pueblo”, describe la empresa. La otra marca riojana es Castillo de Maetierra, en Calahorra, especializada en vinos blancos gracias a la recuperación de la ya mencionada variedad moscatel de grano menudo, considera una de las más aromáticas.

Un punto de inflexión para Vintae llegó en 2004. Ese año iniciaba su expansión fuera de La Rioja. Pero siempre respetando las máximas de terrenos en altitud y pobres, viñas viejas y temperaturas extremas. La denominación de origen (DO) elegida para el desembarco fue Ribera del Duero. A casi 1.000 metros de altitud nace Bodegas Bardos, en los páramos inóspitos de Corcos, en la zona burgalesa de Mordillo de Roa, y en unas tierras de similares características, pero ya en la ribera soriana, en la zona de San Esteban de Gormaz, con Viñedos de Altura y Villálbaro. “Un lugar donde el frío encoge los huesos, el viento corta la carne y el sol abrasa la piel”, resumen en la empresa con cierto lirismo.

Otra de las DO elegida por Vintae para su desarrollo fue Toro. Allí abrió su propia bodega, Matsu, para trabajar con viejas cepas de uva tinta que, en algunos casos se remontan a finales del siglo XIX, previos a la filoxera. Con estos mismos planteamientos, iniciaron su actividad en Navarra en el año 2013 con proyectos como Bodega Aroa —que elabora vinos naturales y veganos—, Le Naturel —con una oferta de vinos blancos sin sulfitos añadidos—. Con la uva garnacha como protagonista, Vintae también se adentró en las tierras altas de Aragón. Además, tiene presencia como elaborador sin bodega propia en DO como Valdeorras, Rías Baixas o Rueda. Hasta el momento, su última apuesta echó andar en 2023 con la Bodega Pandemonium para hacer vinos espumosos en La Rioja.

El crecimiento del grupo ha ido de la mano del aumento de las superficies de viñedo que, en la actualidad se sitúan en unas 1.000 hectáreas, de las que 300 hectáreas son propiedad de Vintae y el resto son tierras arrendadas a diferentes viticultores locales. La preferencia por la tradición queda patente en la edad media de su viñedo: el 10% de la superficie cultivada por la compañía tiene más de 80 años, y la mayoría tiene una antigüedad mínima de 30 años.

“Cada región tiene su propia forma de honrar el vino. Respetarla y confiar en los viticultores de cada lugar es fundamental para reflejar su autenticidad”, reza uno de los principios del decálogo fundacional de Vintae. Con la filosofía de que el viñedo hace el vino, Vintae asegura que tiene un seguimiento riguroso de todas las superficies de cultivo, especialmente en las tareas de poda para limitar los rendimientos y controlar los tratamientos fitosanitarios.

Vintae vende al año cerca de cinco millones de botellas, que se distribuyen en cerca de 60 mercados distintos, con predominio de los vinos de crianza y reserva. Durante los últimos años, la estrategia de crecimiento de la compañía ha supuesto unas inversiones anuales medias de 1,5 millones de euros para la apertura de nuevas bodegas, mantenimiento de las existentes y desarrollo del área de investigación. Y todo con la sostenibilidad como máxima. “El respeto al medioambiente es nuestra mayor responsabilidad. Si queremos que la tierra nos siga dando grandes alegrías debemos cuidarla con el mismo cariño que ella nos cuida a nosotros”, afirma otro de los puntos del famoso decálogo.

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