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Estados Unidos, el ‘Capitán América’ de la regulación financiera

En un planeta fragmentado donde avanzan los populismos, el Gobierno de Joe Biden ha descubierto que su poder en los mercados es proporcional a su capacidad para sancionar

Former President Barack Obama shakes hands with current US President Joe Biden in July 2010
El expresidente Barack Obama estrecha la mano del actual presidente de EE UU Joe Biden, en julio de 2010, después de firmar la Ley Dodd-Frank de reforma de Wall Street y de protección del consumidor.SAUL LOEB (AFP via Getty Images)
Miguel Ángel García Vega

La grieta, la rotura; The Crack-Up, dicen los estadounidenses. De otro lado, las economías se comportan como bivalvos asustados y se esconden en sus propias conchas. Proteccionismo, dicen los economistas. Sobre la arena, el populismo de un extremo político o de otro. La edad dorada de la globalización —acorde con un trabajo de la fundación asiática Hinrich— duró casi 15 años. Entre 1993 y 2007. El valor del comercio aumentó un 6,8% al año, los flujos de inversión extranjera directa crecieron, en el mismo periodo, el 21,3% y la riqueza mundial avanzó un 3,4% anual. Trajo liberalización política, avances tecnológicos, multilateralismo y un aumento sin precedentes en el comercio, la inversión y el desarrollo económico. Quizá todo terminó cuando Donald Trump dijo aquello de: “Intento aprender del pasado, pero planeo el futuro centrándome solo en el presente. Es donde está la diversión”. El “ahora”, y la “diversión”, para el comercio mundial es ese bivalvo, pero qué ocurre con los movimientos financieros, ¿la inversión y su regulación también se esconden?

Los augurios resultan inciertos. La creciente fragmentación del sistema bancario europeo es una “falla” que incrementa la vulnerabilidad financiera y carga a todos con mayores costes. Esta es la advertencia en Financial Times de Andrea Enria, antiguo responsable de supervisión del BCE. Su mayor “arrepentimiento personal” era ver cómo el mercado de la eurozona se “estaba segmentando cada vez más” y los países se “guiaban siguiendo sus líneas nacionales”. “Si surge un shock que afecta a una parte de la unión bancaria, el sector no funciona como debería, o sea, absorbiendo las pérdidas en un país a través de las ganancias en otro”, advirtió. El mecanismo —que supervisa a los 110 bancos más grandes y sistemáticamente importantes del bloque— aguantó cuando una crisis de liquidez en Credit Suisse provocó que fuera adquirido por su rival UBS. O cuando quebraron Silicon Valley Bank y Signature Bank en Estados Unidos. “Pero existe una enorme tensión en la regulación financiera”, concuerda José García Montalvo, catedrático de Economía de la Universidad Pompeu Fabra (UPF).

Por una vez, parece que todas las voces tuvieran idéntico timbre. “El mayor riesgo que enfrenta la regulación del espacio financiero es su fragmentación, se ve en ámbitos tan claros como la sostenibilidad”, coincide Francisco Uría, socio responsable global de Banca y Mercados de Capitales de KPMG. Una Europa más unida financieramente podría mejorar la resiliencia económica y fortalecer el euro como moneda internacional. Sin embargo, alcanzar esta unión —desgrana Sergio Ávila, analista de IG— requiere un compromiso político profundo, y salvar las diferencias ideológicas y nacionales entre los Estados miembros. Y muchos pensarán, por ejemplo, qué tiene que ver Hungría con Francia.

En julio de 2010 se aprobó la Ley Dodd-Frank, la reforma más importante del sistema financiero estadounidense desde la Gran Depresión. Fue rubricada por Obama. En principio, según narra José Manuel Amor, socio de AFI, prevenía la aparición de instituciones “demasiado grandes para caer”, reforzaba a los consumidores (creó la Oficina para la Protección Financiera del Consumidor), obligaba a los bancos a pruebas de estrés, mayores niveles de capital y un sistema de liquidación ordenada de instituciones financieras “fallidas”. Trump —era previsible— modificó la normativa. “Ofreció alivio regulatorio a los bancos pequeños y medianos, elevando el umbral de las pruebas de estrés de 50.000 a 250.000 millones de dólares en activos totales”, recuerda el experto. Después, el presidente Biden, en su “ahora”, ha aumentado la protección a los inversores y la estabilidad del sistema.

Tal vez, lo hizo pensando en lo que llega. 2024 es, quizá, el año electoral más importante de la historia. La llamada incluye a Estados Unidos y la India y tres de las naciones más pobladas (Indonesia, Bangladés y Pakistán). Además, 500 millones de europeos tienen elecciones parlamentarias. Sin duda, afectará a ese fragmentado sistema. Estos años de guerras, crisis comerciales e inflación han demostrado algo. “Estados Unidos se ha dado cuenta del poder financiero que tiene [en el sentido tradicional] y también sobre los datos”, reflexiona Federico Steinberg, investigador principal del Real Instituto Elcano. Y avanza: “Donde se ha visto ese impacto es en su capacidad de sancionar económicamente a Rusia, la India o China. Porque, a la hora la de castigar, América está alineada con las instituciones anglosajonas”. Ellos mandan.

Una moneda al aire

Aunque con la llegada de los populismos, “tras décadas de desregulación y globalización, hemos entrado en un tiempo de neoautarquía y eso implica más regulación y más incierta”, sostiene el economista José Carlos Díez. Sin citarla es como si señalara, en un globo terráqueo que gira, a Argentina. Una moneda al aire. El país le debe 43.000 millones de dólares al FMI, ha devaluado el peso, eliminó nueve de los 18 ministerios del Gobierno, se ha comprometido a recortar los subsidios y destruir lo que su presidente, Javier Milei, denomina la “casta”. Dentro de una economía que el ejercicio pasado se contrajo un 2,7% y con una inflación en diciembre creciente. Pero los errores populistas se pagan. Y la idea de bajar impuestos tendrá que arrinconarla. La consultora Econviews estima que la Administración podría perder el 0,8% del PIB en recaudación de gravámenes este año.

Mientras, el peso sigue dando vueltas en el espacio: cara o cruz. “En general, los líderes populistas tienen tendencia a salirse de las regulaciones internacionales y esto encaja bien con su deseo de imponer tarifas, detener la inmigración y cerrar sus economías”, describe Montalvo. Por cierto, Basilea III es más estricta, y la que se usa en Europa. “En Estados Unidos, la regulación que se está elaborando apunta a aplicarla en los bancos de más de 100.000 millones de dólares en activos, lo que dejaría fuera a medianos y pequeños”, avanza Francisco Uría. Si vence Trump, la cambiará con seguridad. Todos los mandatarios deberían recordar la cita del sociólogo Karl Polanyi (1886-1964): “No existe ninguna economía fuera de la sociedad que la creó y la sostiene”.

Ladrillos contra cimientos impuestos

La regulación no es solo una apostasía en las finanzas sino también en el ladrillo. La nueva reglamentación que trata de limitar los precios en las zonas tensionadas está contra la pared. “La norma, desde mi punto de vista, resulta fallida y está logrando el objetivo contrario, y de ahí que los precios de los alquileres sigan subiendo en vez de bajar”, explica Rubén Cózar, director de Residencial de Foro Consultores Inmobiliarios. Muchos propietarios han optado por vender antes que arrendar. Y otros se van a alquileres turísticos o de media temporada porque no les afecta la normativa. Además, el tope de los arrendamientos ahondará más en la falta de oferta. ¿Su solución? Un parque público de viviendas. ¿Cómo se paga?

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.
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